Espigas

A las personas voluntarias.

Pasos que avanzan limpios hacia la entrega, la entrega de una mano, una botella de agua, un abrazo, una ilusión. Pasos que llevan esperanza a la zona de destrucción, y se funden entre barro y cañizales, no para ser el crisol del oro que sube cada día más en el índice de Londres, como las hipotecas, sino para fundir algo más primigenio, más hondo y perdurable, algo que se construye con la mano de dos novios que sellan su alianza entre palas y escobas, o los amigos que cruzaron un mar en pateras y no abandonarían a nadie en alta mar ni ahora en el barrizal.

Algo se está creando en la Horta Sud, va en bicicleta, a pie, en todas direcciones pero sin nadie quedándose atrás, eso en un día de todos los santos, un día donde los de allá y los que aún estamos aquí presenciamos al unísono el concierto de la naturaleza que clama ser escuchado con atención.

Eso que se crea es una sociedad que emerge de entre el barro y enseña que aquí y allá habrá voluntarios, esta vez no vienen para cargar un fusil y ganar la medalla que después algunos coleccionistas pondrán en sus vitrinas, sino para enseñar que solo el amor construye, salva, alienta, consuela, carga la leche, la fruta, el beso.

Hoy miles cerrarán sus ojos mirando el techo, en una mezcla de asombro, duda, tristeza e ilusión, y cuando venga el sol, y cuando amanezca, mañana, mañana crecerá lo nuevo, crecerá como un inacabable campo de arroz trazado por los primeros rayos matutinos del sol de la Albufera, la espiga, las espigas, las miles de espigas de solidaridad.

Fidel Ernesto Narváez
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