Estas piedras hablan

Fidel Ernesto
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«Ahora vuelven. Se oye el ruido de las manos que escarban por su base los adoquines. Porque son estudiantes, es decir, generación nueva, sin historia y, por lo tanto, se consideran con derecho a tirar las primeras piedras…»

Manolo Cuadra

Flecha, año XIV, n. 4362, Managua, viernes 26 de agosto de 1955.

Toda barricada empieza por una piedra o un adoquín, en alguno de los anónimos, repetitivos y miles que se acuestan por todas las calles de Nicaragua. Sucede que siempre se fija la mirada en uno, una vez se escarba el primero queda deslucido el otro, y una vez el segundo, así el tercero, hasta que tantas piedras juntas están deteniendo las balas y entonces cobra sentido aquel verso de Joaquín Pasos que decía: cuando lleguéis a viejos, respetareis la piedra, o aquel consejo medio materno medio bíblico de: hasta de las piedras necesita uno. Preguntémonos por Andrés Castro, y  observaremos que a más de 150 años aún sigue siendo necesario y válido, a pesar del tiempo, el supino arte de levantar piedras del suelo.

Esa misma dinámica de la construcción de barricadas, de ese arte colectivo hecho por muchas manos, sucede también en lo político, cuando lo político es realmente desde abajo hacia arriba, tan abajo como el que metió los dedos debajo del adoquín, sin saber que escarbando ese adoquín la rueda de la historia empezó a girar para esta nueva Nicaragua. Sí, la que floreció, aunque no tengamos primavera oficial, pero tiene su acta de nacimiento en abril. Así entonces, como la transferencia imperceptible del polen y del inaudible zumbido de las alas de las abejas que generan energía electroestática y hacen posible la polinización, así es la transferencia de ideas, de cambios, de propuestas que han surgido en Nicaragua bajo el nombre de justicia y democratización.

Justicia y democratización son dos palabras extensas, como decir abril o decir primavera, a veces la extensión, la complejidad y la multiplicidad de significados de esas palabras nos hacen perdernos de los detalles, del juego de colores, de la morfología de los pétalos o los vientos afrutados que trae la floración, o las propuestas políticas concretas que ha acarreado la Insurrección de Abril, la primavera política de la Nicaragua del siglo XXI. Vendrá el tiempo de cosechar, pero ahora es el tiempo de cuidar con el ahínco de la Nicaragua campesina que no se desgaje el fruto, que no le manche la mosca, que no le entre el gusano, que no le coma el pájaro.

UN NUEVO LENGUAJE

La Insurrección de Abril nació entre piedras, entre adoquines levantados, pero en Nicaragua las piedras hablan, y es en piedra que están los petroglifos del árbol de la vida en Boaco, o de aquellos animalitos exóticos que parecen retratados por el sol en los tenamastes de la isla de círculos y espirales, Ometepe. De modo que la Insurrección de Abril no solo trajo las piedras que se habían levantado en el pasado, en los noventas, en los setentas, en los ochentas, y hasta en el siglo XIX, no, aparte de piedras trajo un lenguaje nuevo, uno más horizontal, más inclusivo, a pesar de las fraguas autoritarias, verticales, elitistas y caudillistas que durante tanto tiempo nos sometieron al silencio. Abril trajo entonces el lenguaje de los autoconvocados. Y también las ideas.

«La Insurrección de Abril nació entre piedras, entre adoquines levantados, pero en Nicaragua las piedras hablan.»

Como se dijo anteriormente, justicia y democratización no nos han permitido hasta ahora entrar a apreciar el fruto, el lento paso del crecimiento, la maduración y la hidratación del fruto, pero es hora de empezar a pensar en ello. Es hora de empezar a aterrizar esa fuerza, ese cúmulo de voluntades que en abril salieron a las calles a invocar una primavera que las élites habían puesto en cuarentena desde el mismo año 79. Cuarenta años han pasado ya. Tantos años de cuarentena explican por qué las nuevas generaciones de nicaragüenses ya nacieron bajo sospecha, bajo sospechas de ser agentes de la CIA, de ser agentes bolcheviques, de ser radicales, infiltrados y hasta antes de abril, la calificaban de una juventud relajada, boluda, echada a perder. La política tradicional nicaragüense entre menos comprende las ideas que trajo la Insurrección de Abril, más las descalifican, es parte del miedo y la desesperación de quienes quieren cortar las flores para detener la primavera.

EL FIN DE LA ANESTESIA

El fruto de esta Insurrección se va hidratando, se van haciendo debates profundos, se hacen revisiones históricas, políticas, sociales, económicas, se hurga en la herida, pero es que no se puede cerrar lo que está infectado, porque tarde o temprano la pus sale por algún punto mal hecho, como el de la seguridad social por ejemplo. La herida nunca cerrada de todos los gobiernos “democráticos” en donde un político, un gobierno, un partido acusaba al otro de la negligencia. Y bien, la herida se abrió y olimos el hedor subcutáneo, un tremendo hedor que hay que lavar entre todos, un hedor a cadáver pero en una materia de vida. Obviamente habrá dolor, habrá pinchazos, habrá gritos, porque ya se acabó la anestesia de tantos años de cuarentena, nunca mejor dicho, cuarenta años.

Una vez que se entra a lavar la herida se observa en toda su sanguaza al problema, y el problema es político, es cultural, es económico, es de educación, es de Derechos Humanos, y así una pequeña herida nos llevó al cuerpo, a la familia, a la universidad, a la ciudad, al Estado y a la estructura. La pus sale de una herida pero es todo el cuerpo el que hiede, el dolor sale de las lágrimas de la madre de un asesinado, pero es toda Nicaragua la que llora a través de sus ojos.

Aunque no se perciba a grandes rasgos, todos sabemos que la Insurrección avanza a su maduración, y en su interior se va configurando la semilla, y pronto tendremos fruto, tallo, flor, semilla y la oportunidad de otro árbol, de otra primavera, eso que en la dialéctica de Hegel se conoce como la semilla que no es ni fruto ni árbol, pero contiene al árbol y por ende al fruto en sí, y que sólo faltaría un empuje de germinación para empezar de nuevo ese proceso. Esa es la prueba irrefutable de que la Insurrección de Abril es un proceso, es un progreso, es algo diferente, no es algo acabado, como el triunfo del año 79, porque no anula el suelo en que nace, porque no acidifica ni somete bajo sospecha el suelo en que se desarrolla, no impide que otras especies, otras opiniones, ideas, otras floraciones, puedan y vuelvan a aparecer entre las piedras, en la tierra de lava y agua llamada Nicaragua.

Habíamos empezado diciendo que toda gran barricada está compuesta de piedras, de la misma forma que, sin duda, toda Insurrección está compuesta de ideas y de propuestas. Enunciaré tres de las que a mi juicio son indispensables para seguir avanzando en la sostenibilidad de la Insurrección de Abril como una ventana de múltiples oportunidades.

SUSCRIPCIÓN POPULAR

La primera es la suscripción popular, la cual consiste en que cualquier persona pueda ser partícipe y actor político en unas elecciones, sean municipales, regionales o nacionales, con la sola presentación de un número reducido, proporcional y determinado de firmas. Profundizar la democracia requerirá ir abandonando las tesis partidocráticas que en la región centroamericana han demostrado ser una parte del problema antes que instrumentos o herramientas para solucionarlo. La prueba fehaciente de cómo la suscripción popular es un estado más avanzado de participación política frente a los partidos, se encuentra en el hecho de que haya sido el pacto Ortega Alemán, de dos típicos partidos caudillistas y corruptos, los que se hayan propuesto eliminar esa figura democrática de nuestra legislación a inicios de los años dos mil.

REFERENDO REVOCATORIO

La segunda de ellas es el referendo revocatorio. Esta figura pretende que no sea necesario llegar al enfrentamiento y a la fractura social para revocar a cualquier autoridad que haya sido electa mediante sufragio universal, como por ejemplo alcaldes, diputados, gobernadores de la Costa Caribe y presidente. Se trata de la oportunidad de dotar a la población nicaragüense de un recurso que permita apartar dentro del marco de la legalidad, la paz y la convivencia, a las autoridades que utilizan el mandato o el nombramiento para objetivos que se desvinculan de las demandas de las mayorías. Elegir y revocar deben ser dos potestades del ejercicio de la soberanía popular, ya que si no existe la posibilidad de corregir en el medio plazo o a mitad de mandato el rumbo de las autoridades, mantener en el tiempo a esas autoridades solo acrecentará los problemas.

PARTICIPACIÓN ACTIVA LOCAL

La tercera de ellas es la posibilidad de constituir partidos locales. La Insurrección de Abril y el concepto de autoconvocado ha dejado de manifiesto que sólo la descentralización y el fortalecimiento del municipalismo o de la participación activa local se pueden lograr los cambios tan múltiples, diversos y distintos que requiere el país. El concepto de autoconvocado es un concepto mucho más amplio y eficaz que el concepto del militante partidario, ya que la autoconvocatoria implica activarse desde donde se esté, aprovechando las voluntades comunes y descartando los elementos divisores que el partidismo tradicional nicaragüense ha generado en la población. Un divisionismo partidario que radica en las ganas de colgarse las medallas que tienen los caudillos locales o nacionales, para seguir incentivando el populismo bajo el que han funcionado durante tantos años los partidos tradicionales que no han abandonado la lógica militarista, vertical y de adulación laureada que históricamente hemos arrastrado.

En definitiva, podría decirse que en la medida en la que la Insurrección de Abril vaya profundizándose en propuestas concretas, probables, asequibles, que cambien la realidad de las personas; propuestas bien colocadas, como un adoquín encima del otro; en esa medida entonces, será la forma en que seguirá siendo la nueva floración, atractiva, incluyente, de espíritu autoconvocado, profundamente democrática, en esa medida seguirá siendo primavera y seguiremos hablando el lenguaje de aquellas piedras de abril. Estas piedras hablan.