Entrevista a Félix Maradiaga: “Vamos a derrocar a Ortega”

Félix Maradiaga ha sido durante la última década una de las voces más reconocidas de la rebelión cívica nicaragüense contra el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Director del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (IEEP), a partir de la rebelión cívica de abril 2018 se integró como activista autoconvocado en las protestas. 

Luego de sufrir acoso y agresiones físicas en los meses posteriores, tuvo que marchar al exilio ante las amenazas de arresto inminente por parte del régimen, que lo acusó de financiar las protestas estudiantiles y de introducir armas en la Universidad Politécnica (UPOLI). 

Maradiaga es actualmente uno de los voceros más conocidos del movimiento antiorteguista. Como miembro del Consejo Político de la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB), ha denunciado ante organizaciones internacionales y gobiernos el terror impuesto por la dictadura en Nicaragua. 

Se define a sí mismo como “un ciudadano indignado, autoconvocado”, aunque no se siente mal con la etiqueta de político, que en su opinión debe ser “resignificada” como parte del proceso de fundación democrática.

En esta entrevista concedida en exclusiva a Revista Abril, Maradiaga expresa su confianza en el triunfo de la lucha cívica del pueblo nicaragüense. “Hay en mi corazón y en mi mente absoluta certeza de que vamos a derrocar a Ortega”, dice, aunque advierte que no solo la lucha por desalojar al tirano del poder requerirá heroísmo.

Considera además que la transición para lograr construir un Estado de Derecho en Nicaragua tendrá que ser liderada por individuos dispuestos a enfrentar los riesgos potencialmente mortales que causará el orteguismo o sus remanentes. En su opinión hará falta una intensa movilización popular, de tipo “insurreccional”, para desmontar el aparato represor. “La lucha contra el sistema tiránico de Ortega trasciende las ideologías”, afirma.

Reconoce las semejanzas de la situación de Nicaragua con Venezuela, y agrega que una enseñanza de esto es no idealizar los diálogos como salida obligatoria. “No puede haber negociación a costa de vidas… es preferible no llegar a un acuerdo que llegar a un acuerdo que lleve a una falsa paz, porque es a costa de la justicia.” 

Coincide con quienes señalan que la estrategia de diálogo logró salvar a Ortega, pero que no era esa la intención del primer diálogo: “la voluntad era detener la masacre”, afirma. También coincide con quienes consideran que algunos líderes de grupos empresariales dieron la espalda al pueblo, no solo durante la insurrección cívica sino en los años anteriores, mientras el régimen violaba sistemáticamente los derechos humanos. 

Sin embargo afirma que “debemos seguir tendiendo puentes”, aunque dice que “no hay que esperarlos demasiado” y llama a “recobrar la fe en la movilización popular”. En su opinión Ortega no se irá, a menos que se le obligue. Personalmente afirma no tener ningún “sueño presidencial”, sino aspiraciones de servicio público, y rechaza el “hiperpresidencialismo” del actual sistema político.

–Entrevistamos a Félix Maradiaga, a quien yo presentaría como un político opositor exiliado, que según entiendo inició su trayectoria trabajando en temas de desarme bajo un gobierno liberal. Félix ha trabajado arduamente en llevar el mensaje de auxilio a los nicaragüenses y ha contribuido a que se entienda que en Nicaragua hay una dictadura terrible y que los ciudadanos nicaragüenses están desarmados frente a una pandilla fuertemente armada y con todo el poder del Estado en sus manos. Félix, estamos en tiempos de cambios y de redefiniciones. Te pregunto para empezar: ¿cómo te definirías a vos mismo?

Yo me defino como un ciudadano indignado, un ciudadano autoconvocado y comprometido con un cambio radical del sistema. Eso sería lo esencial. No me siento mal con la etiqueta de político, yo creo que precisamente parte de la indignación es cómo las dictaduras no solo en Nicaragua sino en otros países del mundo, nos roban a los ciudadanos el derecho a atribuirle a la política un rol que solo ellos pueden hacer. Curiosamente los regímenes autoritarios hacen una labor muy buena en hacer creer a la población que la política es perversa y es sucia, por tanto una de las labores de la democracia es resignificar la política como una labor enfocada al bienestar común.

–Tuviste que salir al exilio, ¿ha cambiado en algo tu perspectiva política y estratégica al estar fuera del país, se ven diferentes las cosas desde fuera?

Yo no diría que ha cambiado, yo diría que ha reconfirmado muchas de mis posiciones, yo no he procedido a hacer ningún trámite de asilo político, por ejemplo, me sigo viendo, me sigo interpretando, me sigo sintiendo como un nicaragüense que hace la lucha en Nicaragua y que se encuentra en una situación temporal, en una situación de exilio forzado pero que puede regresar muy pronto a Nicaragua. Pero volviendo a tu pregunta, ¿en qué ha cambiado? Me ha dado por ejemplo, mayor sensibilidad y cercanía al problema de los exiliados, tanto en Costa Rica como en Estados Unidos, que creo es uno de los temas del que se debería hablar más. En segundo lugar, me ha reconectado con mi experiencia “diaspórica”. 

Yo diría que la oportunidad (aunque fue un momento muy difícil de mi vida, cuando me tocó vivir el exilio un poco más de dos años en mi adolescencia, un exilio muy difícil porque fue sin la compañía de mis padres, me tocó venirme sin mi padre que ya había muerto muchos años antes, me tocó venir solo, sin acompañamiento familiar) me ha reconectado con los planteamientos y aspiraciones, con los retos, con los anhelos de la diáspora; me he reconectado con esa otra Nicaragua, a la que los mismos nicaragüenses dentro de Nicaragua, especialmente los que han estado en el poder de todos los partidos políticos, le han dado la espalda, y ha reconfirmado una hipótesis que yo había tenido siempre muy clara pero que no es lo mismo tenerla clara a un nivel intelectual que en una confirmación más íntima, más humana, y es el hecho de que, para poder reconstruir una república en Nicaragua con instituciones democráticas, con delimitación del poder, con una clase media robusta, con justicia social, se va a requerir de una participación fuertísima de los nicaragüenses en el exterior por un sinnúmero de razones, pero principalmente porque la experiencia del exilio le ha dado a los nicaragüenses, no solamente la parte de los retos y dificultades, sino que también se forma un grupo de nicaragüenses de clase media. Yo soy un convencido que sin la clase media no hay democracia. Nicaragua tiene una clase media menor del 9 %, y con una densidad tan limitada de clase media no hay democracia posible. Entonces, ¿por qué no recurrimos a hacer parte de la reconstrucción del país a esa clase media nicaragüense en el exilio que tiene un nivel de escolaridad alto, que tiene información etcétera?

Me he alargado mucho en tu pregunta pero creo que vale la pena aprovecharla para enfatizar, con mucha humildad, que yo he aprendido mucho del exilio, he aprendido mucho y a un nivel más espiritual, más personal, después de haber venido de muchos años de una prosperidad económica personal por mi labor que muy poca gente conoce; mi labor en el sector privado. Yo soy un pequeño empresario de las energías renovables y eso me había dado cierta comodidad, no una abundancia sino comodidad, y regresar al exilio en ciertas condiciones familiares, no digamos difíciles, más bien estrechas. 

Pero hoy estamos más cerca que nunca, estamos en un apartamento muy pequeño de una habitación. Estamos mi mamá, mi esposa, mi hija, y nunca habíamos estado más unidos. Me decía ayer mi hija algo sabio: papá esta cama es más estrecha, pero me gusta más porque estamos más cerca. En una cama pequeña dormimos los tres. Entonces ha sido una experiencia complicada, pero siempre trato de ver la parte positiva. Yo estoy muy agradecido con el exilio, y cuando digo el exilio me refiero a las personas. Estoy agradecido con las personas, sobre todo en Miami, que nos han acogido compartiendo lo poco que tienen. Ha sido una experiencia dolorosa, enriquecedora pero a la vez aleccionadora. 

–Ya llevamos 14 meses desde que estalló la actual crisis política, y no dudo que la crisis ha cambiado cómo piensa la gente acerca de su país y de su gobierno. Ya no es por ejemplo, el país seguro y feliz, de propaganda. Ahora se habla de dictadura, que no se hablaba antes, y la economía que iba creciendo a paso moderado se desploma, ¿qué más ha cambiado?

Creo que la parte más importante del cambio es el despertar ciudadano, existía en la Nicaragua antes de abril una conciencia sobre la dictadura que era limitada, había una conciencia muy fuerte en algunos sectores de la población, la gente me menciona con mucha regularidad al movimiento campesino, que me parece uno de los sectores más vibrantes en cuanto a la conciencia del problema del país, pero había en el país, en algunos grupos organizados muy pequeños que de manera incansable trataban de estimular una conciencia colectiva en esa dirección, es decir en la dirección del despertar ciudadano, el principal cambio es que hoy ya no es una conciencia limitada, hoy es una conciencia colectiva mayoritaria.

Otro cambio importante es que Nicaragua está en el radar internacional. Una de las cosas que más beneficia a las dictaduras es cuando están fuera del radar de la comunidad internacional. En varias oportunidades grupos de nicaragüenses visitamos actores internacionales importantes; una visita con el Movimiento por Nicaragua en el 2009, otra en el 2011, hubo una sesión con asesores del congreso de EU en la que también tuve la oportunidad de participar, por el 2010. Era frustrante. Se detuvieron varias reuniones con el entonces secretario de la OEA, Insulza, una reunión en Brasil, una reunión en Panamá. Te estoy hablando de pequeñas reuniones de trabajo que hicimos incansablemente durante varios años, y lo que encontramos era una indolencia casi irresponsable frente a lo que estaba pasando en Nicaragua. 

Eso ya no es así, ahora hay una claridad absoluta del carácter totalitario del régimen criminal de Ortega. Naturalmente eso no quiere decir que está ganada la batalla, hay una batalla que va cuesta arriba, bajo condiciones  muy difíciles, las condiciones de un sistema internacional obsoleto como yo he señalado en varios simposios internacionales; un sistema que tiene reglas para regular la democracia, pero las dictaduras no actúan bajo las reglas de la democracia.

Eso ha cambiado. Ha cambiado también otro aspecto que para mí es esperanzador. Si bien es cierto que nunca he sostenido que la juventud es apática, de hecho publicamos un libro que se llama Jóvenes, cultura de paz; publicamos posteriormente un par de investigaciones a más profundidad sobre los jóvenes y los cambios políticos y en todos sosteníamos que la juventud sería fuerza de cambio, pero la verdad es que ese nivel de participación juvenil que hay en Nicaragua hoy, para no decir solo estudiantil, no se había visto desde 1979. 

Finalmente, lo otro que ha cambiado y espero que no sea un cambio coyuntural, temporal, es el hecho de que hay una lucha que trasciende ideologías, es decir, uno de los grandes errores es querer ver esto como una lucha de derecha con izquierda, de liberales contra sandinistas. Me parece que esa es una visión errada de la realidad. La lucha contra el sistema, la lucha contra el poder tiránico de Ortega Murillo, trasciende las ideologías; es una lucha en la que incluso participan destacados actores de la izquierda. No se limita a quienes somos liberales. Es muy importante que el mundo sepa que esta es una lucha contra la opresión, del bien contra el mal, de la dignidad contra los abusos. Dictadura vs. Democracia, ese es el verdadero paradigma.

–Hay unos paralelos para mí escalofriantes entre Nicaragua y Venezuela, te señalo dos: uno es los procedimientos de represión y control que parecen sacados del mismo manual, el segundo es el de la estrategia de la oposición a Maduro y al Chavismo, especialmente el apego al llamado al diálogo y negociación. Si en Venezuela han llegado a la prolongación del régimen por más de 26 años, ¿por qué no habría de ocurrir lo mismo en Nicaragua? Es verdad que el Estado nica no tiene petróleo, pero la destrucción de instituciones en nuestro país, es prácticamente total, mientras que en Venezuela se ha podido salvar el congreso…

Los paralelos son innegables, y yo creo que sería ingenuidad no admitir o por lo menos no reconocer que existe un manual, para decir de forma más figurativa, de los regímenes autoritarios. El uso del diálogo político solo ha servido para oxigenar a estos regímenes. Yo creo que el primer error sería no reconocer esa realidad, creo que hay que aprender de los errores que han cometido los movimientos de oposición en otras partes del mundo. Uno de los errores que de manera pública y muy transparente los hermanos y hermanas de la oposición venezolana han reconocido es que hay que tener cuidado con los diálogos, que solo sirven para oxigenar a los regímenes autoritarios. Yo creo que el primer paso frente a ese paralelismo es reconocer el peligro y no idealizar los diálogos como una salida obligatoria, sino acompañada de características esenciales que hacen del diálogo un proceso legítimo. De lo contrario estaríamos cayendo en un error. 

Por otro lado, no puedo abandonar mi compromiso personal, humano, histórico, con la lucha no violenta, y una de las características esenciales de la lucha no violenta es priorizar la posibilidad de que las partes puedan llegar a acuerdos políticos desde el punto de vista estrictamente de principios quizás tomados de la filosofía cristiana. Se dice que se odia al pecado pero no al pecador, así podemos diferenciar entre la maldad y la perversidad del sistema, pero también reconocer en este caso que este es un conflicto entre nicaragüenses, que este no es un conflicto con una invasión extranjera, que este no es un conflicto entre terrícolas o alienígenas. 

Si reconocemos que este es un conflicto entre nicaragüenses y creemos en la no violencia y que no debemos suponer que debemos exterminar al enemigo porque ese es, digamos, el pensamiento clásico en una guerra; tenemos que darle alguna posibilidad a una salida negociada en algún momento, pero tiene que ser una salida negociada bajo condiciones fundamentales, de voluntad política, de transparencia, de compromiso con las vidas que fueron cercenadas en abril del 2018, es decir, no estamos hablando de una negociación política a costa de, y esta es la parte más complicada porque al parecer pareciera una contradicción.

Reconocemos la altísima probabilidad, casi con certeza, de que el régimen en su perversidad quiere instrumentalizar el diálogo, pero por otro lado reconocemos que la guerra, las armas no son la salida, la solución está precisamente en un camino que yo llamaría intermedio. ¿A qué me refiero con un camino intermedio? Para decirlo en términos muy criollos, en el reconocimiento de que somos pacíficos, pero no somos tontos, es decir que creemos en la paz, pero no vamos a permitir una paz a costa de, y esa es la parte compleja.

–Ya que hablas de cristianismo, ni en el Nuevo Testamento, no hablemos del viejo, ni en las escrituras posteriores, en ningún momento se asume que la justicia terrenal deba ser abandonada. El problema es asumir que vas a negociar y ceder…

Es a eso que me refiero cuando hablo de los principios fundamentales… No puede haber negociación a costa de las vidas cercenadas… ¿A qué me refiero con esta afirmación? A que toda negociación debe tener como principio sine qua non la memoria, la verdad y la justicia. Es decir, es preferible no llegar a un acuerdo antes que llegar a un falso acuerdo, porque te genera una falsa paz a costa de la justicia. Ningún acuerdo que sea a costa de la justicia, en Nicaragua, en Palestina, en Sudán o en Irán, en cualquier parte del mundo, va a ser sostenible porque los únicos acuerdos sostenibles son aquellos que precisamente pasan por un reconocimiento de que hubo, en el caso de Nicaragua, violaciones a los derechos humanos, crímenes de lesa humanidad. Creo que la historia tiene demasiadas lecciones. Aquellos acuerdos políticos que niegan el costo humano caracterizado por la etapa de conflictos a costa de una supuesta paz, en el largo plazo terminan siendo más bien un dolor de cabeza bastante alto. Esto ya tiene numerosos ejemplos…

–¿En tu opinión es Ortega un genocida?

Si, en mi opinión es un genocida y no solo en el presente. Yo creo que los crímenes que se cometieron contra las comunidades misquitas en los años 80, lo que se conoció como la navidad roja, no se cometieron a espaldas de Ortega, él era jefe de Estado en ese momento, por tanto jurídicamente era también penable. Sí, para mí es un genocida.

–Volviendo al tema del diálogo, tal y como ha ocurrido en Nicaragua, desde mi punto de vista la estrategia del diálogo salvó a Ortega en el 2018 y le dio tiempo para reorganizarse y lanzar sus paramilitares contra la población, ¿me equivoco?

No, creo que no te equivocas, lo he dicho públicamente. Creo que la forma en que se dio el diálogo 1.0 le dio ventajas al régimen porque sucedió en un momento que había una explosión ciudadana que creo que iba en ascenso, y me parece que la gente se enfrió en la calle, me parece que hubo una rebelión ciudadana, que en mi opinión personal, lo digo ahora y lo he dicho con mucho respeto, no quiero retractarme de lo que opiné antes, mis opiniones han sido muy transparentes y públicas: creo que había un ascenso, una efervescencia de la rebelión popular que fue enfriada al mediano plazo. Nos estamos dando cuenta que fue un error, los muertos continuaron, los exiliados continuaron, las cárceles… 

Yo di declaraciones al respecto y escribí al respecto, “tuitié” al respecto, y no estaba diciendo que no era momento de negociar, pero me parece que se tenía que hacer en el momento que se hubiese tenido que hacer, en el momento que hubiese una correlación de fuerzas distinta. Lo digo con la misma transparencia con que afirmo que el diálogo 1.0 enfrío la calle, con esa misma responsabilidad digo que la culpa no fue de la Alianza, realmente había un convencimiento sincero de que el diálogo podía llevar al régimen a acuerdos favorables para la democracia. Era el convencimiento de algunos obispos de la Conferencia Episcopal, de la comunidad internacional; opinión que no muchos compartimos. 

Sí me parece que ha habido una actitud crítica justa respecto a que al régimen se le oxigenó casi gratuitamente o casi intencionalmente. No soy parte de la Alianza Cívica, estuve muy cerca de la Alianza cuando no había salido de Nicaragua y te puedo decir que la voluntad en todo momento era detener la masacre, la voluntad en todo momento era encontrar una salida pacífica y creo que en ese momento nos ganó la partida eso de creer en una idea muy noble. Nosotros no nos comportamos con los mismos valores que se comporta Ortega, y ese es un problema estructural de fondo, es decir no podés suponer que un tirano, un asesino, un genocida, tiene la misma estructura de valores y la misma estructura de intención mental que un ciudadano que cree en la  paz…

–En las luchas hay que saber con quién cuenta uno y hasta dónde cuenta uno con esos recursos, con esa persona, y los grandes grupos empresariales que cogobernaron con Ortega, en un momento crítico de la crisis se negaron a decirle a Ortega: no señor, no más; usted no puede gobernar el país sobre un genocidio. Y abandonaron a la gente cuando el país estaba prácticamente paralizado. ¿Me equivoco?

No, no creo que te equivocas, creo que el pueblo nicaragüense lo sabe y se esperaba de varios líderes del gran capital una respuesta bastante rápida, que no se vio. Yo creo que el pueblo es sabio porque no solamente en ese momento, sino que durante muchos años cuando Ortega estaba matando campesinos, cuando estaba impidiendo marchas del Movimiento por Nicaragua, de la Coordinadora Civil; cuando estaba anulando personerías jurídicas de varios movimientos de oposición, cuando estaban golpeando a los jóvenes de Ocupa INSS, varios de los líderes de sectores del gran capital, de los cuales se hubiera esperado una actitud más solidaria, más cristiana; lo que hicieron fue dar la espalda.

Me parece que ese fue uno de los temas ampliamente reconocidos y yo creo que la única forma de repararlo es desmembrándolo, es decir yo, si bien es cierto soy un pequeño empresario, nunca fui parte de COSEP, fui parte de INDE que es una de las cámaras que lo conforman. Aunque no sea parte del COSEP me he encontrado en una situación muy complicada, principalmente cuando escribí el libro: Libertad económica en Centroamérica, donde le dedicamos el capítulo de Nicaragua al pacto de lo que llamamos el sector privado. Ya desde el 2014, que empezamos a publicar más abiertamente eso, yo me sentía triste porque muchos colegas del sector privado al igual que yo, sintieron que cualquier crítica al sector privado era una deslealtad. Yo creo que fuera de cámara, fuera de las entrevistas hemos hablado de estos conceptos de lealtad a tu gremio, obediencia, disciplina, unidad son conceptos que a veces se tergiversan para callar las verdades; cuando queremos transformar la realidad hay que nombrar los problemas que impiden transformar esa realidad. Pero por otra parte, un error que se comete es querer lapidar o querer crucificar a estos sectores. Yo he visto a varios líderes del sector privado que estuvieron en una posición cuestionable. Hoy he visto a muchos de ellos del lado correcto de la historia.

–¿Estás hablando de los más importantes, los más poderosos económicamente?

Es que yo no tengo acceso a esos grupos, entonces no puedo hablar de lo que no conozco. Yo tengo una excelente relación con sus principales operadores empresariales. A mí me parece que siempre han sido un espejo los comportamientos y puedo verlo en muchos de sus altos ejecutivos, con los cuales tengo una relación fluida de amistad cercana y el cambio ha sido real, de arriba hacia abajo y también de forma horizontal; me refiero a que ha habido en las familias nicaragüenses de todos los estratos socioeconómicos una consternación auténtica por los crímenes, y eso uno lo ve desde la familia de alguien que era policía y se dio cuenta de que su hermano policía pertenecía a una institución criminal; también desde la persona que era CPC en el barrio y que se sintió indignada, etc… 

Muchos empresarios que estaban haciendo plata con Ortega hoy también han llorado, los he visto llorar de arrepentimiento… Entonces mi posición es que nosotros tenemos que continuar tendiendo puentes, para que todas las personas, desde el activista del barrio, el militante sandinista allá en el Cuá Bocay, el que estaba denunciando a las personas que eran parte de la oposición allá por el 2009 2008… Con todas estas personas que en algún momento estuvieron del lado oscuro tenemos que hacer un trabajo para explicarles y decirles que siempre hay tiempo para abandonar el barco de la tiranía, porque también es un problema estructural que tenemos los nicaragüenses, el hecho de querer lapidar al que estuvo del lado incorrecto de la historia…

–No se trata de eliminar a la empresa privada, eso se usa muchas veces como una defensa de personas que han actuado antidemocráticamente y dicen ante la crítica: “es que ustedes están en contra del sector privado”… Sabemos que no se trata de eso, porque sabemos que la iniciativa privada es todo, es lo que mueve al país, desde el último pulpero hasta el último magnate. De lo que se trata es de crear cohesión social… Y a propósito de crear puentes, un puente que parece necesario actualmente en esta lucha y que no está creado aún, es un puente que logre crear un pacto social entre el gran empresariado y la ciudadanía. Esto es algo que podemos dejarlo como un inquietud para reflexionar… Pero volviendo tu opinión: te hemos visto criticar fuertemente la lentitud de la comunidad internacional, dices que ellos permiten que los tiranos se amparen en reglas que están hechas para defender el statu quo democrático. Pero mientras pides mas contundencia, Juan Sebastián Chamorro, representante de la Alianza, pide que no se aplique la carta democrática contra el régimen, y se sabe que ha habido una actividad de cabildeo de la Alianza en Washington para tratar de suavizar la posición de EU frente al régimen. Eso nos deja perplejos no solo a nosotros, sino también a funcionarios europeos y estadounidenses. Te pregunto: ¿no habría que reclamarle también a Chamorro, y a quienes socavan la acción contundente de la comunidad internacional contra el régimen? 

 Mira, conozco demasiado bien a Juan Sebastián para atribuirle una mala intención en eso, lo conozco demasiado bien como para asegurar que ha estado comprometido con la búsqueda de una salida democrática. Me parece que lo que hay acá son malos entendidos, o probablemente distintos enfoques de fondo de la estrategia. Yo no creo que hay un ánimo en ese sentido, yo lo que creo es que hay un mal entendido, creo que la Alianza debe aclarar, yo no soy miembro de la Alianza Cívica, les corresponde a ellos aclarar si hay un mal entendido o realmente hay una diferencia de enfoque, porque lo que yo puedo decir es lo que tenemos consensuado oficialmente en el marco el Consejo Político de la UNAB donde se ha llegado a un acuerdo. Lo hemos hecho saber por escrito al grupo de trabajo de la OEA. Creemos que debemos redoblar los esfuerzos con la presión internacional, incluyendo la aplicación de la carta democrática, no solo en su artículo 20 si no también con el artículo 21. Creemos que si Ortega no tiene esa amenaza real va a continuar secuestrando y chantajeando a Nicaragua. Ahora, en qué momento se aplica el artículo 21 y eso… Nosotros no tenemos el control de lo que van a decir otros embajadores pero creo que nuestra solicitud debe ser franca, debe de ser abierta, debe ser transparente respecto a lo que creemos como Unidad Nacional, nosotros como Unidad Nacional creemos en la plena aplicación de la carta democrática…

–Pues sería interesante que hubiera una aclaración de Juan Sebastián o de la Alianza al respecto… Pasando a otra cosa, mucha gente habla de Félix Maradiaga como una persona que tiene, digámoslo así: sueño presidencial, seguramente lo has oído. En cualquier país civilizado del mundo eso no es solo natural si no que es también deseable. Competir para servir es el concepto. Ya sabemos que en el caso de Nicaragua desgraciadamente la política es trágica y la ambición individual, que no tiene nada de malo en sí, debe verse subordinada al bien común. ¿No sería necesario que en las actuales circunstancias, la gente supiera qué esperar de cada quién? ¿Le ves problema a eso?

Absolutamente ningún problema. Pero primero: sueño presidencial ninguno. Aspiración de servicio público he sido siempre totalmente transparente. Hace cuatro años por ejemplo Lucía Pineda, mi buena amiga, de manera muy bandida publicó solamente parte de un titular para hacerlo más espinoso. Me dijo: Félix, a vos mucha gente te mira como un político de nueva generación ¿Cuál es tu aspiración? Yo le contesté que creo que la política debe ser renovada, y la renovación de la política pasa por la participación de personas que no han estado sujetas a corrupción, que tienen una voluntad democrática y que deben participar y competir. Por ejemplo, a mí me entristece ver que el transporte público de Managua en un país del siglo XXI, que en un transporte público las personas vayan en condiciones menos favorables que un animal de granja, a mí me encantaría por ejemplo, le decía a Lucia, ser alcalde, porque creo que tengo mucho que contribuir o ayudar para reparar problemas concretos de la vida cotidiana. Pero tu pregunta es mucho más puntual en el caso de la parte presidencial y quiero aprovechar para responderla con absoluta transparencia. 

El problema más grave que tenemos ahora en Nicaragua de servicio público es la presidencia como institución. Me parece que es obsoleta, me parece que tiene demasiados poderes y me parece que eso debe ser reformado jurídicamente. Por ejemplo, aspiraciones para ser el tipo de presidente que está hoy en Nicaragua, desde el punto de vista jurídico no tengo absolutamente ninguna. Lo que sí quiero ser y lo quiero decir aquí y lo he dicho en otros lados, es que quiero ser parte del cambio, quiero ser parte del grupo de hombres y mujeres que nos vamos a poner a la orden para poder reformar la política. Tenemos que reducir el tamaño del Estado: concejales, alcaldes, diputados, diputados suplentes… Pero así como rechazo el hiperpresidencialismo rechazo también cualquier intención de escoger a la persona que tiene la responsabilidad del ejecutivo para escogerla “de dedo”, porque eso es inapropiado, así que sin lugar a dudas a mí me van a ver cuándo sea el momento correcto, que creo que no es este momento; me van a ver poniéndome a la orden de ese ejército de ciudadanos que tenemos que estar ahí trabajando en la transformación de la política. Ahora, en qué posición va a ser más adecuado… Bueno, voy a escoger la posición donde yo pueda agregar más valor, en donde no divida y pueda sumar voluntades.

–¿Es legítimo el gobierno de Ortega Murillo?

Yo creo que es ilegítimo, por esa razón no hice ejercicio del voto en las elecciones anteriores, creo que ir a votar en la elección anterior era legitimar lo ilegitimo, así lo hice saber públicamente. Además de sus crímenes de lesa humanidad, Ortega tiene un problema de ilegitimidad de origen.

–¿Cómo el pueblo de Nicaragua va a derrocar la dictadura de Ortega Murillo?

Primero quiero reiterar que hay en mi corazón y en mi mente absoluta certeza que lo vamos a derrocar. Siento que quienes dudan es porque no han visto de cerca la indignación del pueblo y su compromiso. Creo que va a ser más duro de lo que creemos, creo que no va hacer por la voluntad de Ortega. Tengamos claro que Ortega por su propia voluntad no se va a ir, lo vamos a tener que sacar a través de una combinación de mecanismos de presión. Esos mecanismos de presión incluyen pero no se limitan al tema electoral. Es decir organizarnos políticamente, organizar a la ciudadanía en defensa del voto, tener partidos nuevos que puedan entusiasmar a la ciudadanía en unas elecciones verdaderamente libres… Todas esas son cosas positivas, pero no suficientes. Tiene que ser una combinación con otros factores…

–Pero sí vemos que Ortega, el FSLN, es una organización genocida, involucrada, como lo ha verificado la ONU y oros organismos internacionales, en crímenes de lesa humanidad, y si no es legítimo; qué clase de nación y qué futuro se construirá para los que vienen después, si se acepta que un genocida sea candidato legal y legítimo en una elección… 

Es que no lo debería ser. Yo he dicho que se debe ir, pero mi supuesto no es que él estará en una boleta electoral. No puede estar en una boleta electoral alguien que tiene las manos manchadas de sangre…

–¿Puede estar el FSLN? 

Yo creo que sí. Todos quisiéramos que no, pero si alguien tiene una idea distinta que no sea la guerra o la intervención extranjera, bueno… Pero mi posición es muy clara: yo creo que el FSLN es una organización terrorista que no debería tener lugar en una sociedad democrática, Me parece que el Frente Sandinista en la forma que tiene hoy ha perdido su derecho a ser parte de un sistema democrático de partidos. Sin embargo no es una decisión que podemos tomar unilateralmente. Si creo en la democracia, esa debe ser una decisión tomada democráticamente, a través de una mayoría legislativa que se  exprese como resultado del voto libre, supervisado, luego de una gran reforma electoral y luego de una montaña de votos; a través de una asamblea nacional que haga una reforma fundamental del Estado nicaragüense. No creo que por vías no democráticas vamos a declarar ilícito al Frente Sandinista, a través de qué mecanismo. Si alguien tiene una idea estoy abierto a que se discuta…

–Estamos hablando no de los detalles prácticos, estamos hablando de una cuestión muy importante porque si se permite que Ortega Murillo y los que dirigen actualmente el Frente Sandinista sean aceptados en un proceso electoral después de cometer crímenes de lesa humanidad, estamos diciendo básicamente que el crimen paga, y llega un punto en que uno se pregunta si eso es pragmatismo o es cinismo moral, dar y recibir, dar legitimidad a asesinos y torturadores…

Totalmente de acuerdo. Yo creo que hay una diferencia que pareciera que no existe pero sí la hay, entre los individuos que han cometido crímenes de lesa humanidad y que igual que vos no creo que deberían estar en una boleta. Me preguntaste por Daniel Ortega y te dije que no creo que Daniel, pero igual te diría de Fidel Moreno o de Aminta Granera o de Rosario Murillo; igual lo diría de los hijos de Ortega y la lista de personas con las manos manchadas de sangre. Pero la pregunta es si la entidad jurídica Frente Sandinista tiene derecho o no… 

–¿Hablamos de elecciones adelantadas sin Justicia previa?

Pensar en justicia con Ortega en el poder es una ingenuidad, por definición Ortega y sus secuaces son criminales y los criminales nunca se van a autoaplicar justicia. Mi opinión es que Nicaragua solo va a lograr un esquema de memoria, verdad y justicia cuando hayamos sacado a Ortega, a sus secuaces y al Frente Sandinista, porque ellos mismos nunca se van a autorecetar un esquema de justicia real. Estamos viendo una amnistía que es una burla a las víctimas, una burla a los familiares de las víctimas. Creo que muchas de las cosas que quisiéramos ver hoy nacen de nuestra indignación, de nuestro correcto deseo de que se den ya, pero me parece que la realidad es que muchas de las transformaciones de cara a la memoria, la verdad y la justicia se van a dar en efecto cuando logremos sacar a Daniel Ortega. No es lo que yo quiero o lo que aspiro. Hay que diferenciar entre el ser y el querer ser. Yo no le atribuyo a Ortega, ni al FSLN ni a sus secuaces ninguna capacidad moral ni política, ni ninguna voluntad para hacer verdaderos cambios que vayan orientados a la verdad, la memoria y la justicia. No sé si estás de acuerdo con eso…

–Sí estoy de acuerdo. Pero veamos, lo que planteas es una secuencia de eventos mas o menos así: derrocamiento de la dictadura, cierto gobierno de transición y luego construir la democracia y la justicia…

Yo quisiera algo distinto. Yo quisiera que la justicia fuera ya. Creo que hay gente que en algún momento creyó (y esto nos regresa a la reflexión de hace unos minutos cuando hablamos del diálogo 1.0) o que pensaba que podía haber una comisión de la verdad, una comisión investigadora, con la llegada de organismos internacionales. Yo lo entiendo, porque teóricamente se abrió una ventana de oportunidades históricas, pero creo que Daniel Ortega siempre lo tuvo claro y nunca tuvo ninguna voluntad de permitirlo. Daniel Ortega no tiene en su corazón una pizca de moralidad bajo los estándares que vos y yo los tenemos. Fue una oportunidad en la que muchas personas dijeron: bueno, esto va a ser a través de una comisión internacional, etc. Conclusión: mientras Daniel Ortega tenga el control del aparato político-militar nicaragüense y del ámbito legislativo, etc., no podemos lograrlo. 

–Hace unos días vimos unas escenas paralelas como cuando dividen una pantalla de televisión. En un lado de la pantalla represión imparable, brutal, hasta sacrílega, contra gente que asistía a misas en la catedral de León y Managua. Mientras en otro lado un partido llamado Ciudadanos por la Libertad se reunía sin ningún problema, en total y absoluta calma, en una convención que ellos llaman extraordinaria, que llamaron Héroes de abril, y la gente se pregunta si son aceptados por el FSLN, o si son el mismo partido que hegemoniza la Alianza Cívica, es decir, los grandes empresarios… 

Yo no quisiera caer en el error de las redes sociales y decir, bueno, a nosotros nos están reprimiendo, ¿por qué a ellos no les hacen lo mismo? casi como esperar que la otra persona sufra un daño similar al tuyo para para considerarlo legítimo. Hay en el ambiente una forma en mi opinión totalmente desacertada de analizar la represión, que lleva a la gente a tomar sacar su conclusión sobre la otra persona. Yo quiero señalar que todo lo que le pasa en Nicaragua a la gente que es reprimida, la gente que acosada, debe ser atribuido al régimen. Me parece que es un error de análisis lamentarse porque no están reprimiendo al otro, me parece que cada vez que hay represión la atención mediática política debe señalarse en el régimen. Esto debemos verlo con preocupación y con sospecha, pero no señalando culpas en el que no fue reprimido, sino una preocupación respecto a que el régimen tiene distintas categorías de opositores y hay una categoría de opositor, el ciudadano autoconvocado que no pertenece a un partido político, que no ha estado vinculado al sistema, que para el régimen es indeseable, es el que va a la cárcel, el que es reprimido. Pero no creas que ser C x L es tener inmunidad. A varios de ellos les ha tocado cárcel cuando se salen de ese esquema del que el régimen no quiere que salgan…    

–Se sabe que hay dos opiniones encontradas en estos momentos entre los que quieren resolver la crisis política en Nicaragua. Unos dicen que hay que sacar a Ortega y después hacer elecciones y transición democrática; otros dicen que es imposible hacer elecciones libres ni transición mientras Ortega esté en el poder o tenga algún poder. Sin que este tema sea un llamado a la controversia porque realmente es un tema que hay que debatir. Nada más por transparencia democrática… ¿Cuál es tu posición al respecto? Entiendo que la primera ¿no?, sacar primero a Ortega como una precondición…

Sí, me parece que jurídicamente se puede hacer. Hay mecanismos jurídicos básicos, por ejemplo el tema de la no reelección es fundamental. Es fundamental tener una idea clara del tema de justicia transicional. Es fundamental una reforma radical del sistema electoral. Me parece una ingenuo y hasta ofensivo suponer que vamos a ir a elecciones con un sistema electoral como el de ahora, aunque se le hagan cambios cosméticos o de personas. Yo soy de la escuela de pensamiento de que se requiere ese tipo de cambio reconociendo como te decía, una dosis de pragmatismo político en el sentido de que la profundidad, la totalidad de los aspectos de memoria, de no repetición, de justicia se van a tener que ver cuando haya salido Ortega del poder y no antes. En tanto, no reconozco ningún tipo de voluntad de parte del orteguismo.

–Tengo un escenario macabro en mente que me da vueltas en la cabeza. Es la idea de elecciones adelantadas y que Ortega astutamente accede, dice que sí, pero como se negocian estas bajo estas condiciones de “pragmatismo”, se les permite a ellos competir. Pero nadie va a poder quitar el control sobre la fuerza represiva, ganen o pierdan. Y si pierden, a pesar de la intimidación que puedan ejercer, al final del proceso obtienen un porcentaje del poder político, pero más que todo eso: continúan con sus canales de televisión, con sus negocios, sus grupos paramilitares, su control sobre la policía, el ejército, y a partir de ahí se han legitimado, ya tienen de nuevo alcaldes, diputados, participaron en un proceso legítimo de elecciones y si alguien empieza a reclamar las cosas que hablamos de justicia verdadera, etc., comienza a suceder lo que sucede en otros países, que empiezan a aparecer activistas asesinados, etc…

Es un escenario macabro de alta probabilidad, y creo que por eso tenemos que conectar esa probabilidad con una pregunta que usualmente se hace de manera muy ligera y que se responde también de una manera muy ligera. ¿Hay aspiraciones a la presidencia y a cargos políticos? porque pareciera que estamos hablando de un Estado en dónde va a ser un premio estar en el servicio público. Desafortunadamente, no tenemos que ver a las personas que van a estar al frente de la Asamblea Nacional y del Poder Ejecutivo, o a quienes van a desalojar al Frente Sandinista por la vía electoral (en el escenario menos perverso ¿verdad?); no tenemos que ver a esas personas como personas que van a tener privilegios, o que van a gozar de un botín de guerra; que es desgraciadamente la mentalidad histórica que hay cuando sale un partido político del poder y entra otro. En cada lugar deberá haber una foto de Alvarito Conrado y de cada asesinado para que se recuerde que la parte más dura la batalla no es el día que se ganen las elecciones, sino después, porque el FSLN va a tratar de hacer exactamente lo mismo que le hizo a Violeta Barrios cuando ganó en 1990…

–Yo diría que peor, porque lo que quedaría en un escenario como este es un sicariato, ya no gobernando desde abajo, sino asesinando desde las sombras; porque esas fotos no van a impedir que eso suceda…

Sé que no es tu intención pero me parece a mí que a veces se subestima la valentía, la convicción del pueblo nicaragüense; por eso es tan importante escoger bien quien va a estar administrando la gestión pública en todos los ámbitos. Es decir: si hubo valentía para poder enfrentar a la dictadura sin tener el control del gobierno, gran parte de la probabilidad de éxito de la ciudadanía azul y blanco autoconvocada  va a ser mantenerse misma actitud de valentía una vez que se ha logrado llegar al gobierno; y perdón que haga una comparación que a muchas personas les va a parecer incómoda pero creo que eso nos faltó en 1990. Eso nos pasó en 1996. Nos faltó darle al pueblo el protagonismo que verdaderamente tiene. Al pueblo solamente se le ha llamado cuando tiene que poner el pecho, y el pueblo tiene que estar al frente. Desmontar una policía por ejemplo. ¿Cómo es que hay que hacerlo? Sin un masivo respaldo popular va a ser imposible poder ejercer el poder en una alcaldía, va a ser imposible sin un protagonismo popular. Yo lo que creo es que hay que utilizar (y la comparación es un poco también incómoda) algunas de las herramientas que solamente las izquierdas han utilizado históricamente luego de los periodos insurreccionales o revolucionarios, que es básicamente tener un gobierno apoyado con una movilización popular constante para poder cumplir con los objetivos que tenemos. Pensar en una administración pública clásica, conservadora, burguesa, que va a llegar a administrar el Estado creyendo que con votos en la asamblea y con solo levantar la mano va a poder hacer una reforma, es realmente un acto inmenso de ingenuidad. 

Cuando estoy hablando de Alvarito, cuando estoy hablando de los muertos, también estoy hablando de los presos políticos que han aguantado meses de cárcel y tortura y que no se doblegaron; ellos deberán jugar un papel fundamental en la administración pública. Pareciera que estoy siendo un poco populista pero solamente un gobierno con permanente movilización popular podrá tener la capacidad de enfrentar directamente la probabilidad de un Ortega intentando gobernar desde abajo. Y voy a dar algunos ejemplos: yo siempre he creído que uno los principales instrumentos jurídicos que se van a requerir en Nicaragua después de que se haga el traspaso de gobierno; inmediatamente después de una ceremonia de traspaso de poder hay que firmar el estatuto de Roma, adherir al estado de Nicaragua a la Corte Penal Internacional y hay que empezar a trabajar de inmediato en la persecución de los crímenes de lesa humanidad. Ahora, si eso lleva a que algunas de las personas que estén al frente pueda ser asesinada, entonces tenemos que preguntarnos si el que quiere ser diputado o alcalde, presidenta o presidente y no está dispuesto a tomar el riesgo de este sacrificio, entonces que espere su turno para cuando Nicaragua esté reparada, cuando haya Estado de Derecho. Por eso es que te digo que dejemos de preguntar o tratar a la presidencia o los cargos de administración pública como si se trataran de un premio. Vamos a necesitar patriotas con la misma valentía que se tuvo para levantar un tranque, para soportar la cárcel y enfrentarse a Daniel Ortega. De lo contrario Nicaragua estará condenada a estar secuestrada por un tirano.

–Una última pregunta, luego dices unas palabras: ¿valdría la pena tanta lucha, tanto sacrificio para que la Alianza gane unas elecciones?

Para empezar, toda lucha por desalojar a un tirano vale la pena. La lucha, al día de hoy, ya ha valido la pena, porque se le ha caído la máscara a Daniel Ortega, porque se ha despertado un pueblo, porque hay y va haber una juventud que no va a permitir (estoy segurísimo y vos has visto a mucho de los chavalos, miles y miles que están en Nicaragua, otros que están en Costa Rica; no van a permitir nunca otra tiranía. Te digo una cosa, vale la pena todo lo que ha pasado hasta hoy. Lo que viene después de hoy no es fácil, la lucha ya valió la pena desde hoy, lo que viene después de hoy va a depender en gran parte de nuestro compromiso, de nuestra madurez, de enfocarnos en la construcción del país que todos merecemos. Pero la lucha ya valió la pena desde ya, a pesar de todos sus costos humanos.

Francisco Larios

El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org. Artículos de Francisco Larios