Gobierno de transición: petición urgente del pueblo (una respuesta al editorial de La Prensa del 29 de abril de 2020)
Danilo Martínez
Lic. Luis Sánchez Sancho, editorialista de La Prensa.
Su despacho.
Recientemente, el veintinueve de abril del dos mil veinte, La Prensa de Nicaragua, en su página editorial, se opuso “radicalmente “ a un Gobierno de Transición, argumentando entre otras cosas, que son radicales las personas que no aceptamos ir a elecciones mientras ORTEGA Y MURILLO estén en el poder.
Si buscamos la palabra “radical”, en el diccionario de la Real Academia de la lengua Española (RAE), encontramos que significa “relativo a la raíz. Fundamental o esencial. Total o completo.” Hasta aquí la cita. Y la voluntad de la mayoría del pueblo y sus hijos, de quienes ofrendaron sus vídas, de los que fueron mutilados o mermados en la funcionalidad de algun órgano, de los presos políticos, es que la dictadura orteguista llegue a su fin. Es decir, que efectivamente la decisión y voluntad el pueblo de Nicaragua es radical, como radical fue también el pueblo cuando se trató de extirpar para siempre a la dictadura de Somoza.
Desde la entrada el editorial propone cambiar las cosas para no cambiar nada. Lo cual evidentemente coincide con la voluntad del dictador de quedarse en el poder. Por lo que su título debería de ser “El comandante se queda”.
Continua el escrito de La Prensa diciendo que “la propuesta de la “oposición moderada” es ponerle fin a la dictadura orteguista a través de elecciones, previa reforma electoral que le de validez.” Se olvida La Prensa que el dictador puede producir las reformas electorales más perfectas pero no las cumplirá, y que el problema de Nicaragua no es electoral, ni de reformas electorales, pues si así fuera, no estuviéramos en esta crisis. El problema central es la existencia de todo un aparato de muerte y destrucción al servicio de la pareja Ortega-Murillo, que han anulad y anulará mientras continúe en el poder, la voluntad popular, mediante fraudes electorales.
Resalta el editorial que la propuesta de una salida electoral goza del apoyo internacional, y que ese apoyo es indispensable para encontrar una solución democrática. A lo cual debemos recordarles que la comunidad de países de América encabezada por Estados Unidos han ejercido fuerte presión contra el dictador, y que recientemente el señor Pompeo, Secretario de Estado de aquel país, ya habla también de “transición democrática”; en cambio la comunidad europea ha pasado estos dos años post Abril, solo en resoluciones, y ninguna sanción hasta el día de hoy. Lo cual revela, en primer lugar, la poca importancia que le dan a la situación del pueblo de Nicaragua, y en segundo lugar, lo poco que conocen nuestra realidad nacional. Pero además estos países europeos se contradicen cuando dicen que ellos no negocian con terroristas y asesinos, pero nos quieren obligar a negociar con quienes segaron las vidas de más de 700 civiles indefensos. Y, finalmente, debo recordar que no es lo que decidan otros en el plano internacional, sino las acciones decididas y organizadas del pueblo lo que va a determinar la solución a la presente crisis. ¿O acaso el pueblo de Nicaragua pidió permiso a alguien para salir a las calles decididos y pedirle al dictador que se fuera?
Luego afirma el editorial que la idea de un gobierno provisional es un “mito político”. ¡Ah, vaya!… entonces es un mito hecho realidad con Somoza y que debe convertirse en otra realidad con la dictadura Ortega-Murillo. Jamás había visto un mito transformado en realidad.
Dice el editorial que el gobierno provisional ejerce su gestión hasta que se aprueba una nueva constitución. ¡Vaya! Entonces el editorialista está confesando que no ha leído las propuestas realizadas por el M.U.D, Iniciativa por el Cambio, y otras agrupaciones políticas, en las que claramente se dice que se anularán las reformas constitucionales que concentraron el poder político en manos del ejecutivo. Lo cual significa que el marco jurídico que quedaría sería la Constitución Política de 1986 con las reformas de 1995, reformas realizadas durante el gobierno de doña Violeta y que democratizaron la constitución izquierdista de los Sandinistas.
Seguidamente, el editorial expresa un temor fundado, que lo compartimos todos los nicaragüenses, y es que debemos garantizar que el gobierno provisional que asuma a la caída de Ortega cumpla su misión en un plazo de doce meses, tiempo necesario para que organice las primeras elecciones limpias, transparentes y justas en muchos años. Y que entregue el poder al primer gobierno legítimamente constituido.
En su último párrafo el editorial de La Prensa afirma, como otro argumento en contra del gobierno provisional, que “si no es posible derrocarlo por medio de la fuerza, pues hay que sacarlo del poder mediante elecciones libres, limpias y competitivas como ya se pudo sacar a la primera dictadura sandinista en 1990”.
¡Que clase de mentira histórica! ¿Quién dice que se derrocó una dictadura en 1990? Eso fue lo que le hicieron creer al pueblo humilde que con mucho entusiasmo fue a depositar su voto a las urnas. Pero la verdad fue otra, y es visible y comprobable ahora que han pasado 30 años de aquellas elecciones que ganó doña Violeta Barrios de Chamorro.
Lo que ocurrió en 1990 fue que Ortega, habiéndose arreglado con parte de la “oposición moderada”, que hoy vuelve a sacar la cabeza, aceptó haber perdido las elecciones, que bien pudo robárselas una vez más. Y aceptó su derrota al filo de la medianoche, con el acuerdo que el nuevo gobierno desarmaría y destruiría todas las armas de la Contra, y dejaría armado al ejército sandinista, que Ortega se quedaba con el Ejército y la Policía, que su hermano quedaba al frente del Ejercito, que se legalizaría la famosa “piñata”, y que entregaría el poder Ejecutivo pero no los demás poderes. Es cierto que después se quedó reducido a 5 diputados con la rebelión de los que formaron el MRS, pero esas elecciones arregladas con las “fuerzas moderadas” permitieron que hoy, 30 años después, el dictador cuente con tres instrumentos armados, el Ejercito, la Policía y los Paramilitares, y que durante todo este tiempo, desde que le entregó el poder a doña Violeta, haya seguido asesinando a los líderes de la democracia que luchan por una verdadera libertad. Esta realidad es la que quiere reeditar el editorial de La Prensa.
Muy por el contrario, de la historia patria hay que extraer la lección, que por no haber solucionado de fondo el problema con la dictadura de ORTEGA, hoy nos encontramos pagando un alto precio de luto y de dolor.
La tesis de la instalación de un Gobierno de Transición cada día cobra más fuerza entre las distintas corrientes y expresiones políticas de la verdadera oposición nicaragüense.
El treinta de marzo del dos mil diecinueve en su proclama de fundación, el Movimiento de Unidad Democrática M.U.D. planteó ante Nicaragua y el mundo su posición de que la crisis política y social que sufre la nación requiere una solución política de fondo, a menos que queramos a la vuelta de treinta o cuarenta años, reeditar y heredar estos conflictos anacrónicos a las futuras generaciones.
No se trata de cambiar el gobierno de Ortega. Se trata de derrotar y desmontar la estructura de muerte que representa el sistema dictatorial del Orteguismo.
La Asociación Nicaragüense pro Derechos Humanos (ANPDH), como un organismo comprometido con los derechos humanos de los nicaragüenses (y los derechos políticos son derechos humanos), también planteó la necesidad de una transición democrática que permita liberar los presos políticos, anular todos los falsos juicios promovidos por el dictador y sus jueces, desarmar a los paramilitares y demás grupos armados, disolver la policía partidaria, restablecer la democracia y hacer justicia a las familias de mas de 700 muertos y miles de presos políticos y exiliados.
Recientemente, en el lanzamiento de Iniciativa por el Cambio, en su Propuesta de Cambio Democrático, incorporan la tesis de la necesidad de “Gobierno de transición”. La Iniciativa por el Cambio es una plataforma política muy representativa donde convergen honorables ciudadanos de distintas corrientes políticas, pero con el denominador común de un proyecto político que consiste en liberar primero a Nicaragua, para realizar después elecciones libres en el país.
Y es que la tesis de la transición se sostiene y avanza rápidamente por cuanto el sentido común te dice que no pueden haber elecciones libres en un país que no tiene libertad. Hoy también hay otras expresiones, como el Consejo de Salvación Nacional, y con seguridad muchos grupos más, que concluyen que primero debemos unirnos todos los verdaderos enemigos de la dictadura de Ortega para derrotarla y expulsar al dictador del suelo patrio, y hasta después, en un plazo perentorio de doce meses, realizar elecciones generales y nacionales para que asuma las riendas del país un gobierno legítimamente constituido, e investido de poder por el soberano, que es el pueblo de Nicaragua.
Por supuesto que esta solución política no puede gozar del apoyo del enemigo, en este caso, la dictadura de Ortega, pero también causa escozor en la clase política tradicional que durante toda la dictadura orteguista ha sido su comparsa y sus aliada, y que sueña con recoger los frutos del descontento popular y de la insurrección cívica de abril.
Así mismo les causa irritación a aquellos miembros de la Alianza Cívica y de la UNAB, que ya tienen compromisos políticos electorales con el dictador, quien los ha aceptado como su flamante contendiente en las próximas elecciones del dos mil veintiuno.
Quizás por eso Daniel Ortega duerme plácidamente tres meses, se despierta para hablar en televisión cualquier cosa que no tenga que ver con la realidad nacional, y luego desaparece para lanzarse a los brazos de Orfeo por otros tres meses, mientras su guardia pretoriana y sus asesinos paramilitares se encargan de mantener la relativa calma a sangre y fuego en Nicaragua. Quedemos claro que la tesis del Gobierno de Transición es una solución de fondo que dispara al corazón del enemigo: la dictadura de Ortega. Y es de suponer que quienes se oponen a la transición y se llaman opositores, realmente son quinta columna de Ortega y jamás podrían representar los anhelos y las aspiraciones actuales del pueblo de Nicaragua.
Por otro lado se levantan voces, dicen ellos que desde la trinchera de la Democracia, que cuestionan la tesis de la Transición Democrática por no tener, según ellos, asidero legal. Al respecto es importante resaltar, que tanto el grupo GIEI en su informe como el Grupo de Alto Nivel en su dictamen, ambas comisiones por encargo de la OEA, han determinado que en Nicaragua, existe una “ruptura constitucional que provoca una ruptura al orden democratico”. Por lo lo tanto, aquellos que privilegian la ley antes que la justicia se enredan en las redes del legalismo para exigir que cada paso que de la oposición sea congruente con el marco legal de la dictadura de Ortega.
Desde el momento que Ortega provoca la ruptura del orden constitucional no hay Constitución Política en Nicaragua, se ha roto el pacto social. Y desde el momento que no existe orden eemocrático ni orden constitucional en el país, lo único que sobrevive y persiste son los tratados y convenios internacionales, que privilegian y protegen la democracia, la libertad, los derechos humanos y el derecho del pueblo a ser libre y luchar por sacudirse el yugo que lo esclaviza. Ahí está su base legal.
¡La transición democrática es la petición urgente del pueblo de Nicaragua!
San José, Costa Rica, 29 de abril 2020