¡Golpe de Estado! Don Nico, la compañera Elena y los Decolați en la historia de un país tropical
Mi Amiga Z, mi primo P, y mi amigo R me envían, casi simultáneamente, el mismo mensaje, que a ellos ha llegado:
Hola. Hemos elaborado un documento sobre El golpe de Estado, y estamos recogiendo firmas para su publicación. Te mandaré el documento para ver si estás de acuerdo en firmarlo. Por favor me avisás si estás de acuerdo para agregar tu nombre. Te mando inmediatamente el texto.
¡Meu Deus do ceu!, dice a cada rato mi amigo minero (no de los que extraen la enorme producción de oro de Nicaragua en minas venezolanas, sino de los que viven en Minas Gerais, Brasil). Más o menos esa fue mi reacción… ¡porque, ya basta, hombre!, ¿es que el mundo cree que todos los nicas estamos de vagos, ricos, en nómina de imperios, o planilla de algún oligarca? “Puñetero mundo”, decía mi padre; ya las noticias no vuelan, zumban, revolotean como imágenes de pesadilla.
¿Habrán depuesto a nuestro gobierno socialista, cristiano y revolucionario? ¿Será que tendremos que hablar de ellos como se habla del Nicolae Ceaușescu y su esposa Elena? [Anuncio no pagado: busquen en Google.com.]
¿Será que el enemigo salió de donde el enemigo usualmente sale, del corredor de la casa donde un patriarca se mece en su silla de abuela y recibe a hijos, nietos, viejos amigos, compañeros, fieles funcionarios de impecables credenciales, y uniformados en gran forma física, listos para la próxima batalla?
II
El mensaje de Z, P y R daba para temer lo peor. Porque es verdad que no es posible fiarse de nadie cuando uno lo da todo por su gente. Las parejas que sirven a sus pueblos, por ejemplo, necesitan dormir con dos ojos abiertos. Si no con cuatro, al menos dos. Eso, porque la pareja, de natural, es visionaria. Por eso basta con que cada uno de ellos adquiera la destreza (muchas veces regalo de Dios) de mover separadamente los párpados. Un ojo abierto por amante en el tálamo sacro. Pero no menos de uno. Porque sumando dos que han visto tan distante, pueden mirar a los que dicen que miran por ellos, que a su vez miran a otros, aunque no vean a todos los que a su vez los miran. Además, teniendo cada uno abierto uno de sus dos ojazos, puede velar su sueño mientras vela al otro, cuidarse mientras cuida al otro y se cuida del otro.
Sobre el cansancio ocular, efecto secundario de esta estrategia de servicio a la gran visión, habrá que consultar a especialistas. Pero a ellos también hay que examinarlos con gran celo. Ya una vez fallaron los ojos, que eran por entonces más (con la edad, parece que las córneas se van desprendiendo) y la terapia fue un problema. Años de reparación. Tantos, que para darse ánimo la pareja tuvo que volver al Espíritu, asistir a cursillos y escuchar admoniciones, comulgar, prometer que nunca más cometerían los errores del pasado. Esto último, sin duda, lo han cumplido. Recobrar la visión bien valió aquella misa. Uno de tantos sacrificios que la Bondad debe aceptar cuando, excepcionalmente, logra el favor de los pueblos para reinar eterna mientras dure. Debe entonces enfrentar la codicia insaciable de los envidiosos, como está escrito en los Libros de la Luz de todos los Planos de Vida.
III
Hola. Hemos elaborado un documento sobre El golpe de Estado, y estamos recogiendo firmas para su publicación. Te mandaré el documento para ver…
A los Ceaușescu, pareja también amantísima y puesta en este mundo para hacer que Rumania fuera más que el simple epítome turístico del empalamiento draculeano, sus ingratos compatriotas, quienes apenas antes gritaban eufóricos “¡Nu pleci, stai!”, los hizo salir de El Carmen la multitud. Intentaron huir en helicóptero. Luego les cuento hasta donde llegó su “încercare eroică de evadare”.
Veamos primero lo que aconteció en las calles del país, lo cual tal vez ayude a comprender por qué, en otros reinos, hoy en día todos los santos del Santoral, incluyendo a San Dino, sean un verdadero peligro para la patria, y haya que celebrarlos en privado.
Resulta, parece (a menos que nos mienta el Estado Profundo y su Gobierno Mundial, lo cual no puede descartarse) que todo anunciaba para La Rosa de los Cárpatos otra Navidad feliz. Andaban los rumanos, muy latinos ellos, libres de obesidad y consumismo, bendecidos y progresados, sin que nadie los engañara con la falsa libertad que los imperialistas llaman “democracia”. ¿Pero quién iba a imaginarse lo que armaba el destino? No hay final feliz, más que en el cine. Y eso, en otras eras.
Antes de que entraran las gallinas rellenas al horno, alguien del gobierno tuvo la genial idea de invitar a Închisoare (parte de la franquicia Chipote, Inc.) a un pastor de origen húngaro que había ofendido a los padres de la patria. El pucho, de nombre, por favor créanme, László Tőkés, se negó a abandonar el templo cuando llegaron a arrestarlo los guardianes de la felicidad del pueblo.
Sus feligreses, que ya venían rumiando un cierto descontento en las encuestas sobre la calidad de los servicios de alojamiento involuntario de Închisoare, se congregaron para impedir el arresto. Empezaron ahí los choques. Un malentendido, con toda seguridad, porque no era posible que gente como nosotros disparara a gente como nosotros, sobre todo porque, centavos más centavos menos, eran tan ricos como nosotros. Se dice que en el accidente inicial perecieron cerca de 78 personas. Más o menos, porque bien sabe todo el mundo (a excepción de la OEA), que a veces hay que proteger a los muertos del conteo. No conviene a la patria, y a veces no conviene ni a los padres y hermanos del difunto.
Todo esto ocurría un 16 de diciembre de 1989 en la ciudad de Timişoara, que sería, regresando imaginariamente a Centroamérica, la población de León versus la población de Managua, pero si aquella estuviera ubicada, en relación con esta, más o menos llegando a San Pedro Sula, Honduras, y mucho más distante que San José de Costa Rica. O sea, en dos palabras: pequeña y lejana. Para que los leoneses (uno de ellos mi padre, que me vigila desde otro plano de vida) no se ofendan, mejor diré “relativamente” pequeña y lejana.
No sé qué tendrán estas ciudades relativamente pequeñas y lejanas, pero lanzan el virus con cualquier estornudo. ¿Se acuerdan de aquella marcha de jubilados en León? La cosa es que el catarro se propagó como un chisme de redes sociales al resto del país, y en Bucarest, la capital, la gente se creyó muy en serio, agarró la vara en serio, con las calumnias del pucho Tőkés, y se tomó las calles. Llenó la plaza principal.
La ciudad tenía una. No tan majestuosa como la que Managua tiene en sus ruinas, que ya no parecen ruinas gracias al genio urbanístico de todos los gobiernos nicas, expresado en la doctrina Chamorro-Lacayo: si hay que reparar el tren, vendamos los rieles. Es decir, para los legos en las ciencias filosóficas: algo es ruina si luce diferente en su acepción peor. La ruina es decadencia relativa. Por tanto, la intuición genial de nuestros grandes estadistas, validada por el Fondo Monetario Internacional, fue dejarse guiar por la prudencia. Camisa (o falda) planchadita y blanca en el gasto fiscal y en eso de pedir a los Pellas Chamorro que pagaran impuestos; mejor construir un atajo a la ciudad sostenible del siglo XXI: que el resto de la metrópolis se pareciera tanto a las ruinas, que despojara a estas de cualquier pretexto para reclamar.
IV
Una digresión más, y ni el paciente Sr. S.T.N. me abrirá la puerta. Lo siento. Regreso entonces a la historia de la amorosa pareja que tanto quiso hacer por Rumania. Por algo es que hablamos de ellos. Les recuerdo:
Hola. Hemos elaborado un documento sobre El golpe de Estado, y estamos recogiendo firmas para su publicación…
Llegados a la plaza tantos descontentos hipócritas, ingratos, malos hijos de la Matria (una decepción para la señora; ¡tanto luchar y rezar para que vivieran bonito sus polluelos!), pasó lo que tenía que pasar: los padres de la patria de Vlad Drácula recurrieron al azote paternal, como el que a nosotros legara el Padre Fundador de nuestras dictaduras y guerras, Su Excelencia don Fruto Chamorro. Como dicen en las calles del paisito en la nostalgia, don Fruto es un señor “nunca bien ponderado”: todos sus méritos se los dan al tal Pedro Arias de Ávila.
No puede negarse que don Pedro era levemente menos dulce que una cajeta de zapoyol, y andaba de pueblo aborigen en pueblo aborigen, ataúd a tuto, en busca de alimento para sus perros. Hay que ser comprensivos con él; eran tiempos muy ásperos aquellos, aún no inventaban la ambulancia para salidas de Palacio, ni las tiendas de alimentos de mascotas. Por eso es justo que Ávila lo tenga como héroe militar, y que lo honre. Hay partes del árbol genealógico que uno amputa, otras que guarda en un álbum para sus invitados.
Pero don Pedro, Dios lo tenga en su gloria, es patrimonio de Ávila, no de Nicaragua. Don Pedro no fue compatriota nuestro, y a sus floridos 80, que en sus primeras excursiones tropicales cargara con él su propio féretro crea duda razonable acerca de su contribución genómica a nuestro linaje. El verdadero orgullo patrio es don Fruto. Y aquí viene el cuento del azote, y lo demás.
A don Fruto lo eligieron al puesto de Jefe de Estado los cuatro gatos que elegían entonces (tradición que mantenemos cueste lo que cueste): el club de hacendados herederos de la colonia, friends and family. Siendo, como todos nuestros gobernantes, profundamente espiritual, bajó del cielo a su cabeza una luz triturada por el polvo, con un mensaje repetido infinitamente en el eco del tiempo:
“¿Y por qué no Presidente?”
“¿Y por qué no Copresidentes?”
Tras un proceso de debate democrático, de análisis de pros y contras y costos y beneficios que ha servido de molde desde entonces, don Fruto descubrió que la respuesta era una y clara, porque ya en realidad, como enseña la ciencia, estaba escondida en la pregunta.
Y así el Padre de la Patria se hizo ungir por los suyos “Presidente de Nicaragua”. No recuerdo si en broma dijera “República” de Nicaragua. Pero sí que, en su primera lección magistral ante el Congreso recién “electo”, se esforzó en arrullar a su tierna nación, asegurando a todos los presentes que, como un padre estricto y generoso, usaría el azote solo cuando fuese necesario.
Parece que Máximo Jerez y otros ya venían con malas intenciones, y vieron la necesidad en los ojos pequeños y agudos de Padre. Porque un padre conoce a sus hijos, ¿no es verdad? Muy bandidos los carajitos, como dicen algunos, los chavalos huyeron del país, o lo que se creía por entonces que era un país. Se armaron y dieron inicio a la guerra que trajo, una cosa lleva a otra (así es el amor; así la guerra) a William Walker y sus filibusteros. Daba inicio la industria del turismo político entre lagos y volcanes. Otro logro de don Fruto Chamorro. Es un regalo de la Providencia contar con padres visionarios.
V
Pronto termino; ahora corro a la meta: el Comandante Ceaușescu y la compañera Elena convocaron a una enorme concentración de apoyo de sus partidarios, ocasión gloriosa que el 21 de Diciembre de 1989 iba a demostrar, de una vez por todas, que el alboroto era cosa de puchos, niños irrespetuosos y agentes del imperio.
El resultado más universal de aquella doble ocurrencia (doble, porque ocurrió, y porque se le ocurrió al Nicomandante) fue una contribución destacada a la voluminosa literatura de las Ciencias Políticas. Dejo aquí la referencia, para los estudiosos: Ortega, D. y Murillo, Ch. Manual del Tirano Postcomunista. Ediciones El Carmen, 2021. Véase, en particular, el capítulo 10: No permitirás ni Purísimas.
Para los Ceaușescu, la convocatoria fue fatal. Fatal. Realmente fatal, sin que pueda decirse en este caso que la redundancia redunda. Ya iban, se dice, más de 1000 personas asesinadas por las fuerzas armadas del régimen, así que entre la multitud la caridad cristiana comenzaba a ralear, y los presentes abusaron de la invitación de don Nico para hacerle llegar algunos comentarios algo salidos de tono. Empezaron a gritar, por ejemplo: Lasă-i să plece! Lasă-i să plece! Lasă-i să plece!
Francamente, qué vergüenza de pueblo. Afortunadamente hay quienes, aunque poco numerosos, mantienen los modales de la dignidad. En este caso, a media docena de rumanos pragmáticos, entrenados en la Escuela de Negocios a 14 kilómetros del Palatul Primăverii, gente de bien y de alcurnia, enlazados al gobierno por negocios y amor a la patria (Producem un miracol revoluționar!, había dicho el más ingenioso de todos), se le ocurrió que una mejor consigna era otra, más civilizada, y seguramente más aceptable para el mundo: să dialogăm, să trecem la dialog!, gritaban.
Pero nadie les prestó atención. En nada quedaron, porque ya la multitud enloquecida se olvidaba de lo más elemental: que siempre hay que pactar, y que para eso hay que estar dispuestos a ceder. ¡No todo se puede, hombre! La vida es dando y dando, toma y daca, comé y comamos. Debe haber un término medio. Si alguien cree que matar a 600 ciudadanos desarmados es inaceptable, pues, cada cabeza es un mundo; hay radicales que se fijan en el menor detalle; no les demos gusto. Si 600 es too many y too much, dejémoslo en 300, partamos el nacatamal a medias, split the difference, y santas paces.
Tampoco vayamos a caer en extremismos y echarle la culpa al Ejército. Por eso uno de los más sabios pragmáticos, sacro y secular a la vez, se lamentaba: Oamenii sunt nedrepți față de armată! Y, claro, tenía razón, porque la armatǎ apenas defendía la Constitución, como bien dijo un socio suyo, que había sido embajador en Estados Unidos.
Pero no hubo cómo. Cuando el vulgo pierde la cabeza, que entre la Providencia y los pocos estudios va de mediana a minúscula, empieza a dar rebuznos y coces. ¡Qué rebelión de las masas ni que ocho cuartos! ¡Qué granja de qué Orwell! ¡Burros, burros es lo que son! A la compañera, amor toda ella, y poesía, le parecía repugnante el espectáculo. Los labios, famosamente bilingües, se le arrugaban de tanta ira: “¡te lo dije, Nico, TE LO ADVERTÍ; esto te PASA por andar de BABOSO en Misas!”
El Comandante a lo mejor parecía baboso, pero no para estas cosas; se dio cuenta de que había llegado el momento de otra gran maniobra, de esas que en la historia de las luchas de la humanidad lo habían hecho célebre. Un ícono, a pesar de no ser muy fotogénico.
Esta vez mezclaría Hégira, Repliegue y Larga Marcha en una nueva receta, que los grandes chefs de la política atesorarían como una exquisitez estratégica, el “încercare eroică de evadare”. No tenía claro los detalles, pero eso, para un revolucionario, lo resuelve la praxis: jaló discretamente la falda de la compañera, pospuso el diálogo con el pueblo hasta tomorrow, y pasó del balcón al helicóptero en menos que canta un ortega encarcelado.
El resto de la historia es trágico. A los más jóvenes hay que evitarles su lectura. Puede crearles inseguridad social y escepticismo acerca de valores claves, como la lealtad.
Mientras la venerable pareja viajaba en dirección a Departe-de-aici, entre quienes ellos creían sus leales el diablo empezó a plantar la duda. “Ya la gente se tomó El Carmen, y este par de viejos cacrecos nos ha dejado ensartados”, dijo uno, “Tranzit în țeapă”. “Suntem fututi” añadió otro, cabizbajo.
Uno de los traidores a la patria en aquel momento trascendental fue un general de nombre Viorel Oancea. Los reportes periodísticos citan a este indecente, quien no tuvo pudor de confesar que, a pesar de tener órdenes de defender la sagrada Constitución,
“caminé entre la gente …, estaban silbando, pero tenían miedo porque no sabían qué representaba yo. Conocí a los líderes y me preguntaron cuál era mi postura. Les mostré un pedazo de papel donde escribí mi discurso. Al final decía: Abajo Ceaușescu.”
Oancea no actuaba por su cuenta: ya miembros del Alto mando militar y del Partido habían decidido que, o mantenían su poder, sus bienes y su libertad, o los sacrificaban para mantener el poder, los bienes y la libertad de los Ceaușescu. El amor y el interés habían, por fin, llegado al río.
Forzaron a la heroica pareja a regresar (al piloto le informaron por radio sobre cambios de condiciones atmosféricas) y los detuvieron en una base militar. En cuestión de horas, aplicadas todas las garantías procesales anteriormente aplicadas a sus opositores, el juicio por crímenes de lesa humanidad y enriquecimiento ilícito llegó a su fin.
Fue un trámite que se prolongó durante dos largas horas, porque hay que ver lo formales que son los militares en estas cosas; más unos cuantos cortos minutos de deliberación, porque hay que ver lo eficientes que son los militares en estas cosas.
A muchos sorprenderá, pero al Presidente y a la compañera los declararon culpables y los sentenciaron a morir fusilados. Era un 25 de Diciembre, por lo cual, respetuosos de la sensibilidad religiosa del pueblo y del potencial efecto negativo de estos procedimientos sobre las ventas navideñas y de año nuevo, los medios de comunicación del Estado, ahora en manos de los Decolați ca să vă pot ocupa tronul, a quienes para abreviar llamaremos simplemente Decolați, no publicaron las imágenes de la ejecución hasta días después.
VI
La historia de estos Decolați, por cierto, es un ejemplo de la habilidad que tienen ciertas criaturas para mutar, casi sin verse, de verdugo a redentor. Se dice que en ellos se ha inspirado Hollywood para adornar a Clark Kent y a Wonder Woman con destrezas transformativas excepcionales. Creo que en mi tribu hay también transformistas que han hecho carrera exitosa, sobre todo en pasarelas internacionales. Pero son más, digamos, rudimentarios. Nosotros, de cerca, los vemos desnudarse y vestirse. De lejos, el gusto por lo exótico de otros públicos disfruta más de su espectáculo. Como no les toca a ellos sentarse en una silla astillada, pues que hermosas se ven las astillas, dicen.
Los Decolați rumanos lograron, casi todos, su objetivo: mantener el poder, mutatis mutandi, adaptando lo que hubiera que adaptar, protegiéndose, casi siempre con éxito, de la muy traicionera y terca pero torpe Justicia. Se deshicieron de los más feos del grupo, vaciaron El Carmen, pero no sus propias cuentas bancarias. Varias décadas después, los Decolați pueden justamente vanagloriarse de haber triunfado. En las tablas del escenario, y tras bambalinas, su actuación ha sido estelar. Son, de hecho, un modelo para todos los que quieran suceder en el trocul a otras parejas ya obsoletas. A ser como ellos sueñan muchos en coordinadas tropicales. Aunque es verdad que la tienen un pelito de bebé más gruesa, porque en el Palatul Primăverii de Managua y otros solares radiantes del Siglo XXI, el Manual del Tirano Postcomunista duerme en muchas mesas de noche.
VII
Ya pasado el susto, uno vuelve a leer este texto:
Hola. Hemos elaborado un documento sobre El golpe de Estado…
y no puede menos que preguntarse dónde es que ha ocurrido tal evento. Porque el Palatul sigue en su sitio, la pareja reinante reina sin descanso, y su reino está en pie, tan bendecido y prosperado como antes del presunto golpe.
De hecho, nuestro don Nico podría decir, sin inflar mucho las cosas, que desde hace largos años (mucho antes de lo que quieren hacernos creer los “constitucionalistas”) superó, y por mucho, a Luis XIV, que fachendeaba con aquello de “L’Etat, c’est moi”.
Para que no se anden creyendo que solo en francés se puede ser Rey Sol, el de encendidos oros de Montoya media cuadra a la montaña puede también decir “la Constitution, c’est moi”, y para eso no necesita dar ningún golpe de Estado.
Epílogo
¿Por qué entonces, le han querido pegar a uno un susto tan escalofriante? Podríamos preguntarles a nuestros Decolați. Pero, ante una espera con inestimable potencial de postergabilidad, tiene algún sentido decir, lo cual no sé si es cartesiano, casi cartesiano o más que cartesiano: “sospecho, luego existo”. O en su versión Foucault: “piensa mal y acertarás”.
Desde aquí abajo, en la pista de aterrizaje, la sospecha es aliada de la prudencia, y la experiencia es madre suya. “Madre suya” puede sonar torpe a algún esteta, pero reemplaza una alternativa que otros creerán insultante.
Tras esta última digresión, vuelvo al quicio: los Decolați nicoyas son, como es sabido, zorros de un piñal que crece en vecindades del otro (el de Montoya media cuadra a la montaña), pero también merecen nuestra admiración técnica, independientemente de que nuestra simpatía por sus metas sea, por decirlo en clave almuerzo de embajada, con cucharita de plata, incompleta.
¿Qué hacen que sea exportable, digno de exhibirse en futuros museos virtuales y seminarios de cualquier Escuela de Poder?
Para empezar, envuelven su estrategia en el sueño de millones de compatriotas. No les quita el sueño que tal sueño haya sido frustrado precisamente por ellos y sus compis del miracol revoluționar. ¡Ah, el sueño…! Vaciar el Palatul Primăverii y ver el helicóptero de los reyes solares regresar a Managua; ver en las noticias que el itinerario del Comandante y su Inseparable se había alterado de manera final, definitiva, total, kaput, terminal. No más. No more. S-a terminat. Zopilote a murit deja, îl iau să-l îngroape.
Luego, le echan el muerto al muerto. Es decir, el zopilote y la zopilota fueron los únicos culpables. Ellos, los Decolați, nada han tenido que ver, mucho menos que gozar, usar, heredar, usufructuar… ¡ni siquiera visitar! Ninguno de ellos tiene o ha tenido una sola pulgada del palmo de territorio de Adolfo Báez Bone. Ni casas de veraneo, o de más caloreo en la Tierra del Verano Eterno, en ninguna playa ni laguna ni lago que no haya sido producto de inversiones brillantes de un capital semilla que obtuvieron de un venture capitalist, a quien su business plan dejó boquiabierto.
Elos, los Decolați, siempre estuvieron en contra de don Nico, porque su fortaleza ética, aunque no sea legendaria (porque “el pueblo es injusto con el Ejército”) los convirtió en la bóveda donde, durante décadas, los piratas buenos escondieron el tesoro de la revolución que siempre quiso ser democracia. Ellos son, por decirlo así, el Banco de la Reserva. Por eso no debe sorprender que parte de la dotación de monedas recién acuñadas que un obispo esperanzado llamó “reserva” (¿visión caritativa?; ¿caridad visionaria que haría menos ardua la tarea de escribir este ensayo?) entraran a las cuentas con la comodidad de ropas nuevas de lino y viajes por el mundo en la farándula política mundial.
Como siguiente paso, los Decolați han mostrado a sus cuates y pofis en Europa y el Imperio que hay un puerto seguro donde atracar (uso esta última palabra sin doble intención; la ironía se hace a sí misma), un muelle limpio, despejado, y al gusto de cualquier paladar constitucionalista. Ahí está, fíjense bien, en la página de platos tradicionales: la Constitución de 1987. Menos mal que podemos decir Tierra y no Titanic.
Y luego, para terminar, los Decolați abren su corazón ante el resto de sus compatriotas como los líderes democráticos que son: nada de vanguardia, apenas humildes pastores del rebaño bueno. No es que anden buscando el trocul para ellos. ¿Quién, que no sea extremista, divisionista, somocista o resentido social, incluso sospechoso de estar al servicio del Palatul podría oponerse a esto?:
Hola. Hemos elaborado un documento sobre El golpe de Estado, y estamos recogiendo firmas para su publicación…
Fe de erratas
En la narración grabada se dice, por error, “Pastoral” donde debe decirse, como consta en el texto, “Santoral”.
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.