Humberto Ortega Saavedra: el triste final del villano

Según información oficial en las primeras horas del 30 de septiembre murió Humberto Ortega Saavedra quién fuera uno de los dirigentes de la tendencia Tercerista del FSLN. La propaganda divulgada sobre este personaje varía según el «analista» que escriba o comente. Sus correligionarios de aventuras conspirativas de los años 70 del pasado siglo lo elogian como “el gran estratega de la etapa insurreccional» contra la dictadura de Anastasio Somoza Debayle. Los románticos e ignorantes hablan de ese período como la época “revolucionaria” y de los dirigentes del FSLN como “revolucionarios”.

En nuestro país y sociedad como reciente nación independiente el poder político pasó a manos de grupos de terratenientes conservadores y de estos a terratenientes liberales teniendo como características el usufructo del mismo por pequeños grupos rivales que al final después de ocasionar guerras se arreglaban en pactos. Fueron más de 150 años los que pasamos viviendo a la sombra de conflictos y pactos libero-conservadores. Como consecuencia de la forma de dominación neocolonialista dictada por el gobierno imperialista de los EEUU y el bárbaro saqueo de nuestras riquezas naturales estalló el embuste de un proceso de lucha guerrillera con etiqueta Maoísta que ciertos ideólogos con perversidad reaccionaria apodaron comunista.

Pero la heterogeneidad ideológica del FSLN dio lugar a que se gestaran en su seno tres tendencias a lo largo de su proceso de lucha: Guerra Popular Prolongada, Terceristas y Proletarios. La tendencia Tercerista del FSLN de la cual los hermanos Daniel y Humberto Ortega eran los jefes supremos desde años anteriores (aproximadamente en 1974) mantenían fuertes diferencias con la tendencia GPP encabezada por el fundador del movimiento guerrillero Carlos Fonseca Amador. Este en su condición de jefe máximo expulsó de las filas del FSLN a los hermanos Ortega acusándolos de traidores y de cobardes por negarse a ir a la montaña y optar por aliarse a los grupos económicos burgueses. Nacen entonces rumores de infiltraciones y acusaciones de conspiraciones entre ellos. De ahí las fuertes sospechas sobre la emboscada que puso fin a la vida de Carlos Fonseca Amador que se atribuye entre otros a los mencionados hermanos. Ocurrida la muerte del jefe máximo del FSLN se recrudecieron los asesinatos de la guardia somocista de otros dirigentes de forma precisa en los lugares donde estos se encontraban escondidos. Muy extraños estos golpes del somocismo que se producían por todo el país. Las víctimas pertenecían a las tendencias sandinistas no terceristas.

Mientras tanto bajo el régimen de la dictadura somocista las políticas económicas en beneficio de minorías oligárquicas sometían al pueblo al empobrecimiento y hambre; a la violación a las libertades públicas, la corrupción administrativa y el proceso inflacionario generando una profunda crisis económica y política.

Contrario a los planes políticos de los grupos guerrilleros de que “la revolución venía del campo a la ciudad” (concepción maoísta de la GPP) la vida económica y social del país exacerbaba en otra dirección la lucha del pueblo y determinó que el movimiento obrero, organizaciones campesinas en lucha por la Reforma Agraria, sectores universitarios y pobladores de barrios populares de manera constante y decidida protestaran, creándose las condiciones de organizar la unidad de las fuerzas democráticas y derrocar el régimen político que encabezaba la dictadura somocista.

Frente al panorama de ascenso de lucha popular las acciones de las tres tendencias del sandinismo (Guerra Popular Prolongada, Tercerista y Proletarios) eran enfrentamientos entre ellos mismos observando preocupados que las marejadas de protestas populares significaban el rechazo y derrota de sus formas conspirativas antidemocráticas de lucha.

Mientras las diversas organizaciones sociales, gremiales y políticas realizaban cada cual lo suyo para organizarse y prepararse para las siguientes etapas de luchas políticas contra el somocismo, en la clandestinidad se preparaban atentados y operaciones de asalto a mano armada por parte de los conspiradores del FSLN. Divorciados por completo del movimiento popular, al FSLN solo le pasaba por su cabeza organizar provocaciones, lanzar bombas de fabricación caseras conocidas con el nombre de bombas de contacto para arrojarlas a la policía cuando se efectuaban marchas de protestas. Con esto la policía encontraba el pretexto del uso de armas.

Así ocurrieron balaceras, arrestos y el uso extremo de la violencia gracias al enfoque del FSLN que se autoproclamaba Vanguardia de la lucha antisomocista. Era evidente el desprecio del FSLN por el movimiento popular, su urgencia de la hegemonía y sus intereses personales. Todo esto los llevó a denunciar ante la seguridad del Estado somocista los preparativos para derrocar a la dictadura que estaban realizando las organizaciones que conformaban el Movimiento Pueblo Unido (MPU): el 28 de abril de 1979 de una reunión se llevaron a todos los dirigentes de las organizaciones; otros fueron sacados de sus casas. Fueron liberados por otros prisioneros el 19 de Julio de 1979. De esta manera descabezaron el movimiento y traicionaron a las organizaciones que representaban el sentir del pueblo.

Los hermanos Ortega habían logrado su hegemonía. Aparecieron en Puntarenas, Costa Rica negociando un somocismo sin Somoza: la Guardia Nacional quedaba igual solo se cambiaban algunos mandos superiores. Traicionaron el Programa del Frente Patriótico Nacional, aprobado por todas las organizaciones antisomocistas que lo integraban, que planteaba soluciones post derrocamiento de la dictadura.

En la década de los ochenta los hermanos Ortega establecieron un régimen militar; por su incapacidad de resolver los conflictos post derrocamiento del somocismo, lanzaron al pueblo a un genocidio como fue el Servicio Militar Obligatorio donde murieron más de 60000 compatriotas (“sandinistas” y “contras”) de la ciudad y del campo (trabajadores, obreros, estudiantes y adolescentes); la operación de la Navidad Roja fue un genocidio en contra de los Miskitos en 1981.

Humberto Ortega nunca reconoció los crímenes cometidos en ese período. Todos los saqueos económicos que se hicieron durante el gobierno de Daniel Ortega contaron con la participación activa de los sandinistas y el Ejército que Humberto Ortega convirtió en el pilar que sostenía a su criminal hermano Daniel, hasta convertirlo en el dictador superando su perversidad coludido con su nefasta cónyuge.

Cuando el FSLN pierde las elecciones contra la UNO en el año 1990 se profundizó la descomposición interna por la pérdida del poder y repercutió de tal manera que dividió al FSLN en dos partes: los oficialistas apoyando a Daniel Ortega Saavedra y el MRS con el cual simpatizó Humberto Ortega.

Desde ese momento Humberto Ortega adoptó un bajo perfil y se erigió en el “estratega” y gran ideólogo de la cohabitación para salvar el statu quo del Partido dentro del sistema político.

Humberto Ortega Saavedra y su romanticismo sobre el sandinismo experimentó una metamorfosis. A partir de su nueva posición económica oligárquica modificó la retórica de sus discursos con el propósito de esconder las verdaderas intenciones de sus recetarios reaccionarios.

Su descomunal cambio de posición económica trajo consigo un nuevo posicionamiento ideológico. Las expresiones de sus ideas socio-políticas se alejaban de sus años de conspirador clandestino. El ser social determinando la conciencia social. El pasar de pobre a multimillonario lo cambió por completo. El demagógico discurso político de los años de lucha antisomocista lleno de improperios en el que abundaba una visceral vulgaridad desapareció; pasó al manejo bien refinado de palabras en correspondencia a su nuevo status empresarial y de «lúcido analista» que proclamaba soluciones “civilizadas”, “sin extremismo”, “sin violencia” y “negociadas” a la profunda crisis creada por los representantes de la Vieja Democracia con más de un siglo de control del poder en beneficio de cúpulas económicas.

Todo lo aquí expresado está corroborado pero por décadas los aduladores oficialistas han querido ocultar la verdad histórica sin lograrlo.

El fallecido Humberto Ortega Saavedra bien merece el calificativo de “estratega” que le endilgan sus compañeros, pero por las purgas internas que planificó y que costaron la vida de sus antiguos correligionarios.

Al momento de su muerte figuraba como uno de los ideólogos de un arreglo pactista que incluía a los representantes del Gran Capital, los sectores de la Vieja Democracia organizados en Monteverde, el Departamento de Estado de los EEUU y ciertos sectores del régimen dictatorial orteguista.

Su muerte lo salvó de ser enjuiciado por todos los crímenes cometidos y robos al Estado de Nicaragua y a la sociedad en general.

El pueblo desea que todos sus victimarios enfrenten la justicia. Este gran anhelo nos obliga a compromisos para derrocar al régimen instalado y que no escape de la justicia.

Comité Central
Partido Comunista de Nicaragua

30 de septiembre 2024

Partido Comunista de Nicaragua
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