Invitación a leer, a reflexionar respetuosamente y a respetar al otro ser humano que reflexiona

«¿Qué pasaría si estuviera prohibido decir ‘sé’ y solo se permitiera decir ‘creo saber’
Ludwig Wittgenstein

<<En una República Democrática, todos los mecanismos políticos se dispondrán de tal manera que el poder se disperse, se atomice lo suficiente para no impedir, desde el Estado y desde la Economía, que el ciudadano, el ser humano respetado en toda su dignidad, haga su propio camino de conocimiento. Que nadie tenga miedo de ejercer el impulso de nuestra especie a interrogar, a construir en nuestras mentes su propia representación del mundo.  Pero para que eso ocurra, y para que tengamos una República Democrática, desde la calle, desde la cercanía de la vida cotidiana, desde lo que llamamos sociedad civil, debemos instruirnos, no sólo en las artes del buen pensar, en la ciencia y en el uso inteligente de la información, sino en dos hábitos cruciales, que nadie, ni el más despótico poder, debe arrancarnos: la reflexión respetuosa y el respeto al otro ser humano que reflexiona.>>

En un documento que publicamos, el Partido Comunista de Nicaragua narra su historia. La lectura de este documento, en las condiciones actuales, tiene el potencial de abrir algunas puertas y caminos al conocimiento, que se expresa a fin de cuentas en moldear “aquello que creemos saber”. 

¿Hace falta explicar esto algo más? El régimen de Nicaragua tiene enemigos que lo tildan de “comunista”; tiene aliados a quienes los mismos enemigos tildan de “comunistas”; viene de un partido que antaño predicaba entre sus militantes el “marxismo-leninismo” (doctrina del “comunismo” estalinista); y, tiene aliados que se tildan a sí mismos, o lo han hecho en su propia historia, de “comunistas” (como los restos de algunas formaciones políticas en América Latina, Estados Unidos y Europa, o sus variadas reencarnaciones). 

La denominación de “comunista”, por tanto, parecería, a simple vista, esencial, y, en la práctica, condición necesaria y suficiente para apoyar al régimen de Nicaragua. ¿Lo es, en el caso del partido que nos ha entregado su pronunciamiento, conmemorando el quincuagésimo quinto aniversario de su formación? 

Quizás esta pregunta debería ser suficiente para despertar (en un lector que aceptara decir, como en la cita de Wittgenstein, “creo saber”) una disposición a decir “quiero ver qué dice esta gente”. 

Sería, creemos saber, una buena postura ante la posibilidad de aprendizaje, independientemente de lo que, al finalizar la lectura, el lector reflexione; de que en algo altere, o en nada modifique, lo que el lector “creía saber”. 

<<La sociedad no debe prohibir a nadie que busque conocimiento, ni impedirle que haga pasar el conocimiento que cree adquirir a otros, a través del intercambio libre de ideas. No debe cercenarse esta libertad a nadie, ni desde la cercanía de la vida cotidiana, desde la calle, en la casa, en los templos, los partidos, las organizaciones, los clubes, las reuniones de amigos, las conversaciones en redes, desde lo que llaman sociedad civil, ni–– mucho menos––desde esa concentración de poder que llamamos Estado.>>

Desde esta revista eso es lo que creemos saber, y es la razón por la cual hemos publicado artículos, y hemos entrevistado a personajes con cuyas opiniones los editores no nos comprometemos, o con las cuales incluso discrepamos. Solo se excluye la promoción de lo que es abiertamente contrario a los derechos humanos, uno de los cuales es el de no ser oprimido, marginado por un poder (en el Estado o fuera del Estado) si uno cree saber algo que a otros perturba o incomoda. 

Y siempre creemos saber algo. No es posible, para el ser humano, dudarlo todo. No es normal, mejor dicho, es imposible, y por tanto autodestructivo. Por más que creamos lo contrario, algo creemos, y algunas cosas las creemos con gran convicción. Pero la experiencia humana también nos lleva a creer que todo saber es, en el mejor de los casos, parcial y provisional; parcial y provisional es por lo mismo su utilidad. No tenemos, los humanos, acceso epistemológico, es decir, a través del trabajo de la mente, a una verdad única, englobante de todo y permanente, aunque creamos permanente lo que creemos conocer. 

Por eso la sociedad no debe prohibir a nadie que busque conocimiento, ni impedirle que haga pasar el conocimiento que cree adquirir, así como llegó a sus manos, a su mente, a otras, a través del intercambio libre de ideas. No debe cercenarse esta libertad a nadie, ni desde la cercanía de la vida cotidiana, desde la calle, en la casa, en los templos, los partidos, las organizaciones, los clubes, las reuniones de amigos, las conversaciones en redes, desde lo que llaman sociedad civil, ni–– mucho menos––desde esa concentración de poder que llamamos Estado

También hay que mencionar, aunque no cabe extenderse en esto, que bajo este criterio debemos juzgar a todo individuo que quiera ejercer la función de líder en cualquier área de la vida social o cualquier nivel de poder político. Debemos también evaluarlos por su capacidad de buscar conocimiento, de expresarlo, compartirlo y someterlo a debate. Una marca del oportunismo político, tan peligroso para la libertad, es silenciar al otro. Otra marca es el silencio propio, que aparte de ocultar sombrías intenciones, puede ocultar incompetencia, incapacidad intelectual. ¿A cuál de las dos debemos los nicaragüenses el silencio de la inmensa mayoría de quienes se llaman a sí mismos “líderes opositores”? 

Frente a todos los silencios, y contra todas las prácticas que empujan a otros al silencio, no podemos cansarnos de insistir en la necesidad humana que esta libertad encarna: buscar el conocimiento como mejor pueda cada quién y expresarlo sin temor, porque así la vida es hoy menos difícil, más feliz; y así se abre la oportunidad de crear una vida todavía menos difícil y más feliz para mañana, y para los que habitarán el mañana.

Precisamente por eso, en una República Democrática como la que proponemos, todos los mecanismos políticos se dispondrán de tal manera que el poder se disperse, se atomice lo suficiente para que nadie pueda impedir, desde el Estado y desde la Economía, que el ciudadano, el ser humano respetado en toda su dignidad, haga su propio camino de conocimiento. Que ningún ser humano tenga miedo de ejercer el impulso de nuestra especie a interrogar, a construir en nuestras mentes nuestra propia representación del mundo.

Pero para que eso ocurra, y para que tengamos una República Democrática, desde la calle, desde la vecindad de la vida cotidiana, desde lo que llamamos sociedad civil, debemos instruirnos, no sólo en las artes del buen pensar, en la ciencia y en el uso inteligente de la información, sino en dos hábitos cruciales, que nadie, ni el más despótico poder, debe arrancarnos: la reflexión respetuosa y el respeto al otro ser humano que reflexiona.

Estos hábitos no nos vienen fácil. Tenemos en contra: nuestra historia, llena de violencia; la estructura de poder oligárquico autoritario que hemos heredado; las mentiras que son pilares de este sistema, donde, por ejemplo, se llama “socialismo, cristianismo y solidaridad” a la alianza entre el clan OrtegaMurillo y las familias oligárquicas encabezadas por el clan Pellas-Chamorro. Tenemos en contra, inevitablemente, la precariedad de nuestra lucha por subsistir material y espiritualmente. 

Pero podemos sobreponernos, y si queremos que cambie nuestro país y mejoren nuestras vidas, no tenemos alternativa. Otros pueblos lo han hecho. Nosotros somos capaces. Lo haremos. Lo haremos en la lucha, desde la calle que es nuestra, desde nuestra casa, dentro del país o en el exilio, desde nuestra conciencia, que debe serenarse para pensar, y pensar para actuar bien y para el bien.

Por eso los invitamos a leer este artículo, y otros que están recién llegados y hasta recién salidos del horno. Leámoslos, ya se dijo antes, con respeto al otro que lo ha pensado y escrito, y hagamos una reflexión respetuosa

Lo que cada uno concluya, tras una lectura honesta y con integridad, puede coincidir o diferir total o parcialmente con el autor, y con la opinión de otros lectores; puede coincidir hoy y diferir mañana; hasta los propios autores pueden modificar sus opiniones en el futuro. 

No importa. ¿No caminamos a tientas por el mundo? ¿A alguien le dieron al nacer un mapa de su vida? Solo los fanáticos aplastan a todos los que están en la ruta que, en su delirio, creen que está marcada para ellos. A los demás nos toca, felizmente, ir reconociendo, conociendo, observando, escuchando, conversando; y, para avanzar sin irnos en el guindo, sin que nos aplasten, y sin aplastar, vamos a tener que… ¡repitamos una vez más!: recurrir a la reflexión respetuosa y el respeto al otro ser humano que reflexiona.

Desde la revista agradecemos a los compatriotas del Partido Comunista de Nicaragua su esfuerzo por presentar al público su visión de la historia de su partido; historia que entrelazan, en su narrativa, con la historia de Nicaragua durante varias décadas cruciales, de grandes decepciones, pero también de grandes esperanzas. 

Ojalá se cumpla lo que en el artículo nos dicen: “la tercera es la vencida”.

De todos nosotros depende que así sea, que por fin tengamos nuestra revolución democrática.

Francisco Larios
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El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.

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