La crisis de Estados Unidos
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.
Estados Unidos es un polvorín:
Un movimiento neofascista en ebullición, el trumpismo, que tiene su propio culto a la personalidad, la sumisión ante su Comandante Supremo;
la continua incitación de este a la violencia y el miedo (a los inmigrantes, a los negros, a los hispanos, a los judíos);
una mayoría anglosajona armada hasta los dientes (33% de la población acumula todas las armas de fuego, incluso de guerra;
hay más armas que población en Estados Unidos); una crisis social y económica sin precedente en los últimos 100 años;
tensiones raciales azuzadas desde la Presidencia;
brutalidad policial que ya agota la paciencia de las comunidades más afectadas, y de mucha gente de buena voluntad y espíritu pacífico;
un gobernante impopular que quiere reelegirse y busca deslegitimar el proceso electoral a toda costa, y de impedir el voto de las minorías étnicas a las que ataca;
un gobernante que insinúa, perversamente, que podría no reconocer el resultado electoral si le es adverso, porque según dice a sus seguidores “la única manera de perder es si nos roban la elección”.
Y hay mucho más.
El país es un polvorín.
Los que piensan que esto es un juego de fútbol donde uno escoge su equipo y lo único que cuenta es ganar, o los que se han convencido a sí mismos de que la oposición al ocupante de la Casa Blanca es un capricho ideológico en el molde de la Guerra Fría, o una conspiración de extremistas: tengan cuidado, que aquí podemos perder todos, no solo los residentes en Estados Unidos, sino el mundo entero.
Porque la violencia en este país, y la erosión de su democracia a manos del movimiento neofascista del actual Presidente, incluso el peligro de que la democracia colapse, afectan al planeta entero. Estos peligros son muy reales. Es más fácil comenzar un incendio que apagarlo.
No sean insensatos.
Hay que evitar que sigan en el poder estos energúmenos, irresponsables y corruptos, que se parecen más a Chávez, Ortega, Franco y Mussolini, que a los políticos tradicionales de sistemas democráticos. A los buenos y a los malos.