La estrategia pactista del Gran Capital [ceguera estratégica y complicidad con la dictadura]

Oscar René Vargas
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…el gran capital está temeroso ante el riesgo de perder beneficios de los pactos anteriores, y sin duda alguna va a buscar elevar el precio de su complicidad a cambio de garantizar la gobernabilidad del dictador.

“Si no te importa la política llegará el día que te afecte, porque te robarán tu dinero, tus derechos y tu vida”.
Platón.

La lógica política del régimen Ortega-Murillo es la de ganar tiempo; es decir, resistir y esperar un cambio favorable en la correlación de fuerzas tanto a nivel nacional, latinoamericano o estadounidense. Al interior del régimen se encuentra una camarilla dañina que está dispuesta a destruirlo todo con tal de no perder su condición de cortesanos del dictador.

Uno de los ejes estratégicos que implementa el régimen es defenderse desestabilizando y dividiendo a la oposición. El 50 por ciento de los órganos de inteligencia al servicio del régimen se concentra en la desestabilización de sus enemigos y adversarios políticos. Nada ayuda más a la dictadura Ortega-Murillo que tener un competidor dividido.

Hemos entrado en una nueva fase en la disputa por la hegemonía política entre el gran capital y las fuerzas emergentes de abril 2018. Que la Alianza Cívica -controlada por el gran capital y políticos tradicionales- abandone a la Coalición Nacional, se explica por estos tres factores principales:

  1. El objetivo del gran capital es de subordinar tanto a la oposición real como a la zancuda a sus intereses.
  2. El gran capital tiene consciencia de su capacidad para conformar una fuerza política que incida a favor de una negociación por un nuevo pacto público-privado con Ortega-Murillo.
  3. Ante el decrecimiento económico continuo, los sectores del gran capital buscan recuperar los viejos y tradicionales modos de hacer dinero, para seguir usufructuando los privilegios del pacto con el poder dictatorial.

El distanciamiento relativo, por parte del gran capital, en su relación con el régimen Ortega-Murillo, no va más allá de la táctica o de la diferenciación en cuestiones de segundo orden. Existe un conglomerado, heredado del pacto público-privado, que pervive en muchas instituciones del régimen, a lo que hay que sumar un sector significativo de la Alianza, conformada tanto por viejos como por nuevos nombres del empresariado rentista, corrupto y clientelista. Resulta que el gran capital está temeroso ante el riesgo de perder beneficios de los pactos anteriores, y sin duda alguna va a buscar elevar el precio de su complicidad a cambio de garantizar la gobernabilidad del dictador, todo eso mientras sigue agravándose la situación económica y social y nos seguimos acercando a la fecha límite de la “confrontación electoral” de 2021.

Permanentemente, el régimen utiliza el odio y la mentira para presentarse como víctima frente a una oposición inepta. Ésta no es más que la desesperada argumentación de un sector del orteguismo, favorable a mantener una dictadura anacrónica y reaccionaria; por eso el régimen ha llegado a grados inconcebibles y patológicos de mentiras. La rebelión cívica de abril 2018 permitió el surgimiento de una nueva camada de dirigentes que buscan modernizar y democratizar la política, pero no han sido capaces de desplazar a los tradicionales. Lamentablemente, también han surgido nuevos dirigentes con la misma visión prebendaria tradicional tanto de la política como del Estado. La salida del gran capital de la Coalición Nacional nos demuestra que han caído en el síndrome de la ceguera política: estratégicamente son ciegos y a pesar de eso quieren conducir la política nacional, pero no son más que ciegos que no toman conciencia de la estrategia de “guerra híbrida” del régimen. Esta estrategia dictatorial combina el acoso continuo de los opositores, la represión en contra de la población y una política maquiavélica y desestabilizadora contra las fuerzas de oposición, con la intención de dividirlas más de lo que ya están.

Al salirse de la Coalición Nacional; el gran capital tiene el camino libre para buscar una alianza con el partido CxL, una opción muy probable puesto que está desesperado por conseguir un mayor acercamiento con el régimen Ortega-Murillo. No nos dejemos engañar, el gran capital necesita de una renegociación o de un nuevo pacto público-privado, lo que le obliga a rechazar toda asociación estratégica y política integral -y de múltiples vertientes- con los movimientos sociales y políticos surgidos del estallido social. Las élites del gran capital, asesorada por sus intelectuales, no toman conciencia de que el régimen, si bien está dispuesto a tener un buen trato con ellos, no aceptará negociar con ellos el devenir del sistema sociopolítico nicaragüense. Simplemente porque Ortega no es capaz de llegar a un acuerdo que implique su salida del poder. No se puede hablar de construir un régimen democrático sin cuestionar el pacto público-privado y sin derrocar a un régimen dictatorial cuyo legado es imposible de erradicar sin transición democrática.