LA ILUMINACIÓN DEL SER   EN ANTELIOS DE ERWIN SILVA.

“El mito no es, como lo imaginan los niños de una civilización falsificada, la traducción de un pensamiento; es un modo de pensamiento en sí mismo. Manifiesta una representación del universo, pero siempre a través de una sucesión de acontecimientos, de actos y de sufrimientos.”

Friedrich Nietzsche

Antelios de Erwin Silva (Jinotepe, 1951) es una obra sorprendente por su fuerza y belleza, capaz de fundar una ontología poética a partir de iluminar al ser. Lo que en Arthur Rimbaud es la luz de una escritura realizada por un yo excesivo en su arbitrariedad y que intenta registrar poéticamente la crisis de fragmentariedad del tiempo y el espacio contemporáneos, en Silva es la poesía como epitelio total del ser que al vibrar de la palabra como luciérnaga se ilumina iluminando al ser. Rimbaud oculta develando y Silva revela ocultando.

Aunque a primera vista estos textos nos parezcan al margen de la realidad -banal y cotidiana del ser humano contemporáneo- y que se elevan como una fuga de Bach en su ascensión barroca a Dios negando toda sangre, sudor, lágrima o esperma, son en mi modesta lectura au contraire. Hay en la escritura antélica de Silva una correspondencia heiddegeriana entre ser y poesía. 

La mejor forma para intentar decir lo indecible, los pequeños rincones donde florecen los geranios bajo una difusa luz Turner o bajo el alucinante sol van Gogh o bajo el bombillo –campana sorda- del Guernica de Picasso, la mejor forma del ser diciendo, es la poesía. Sabios y audaces post modernos negarán lo anterior y nos señalarán el sendero particular de la mística o el budismo zen; eventos supremos del egoísmo que jamás han podido prescindir del lenguaje para balbucear babosamente sus experiencias. 

Pese que nuestros pies pisan el pantano de la incertidumbre contemporánea, textos como línea de desastre contenido en Antelios, alumbran mi lectura al entregarse al lector como la amarga baya del dato duro, del objeto pragmático. Aunque otros lectores más agudos puedan interpretar y derivar del texto significados y sentidos más ricos.

 Los breves 32 textos de Antelios de Erwin Silva se organizan en tres secciones como tres piedras para cruzar la Estigia: 1. minotauro, 2. hespérides y 3. ciclo de odiseo. Variaciones del ser que para mi significan: 1. el encierro del ser ominoso, 2. la tentación ninfea (virginal) y mágica del ser y 3. la vida del ser humano como viaje aventurero, mágico, erótico, político, poético, existencial.

La forma de poetizar el español de Erwin Silva es única, original, revolucionaria y audaz. Así lo demostró su primer libro de poemas Exedra (UNAM, México D.F. 1999), donde se planteó todo un desafío –contracorriente- para la poesía nicaragüense en particular y en lengua española en lo general. En Exedra, Silva instaura el reino de la imagen neobarroca que producida por él transmite densos y múltiples significados. En una reflexión sobre Exedra me atreví a postular la poesía de Silva como un misterio eleusino. Donación de mitemas antiguos (clásicos) y contemporáneos que padecen el fuego. Fuego que se puede mirar -el poder de la imagen de Silva- pero que imanta las miradas en su autofagia.

Antelios propone otra sintaxis, una sintagmática sincopada hija del jazz y el rock, que enhebra arcaísmos, culteranismos y neologismos de forma eficiente para iluminar al ser. Aquí no es el fuego sino la luz. Aquí no es la destrucción sino el mero existir, a veces el tedio, la bitácora del fracaso, el afán de deconstruir, la sensación de pérdida, la insatisfacción de ser, las brazadas del naufragio, pero siempre el amor. Aunque las cartas del Tarot ni la apuesta azarosa sea evidente, el prosema casa & astro, que cierra el ciclo de odiseo sostiene como columna dórica mi afirmación.

Si usamos, por razones de brevedad, el kaleidoscopio de Arquímedes o el excalextrix del pobre Juanito Serrat y enfocamos con dicho objeto, las iluminaciones del ser en Antelios, descubriremos las siguientes claves. En elementos de la sección Hespérides, encontramos las unidades estéticas numeradas y festivas que tientan al ser en su objetividad poética absoluta. En Finisterre hallaremos los límites del ser en un texto construido sobre una serie de significados tramados sobre un efímero tempo, a partir de lo tenue, de lo leve: nada-flor-rocío.

En la poesía de Silva hay un elemento omnipresente, el mar. Thalassa como en la eufónica lengua griega a él, al Padre Pallais y a Homero les encanta decir. Pero en Antelios el nauta ha dejado el mar y lo ha llevado al bosque, convirtiéndolo en uno de sus signos. En los signos del bosque encontraremos al ser en tanto naturaleza y cultura; ésta representada por el amor: el sol teje con su danza/ sorprendido el amorío/(…)de los que se aman/ en el tiempo de la dulcevid/

Convengamos que el discurso del ser ha sido siempre un discurso imposible para la filosofía y en el caso de la mística éste se torna intransmisible, incomunicable, intransferible. Sólo la poesía a partir del poder creador del lenguaje es capaz de marcar hendijas de luz, hilachas de virgen flotando, corpúsculos del ser, pelusas o las babas del diablo. La poesía del ser iluminando al ser, más allá del río inmutable de Parménides, aguas inquietadas únicamente por el guijarro de Heiddeger. Esa diferenciación del ser sólo posible por el canto, el trinar del ave, el impromptu del piano, jarchas, Aquitania, Auvernia, Islandia, sagas, Netzahualxcoyolt, Góngora, gramma &  ousía. 

En el texto uno de Braque, sobre el tema el árbol vuela el pájaro queda, se marca la indiferenciación. El lenguaje poético la instaura a partir de lo arbitrariedad de su belleza – ¿habéis sentido alguna vez en la vida que las mujeres bellas son arbitrarias?-  fuerza la negación de la diferencia para iluminarnos y cegarnos, para inquirirnos y dejarnos en la interrogante ¿El ser es también su espacio?

Afirma un místico del islam que el judaísmo es el uno, el cristianismo es la relación (comunicación para mí) y el islam es la acción. El amor, Eros & Ágape más lo que el judaísmo pre-cristiano aportó (Cantar de los Cantares de Salomón) y el cemento del amor cristiano (Amaos los unos a los otros), es el gran fantasma erosionador/decontructor/crítico de los discursos occidental y oriental o sea de cualquier discurso, porque todo discurso es retórica del poder. 

Porque no basta negar la pinche realidad (budismo), no basta fugarse hacia Dios y regresar con una experiencia incomunicable (mística), sino el desafío está en comunicar que la acémila se mueve alrededor de la noria y que un día se liberará de su yugo para acoplarse con el acémilo que en un campo de gules metafísicos, lanza en ristre espera la dulce herida de su fruta que a gustar convida.

¿Y por qué el amor? Porque este también es indecible, pero no incomunicable, hay pieles que resuelven, rezuman y se revuelven en su mutua satisfacción. El amor es un problema de libertad. No es la verdad quien os hará libre. El lema sería: Eroságape liberabis vobis. El amor siempre selecciona el mejor discurso, el más cercano a la verdad y a la libertad, es decir poeisis.

El ser iluminado por Silva también cae bajo el matiz cromático del amor. Es él quien matiza las adversas circunstancias. Un eje relativizante pero fundamental en Antelios, funcionando como el mismo implacable cuchillo que siempre ha herido al ser, marcado al ser, diferenciado al ser: el amor. En Susurro del llamado los secretos entablan noches/ y crece de tu lado un amor clamando/.

En vestigios de la noche es un amor que viene de lo oscuro, que viene del mar, que viene   de la noche susurrando: desde antaño música de brisas/ semejan caer de lo uva de la noche/ radículas de hastío/ velas desastradas/ el otro ser que eras cuando fuiste/ … Como hermeneuta abusivo y desquiciado sólo me resta apostar, lanzar los mallarmeanos dados sobre la mesa preguntando:  Ser, ¿fuiste cuando amaste?

Pero Antelios de Erwin Silva es más que está aburrida lectura uncida al trepidante carretón de la filosofía. En estos textos también surgen, en la sección ciclo de odiseo, la aventura del hombre contemporáneo, su periplo dorado, los claroscuros vermerianos del misterio, el hialino hilo nihil de la muerte y la salvación por amor.

En nostos se ve a un hombre cavilando/ ante la osamenta de un barco. En naos en el retorno leemos lejos de Corfú y el navío/ … sin nao sin petrel/ En esta odisea del siglo xxi, ya no quedan naos al hombre contemporáneo, su periplo es virtual –aunque piloto de si no cite a kybernetos-. Al Ulises de James Joyce, en los albores del siglo xx, al menos le quedaban sus pies, a Leopoldo Bloom para fatigar Dublín, sumirse en el misterio y vivir la  infidelidad de  la bella y sensual Molly Bloom, que teje y desteje amantes que no hilos (epos II).

También al misterio del hombre contemporáneo lo asisten mujeres con toda su fuerza ya no potencias femeninas sobrenaturales: entonces Nausicaa vino/ y calmó al desastrado nauta/ y no era ninfa ni maga/ sino mujer con esfera jugando a la espera/ de aquel día prefijado en el sueño/ Zozobramos, lectores, naufragamos definitivamente en un vinoso mar pintado por Veermer de Delft. Un mar imposible por cierto. 

La muerte entonces como siempre teje su invisible y omnipresente hilo. Nonada. Fugaz efímera con élitros de luz. Siendo parte del ser la muerte. Incomensurable ser que fatiga las dunas del desierto de Abisinia donde sin salvación iluminado muere Jean Arthur Rimbaud. 

Nosotros Antelios, ante el sol, deslumbrados en casa & astro, como una reedición romántica – en el crítico sentido de la palabra, porque el romanticismo es la crisis revolucionaria del ser en su autoconciencia- somos de nuevo Don Juan Tenorio, calavera y casquivano, abundante en discursos mentirosos y salvado por el amor: te llamo a fundar un reino –dominio de azur volando- y te acercas con pulsación de reloj a este sueño. te busco y se que estás habitando en la mansión que prende el estío.

Anastasio Lovo.

02/05/05.

Anastasio Lovo
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