La industria mundial de la opresión
[y cómo compran “el espíritu de Abril” los patronos de esa industria en Nicaragua]
Fidel Ernesto
Primero fue Jeaneth Beltrán, una trabajadora del hogar interna que fallecía a las puertas de un hospital de Toledo esperando ser atendida. Corrían los tiempos de la sanidad privada y el decreto 16/2012 en España, contra la que muchos se volcaron a las calles en una marea blanca llena de un espíritu de 15M indignado.
Pero antes de ella eran miles y miles de campesinos de Chinandega que cortaban caña en las plantaciones de la familia Pellas, y antes fueron jóvenes de uno y otro bando mandados a defender el concepto de patria y mafia para los Ortega y secuaces, y para los Morales Carazo y secuaces. El AK-47 y el M-16 apuntándose desde la mano de los jóvenes; pero ellos después compartieron una casilla con menos números que esas armas, con menos números que los dedos con que se sostiene un arma: la 2.
“Golpe de calor”, “los riñones”, “la calidad del agua”, muchos nombres, pero una misma esencia, o para decirlo con Heráclito, tiene muchas aguas pero es el mismo río. La misma explotación laboral, la explotación ideológica guerracivilista, la extorsión de la mafia, la industria del desplazamiento.
Ahora fue Eleazar Blandón en Murcia, haciendo la temporada de alguna fruta que llega a los hogares españoles como llega el Ron Flor de Caña a las fiestas de miles de nicaragüenses, como llega la joven interna recién aterrizada con fuerzas y «ganas de superación» para empujar miles de sillas de ruedas de las que son arrastradas en España todos los días. Eso mientras mira como crecen sus hijos por videollamada, mientras firma todos los meses la hoja de remesa en el Western Union más cercano.
Da igual si corte la caña, si empuje la silla, si recoja la naranja, da igual el tiempo, la edad o la nacionalidad, es el mismo cielo, son los mismos muertos, los muertos de la industria del desplazamiento que no es más que la falta de oportunidades hecha migración, explotación, precarización y ahora muerte. «Pues se fue la niña bella, bajo el cielo y sobre el mar, a cortar la blanca estrella que la hacía suspirar» (R.D)
Esa industria que comercia con cuerpos que cortan caña, levantan ladrillos y edificios o empujan sillas y bañan ancianos. Esa industria que existe en Nicaragua, pero de la que muchos callan, porque ahora los patronos son los dueños de eso que llaman «el espíritu de Abril», y parece que ese espíritu no quiere hablar de salario mínimo digno, de reducción de jornada laboral, de fin de la congelación de salarios y de una seguridad social digna.
Ahora el espíritu de Abril se vuelve algo con lo que comerciar, y de eso andan comiendo muchos perfiles públicos a partir de Abril, y por eso sienten la necesidad de tener algo con que comerciar, por ello no faltan quienes quieran vender ese espíritu frente a los partidos tradicionales, y no faltan los partidos que quieran alimentarse de él y verse mas jóvenes en ese espejo, como el Dorian Gray de Oscar Wilde, aunque Pallais, Arana, Aguerri, Sacasa, Chamorro y Belli sean apellidos más tradicionales en la política que el mismo pinolillo y la misma tortilla en la mesa de los nicaragüenses. Son un pellejo estirado que un dia se romperá.
Pero como esos apellidos pueden pagar, entonces se pueden pagar un poco de espíritu de Abril, se compran juventud y alargan su corrupta y miserable existencia a costa de un espíritu que dejó cientos de muertos y miles de exiliados. Y entonces se llevan el espíritu al INCAE, al Cosep y ponen a Arturo Cruz a hablar de “espíritu de Abril”, de renovación y de «se acabó lo viejo», de la misma forma con que se llevaban los millones a Bancorp y las maletas a China para explorar el canal. Así se llevan ahora a cuatro chavalos a los que venden como «el espíritu de Abril» a sentarlos de adorno de silla en silla, de mesa en mesa, de coalición en coalición, de diálogo en diálogo, de elecciones en elecciones.
Todo eso mientras el verdadero espíritu de Abril muere bajo el sol de Murcia, bajo la indiferencia y negligencia de Toledo, de infección renal crónica en Chichigalpa, en la cama de la Sexy Carolina, en la cárcel, en el exilio; muere cada día cuando el cinismo deja de ser algo a vencer para convertirse en algo de lo cual vivir.
Cuando llueve, todas las calles se lavan, el agua junta toda la basura y la lleva por un mismo cauce. En Nicaragua está lloviendo, tenía que llover para ver los cauces llenos de lo que el agua junta y quita de en medio: plásticos, ramas, sacos, politiqueros, y para decirlo con las palabras de Cabrales, la lluvia nos sorprende aunque la esperemos.
En Nicaragua llueven ideas que lavan las viejas, llueve y alimenta el zacate nuevo verdecito ese que sale entre adoquín y adoquín, hasta volverse de un verde tan intenso como el que aparece de vez en cuando bañado de un superficial rocío en los cuadros de Raúl Marín que se llaman Zacatal.