La lastimosa depreciación política de Félix Maradiaga

Carlos A. Lucas A.
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Félix parece ir en la misma dirección, aunque quizás tenga todavía oportunidad de evitar la suerte del otro.

Sigue Félix Maradiaga en su proceso, auto destructivo, del potencial de líder que indudablemente había logrado proyectar en los inicios del 2018. Igual que le pasó a Juan Sebastián Chamorro, que se quemó él solito, Félix parece ir en la misma dirección, aunque quizás tenga todavía oportunidad de evitar la suerte del otro. Estos líderes recuerdan a aquellos desafortunados tiradores de cohetes de las fiestas tradicionales, a quienes les explota la bomba en la mano por no soltar la varilla a tiempo.

La demagogia, la verborrea inútil y la manipulación de los sentimientos de la gente buscan, conscientemente, restarnos capacidad de raciocinio, de análisis, de procesamiento de la información política. Buscan enturbiar nuestra capacidad de concentrarnos en el problema estratégico a resolver. Y buscan restarnos fuerza o capacidad de desarrollar acciones urgentes y acciones necesarias, sabiendo que, en la coyuntura, lo urgente es necesario y lo necesario, es más que urgente.

La demagogia y su uso de la retórica funcionan para las élites del poder, o las que aspiran al poder. Lo han demostrado tantos liderazgos de “derecha” o de “izquierda”. En Venezuela, Hugo Chávez era un artista de la demagogia. Y en Brasil, lo es Bolsonaro. La verborrea es un caudal de sonidos sin contenido, pero que agita a las masas seguidoras.

Félix habla (ver entrevista Canal 10 adjunta) de que “no unirse sería un acto de traición, pero los requisitos de unidad que menciona no son ni siquiera los declarados en el último comunicado de Almagro (Regreso de la CIDH, libertad de presos políticos, cese de la represión, regreso a la constitucionalidad y libertades públicas, etc.), sino temas de mercadeo, de cajón, en cualquier parte y momento como: empleo y oportunidades para todos, que los chavalos y chavalas puedan trabajar, unificar a las familias, etc.

De esa forma, pasada la página del fallido liderazgo de Juan Sebastián Chamorro (además, apareció su prima para ratificarle su preaviso como ficha presidencial), Maradiaga es la ficha “elástica” de la Unidad Azul y Blanco y de la Coalición Nacional.

Esa elasticidad se observa cuando, además de lo anterior, Félix da contundentes declaraciones reivindicando ser el espejo de la rebelión de Abril, para pasar luego a aclarar que no quiso decir 100, sino 20…y quizás 10…o tal vez, nada.

Dijo por allí que no se iba a permitir la salida suave de Ortega y FSLN del poder. Luego dijo que dijo o debería haber dicho, que se refería, en realidad, a conformar una futura comisión de la verdad.

Dijo que apoyaba las reivindicaciones de las mujeres en lucha y al movimiento de sexualidades diferenciadas y luego, agitado, se corrigió aclarando que, en realidad, esos temas no son prioritarios y se declaró un convencido Pro-vida, un absoluto creyente en Dios (Santa María de las capillas, ¿de qué nos sirve su fe?: ¿podría haber más confesos creyentes en Dios, que los Ortega-Murillo FSLN, que separan almas de cuerpos en más de 300 personas?

Igualmente, por su nivel académico, no hay otra conclusión, Félix busca engañar a la gente afirmando que, cuando sea Presidente, va a hacer que Nicaragua ingrese a la Corte Penal Internacional, para llevar allí a los criminales de Abril. Pero todos sabemos que la Corte no juzga crímenes anteriores a la firma mutua del Tratado de Roma; no hay retroactividad.

Mientras Arturo Cruz, evidente ficha, caballito de Troya de Ortega, es tan claro y desvergonzado en sus planteamientos fascistoides (“mejor estabilidad que democracia”) –como lo es la propia Kitty Monterrey– Félix intenta (como aquel tipo que cruzó el volcán Masaya), equilibrar en el vacío el viento impetuoso de Abril con la floja cuerda que le dan los caballeros de la nobleza empresarial nica.

La estrategia de Félix es recoger masa de votos potenciales al mismo tiempo que caer simpático a las élites económicas, un baile de tango muy difícil. Por eso luce patético auto corrigiéndose, una y otra vez, sus propias expresiones y planteamientos políticos, ideológicos o de programa.

Si alguien no es consecuente consigo mismo, a sus posiciones, a su historia, a sus criterios y por qué no, a sus valores y creencias hasta religiosas, ¿cómo podría ser consecuente al enfrentarse a sus adversarios?

Mientras la clase empresarial logra ir inflando sus muñecos de aire, como Arturo Cruz, los líderes como Maradiaga, o incluso Medardo Mairena, se sacan el aire a sí mismos, y van dejando el campo libre a aquellos que buscan estabilidad antes que democracia.