La lucha por la justicia: historia de dos ciudades
Hoy hace dos años estaba sentada en nuestra casa en Managua viendo la protesta masiva del Día de la Madre que tenía lugar a solo un kilómetro de distancia. Esa protesta antigubernamental se organizó en solidaridad con las madres nicaragüenses que habían perdido a sus hijos en la mortal insurrección que sacudió al país durante las seis semanas anteriores.
Recuerdo haber visto la marcha pegada a mi televisor y a mis redes sociales. Todo parecía ir bien hasta que empezaron los disparos cerca de la Universidad Nacional de Ingeniería. Al final, 19 personas perdieron la vida ese día y 218 resultaron heridas; niños quedaron separados de sus padres cuando la gente escapaba del escenario de la masacre y cerca de 5.000 (de los miles de personas que participaban en la protesta) se refugiaron en la cercana Universidad Centroamericana. Se ha responsabilizado de la masacre a francotiradores de la Policía Nacional.
Dos años después, esta tarde, me siento en nuestro nuevo hogar en los Estados Unidos a ver la televisión y monitorear las redes sociales, esperando solo que lleguen las noticias sobre las protestas masivas que sacuden al país. Es un llamado diferente a la justicia, que sin embargo se siente muy similar. Las noticias provocan en mí una sensación que no había sentido desde Nicaragua en aquellos meses de 2018.
Si bien estos movimientos son distintos, son de alguna manera similares: la urgencia de acabar con el silencio y la injusticia, el mismo grito de ¡Basta ya!, de ¡No más!, y expresiones similares pronunciadas por las víctimas del flagelo de la desigualdad, la opresión y la violencia que luego se han utilizado como un grito de guerra para el cambio, «Duele respirar», se quejó Álvaro Conrado, «No puedo respirar», dijeron Eric Garner y George Floyd; la sensación de que en Nicaragua hubo un antes del Día de la Madre 2018 y un después del Día de la Madre 2018, mientras que aquí, en los EEUU, parece que habrá un antes de mayo de 2020 y un después de mayo de 2020.
Además de tristeza, aflicción y enojo, uno siente que algo ha cambiado ya.