La Navidad Roja
Prosa de prisa (diario de un nicaragüense en el extranjero)
La «Navidad Roja» (c. 1981), genocidio perpetrado por los sandinistas en contra de los indios misquitos, es sólo una muestra del horrendo legado que, para llanto y oprobio de los nicaragüenses, hemos olvidado.
Los sandinistas liderados por Daniel Ortega (1945) y Tomás Borge (1930 – 2012) más la comitiva que los respaldaba entre políticos, músicos, escritores, etcétera, y que hoy vive en la impunidad, recluyeron en campos de concentración a más de un cuarto de millón de indígenas y asesinaron al menos a 393 nativos.
Fueron los sandinistas y fue en los ochentas, es decir, ayer. El genocidio continúa. Lo vemos día a día en la reservas Indio Maíz y Bosawás.
Los rostros de Vladímir Lenin (1870 – 1924) y Iósif Stalin (1878 – 1953) se reflejan en los sandinistas de antaño y de hoy; desde Rosario Murillo (1951), la actual jefa de la manada, sus hijos y nietos, los «sandinistas arrepentidos» y los de a pie que matan al indio hermano por doscientos córdobas, es decir, por cinco dólares. Tal es el precio de un indígena en Nicaragua.
No se puede hacer patria sin una ética y una profunda revisión de la historia. ¡No se puede!
La Nicaragua que tanto les dolía y supuestamente les sigue doliendo a los sandinistas que hoy se hacen llamar opositores ha «olvidado» aquella trágica Navidad.
Tal vez esos encubiertos sandinistas la han olvidado agazapados por las siguientes palabras de Italo Calvino (1923 – 1985) y Fidel Castro (1926 – 2016): «Toda historia no es otra cosa que una infinita catástrofe de la cual intentamos salir lo mejor posible» y «La historia me absolverá».
Esa orden le abrió la puerta a los genocidios de hoy: los de los estudiantes, los indígenas ramas y mayagnas, por nombrar las pocas etnias nativas que aún viven bajo amenaza, y los de los mestizos, o sea, los de los nicaragüenses en general.
La sentencia del gobernador romano de la provincia de Judea, Poncio Pilato (12 a.C. – 36/39 dC.), se levanta contra los que firmaron la orden de la «Navidad Roja»: Quod scripsi, scripsi («Lo escrito, escrito está»).