La nueva consigna de la oposición pactista: “convivir con Ortega”
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.
La única forma en que funciona el pacto que buscan los poderes fácticos, el que buscan escenificar Cristiana Chamorro, Arturo Cruz, Humberto Ortega, Carlos Pellas y compañía, es si le aseguran impunidad a Ortega y a todo el clan FSLN, y si Ortega decide confiar en la impunidad que le ofrecen.
La única forma en que ese arreglo funciona es si el «nuevo régimen» es suficientemente autoritario para obligar a la gente a aceptar la impunidad. Necesitan una dictadura remozada. Ropas nuevas. Mejores modales. Mejor trato con los vecinos. Y un inglés algo mejor.
El espacio para el re-pacto es estrecho, mucho más estrecho que el del pacto antidemocrático Lacayo-Ortega de 1990. Muy estrecho para los miedos de Ortega. Muy estrecho para las libertades del pueblo. Pero lo buscan, ¡a toda costa!, porque no quieren Estado de Derecho.
Para Ortega un Estado de Derecho es la muerte legal y financiera, y para el resto de las familias oligárquicas Estado de Derecho es terror a la muerte. No están acostumbrados, le temen. Y, como muchos también “la deben”, pues “la temen”. Añádase a esto la codicia, la sed insaciable de beneficios fiscales y políticas de impunidad para “los grandes”, y lista la receta: “Orteguismo y oposición [tienen] que perdonar y ceder; no empeñarse en aplastar al otro, sino convivir con él”. [Humberto Belli, La Prensa, 8 de febrero de 2021]
“De Chamorro-Bryan a Chamorro-Biden”
¿Cuántos Jean Paul Genies habrá, cuantos más campesinos muertos, cuántos activistas que no acepten el trato pagarán con su vida?
¿Cuánto le costará al país, y a la gente vulnerable, «convivir», como dice Humberto Belli tan relajadamente, con el orteguismo?
¿Cuántas décadas más, cuántos siglos, de miseria económica, de grotescas desigualdades de derechos, fracaso educativo, depredación de la naturaleza, opresión semifeudal, irrespeto a las etnias, a las mujeres, a las minorías sexuales, a la religión de cada quién, a la familia, a la propiedad de los pobres, a la libertad de emprendimiento que dicen favorecer, a la oportunidad misma de emprender que deberían tener todos?
¿Cuántas décadas más de sal en las heridas, de escupirle la cara a las familias de decenas de miles de víctimas de la violencia que las élites cultivan y engendran?
¿Cuánto tiempo más de forzar al exilio a cientos de miles, y después reírse de ellos, como hizo Toño Lacayo, quien los llamó “gringos caitudos”?
¿Cuánto tiempo más hasta que los trabajadores de Pellas sean atendidos, compensados los sobrevivientes, compensadas las familias de las víctimas de su negligencia criminal, detenidas las prácticas que han causado indecible sufrimiento en sus campos, castigados los culpables?
¿Cuánto tiempo más hasta que la decisión de un juez no sea la decisión del poderoso detrás del juez?
¿Cuánto tiempo más hasta que el cinismo deje de ser el gesto del triunfo en Nicaragua?
¿Cuánto tiempo más hasta que entendamos que folclorizar el cinismo, volverlo un güegüence simpático, corrompe y mata la esperanza?
¿Cuánto tiempo más viviendo de mitos, ensalzando a próceres e ídolos falsos?
¿Cuánto tiempo más obligados a escoger entre el hambre y la sumisión, entre el miedo y la libertad?
¿Cuántos siglos más hasta que un apellido valga menos que el esfuerzo, el talento y la honradez?
¿Cuántos siglos más hasta que todo nicaragüense tenga derecho a votar, y a postularse, sin que su origen social sea ventaja o desventaja?
¿Cuántos siglos más antes de que la Nicaragua morena viva su vida sin complejos, sin vergüenza de ser lo que es: una hermosa criatura del triple mestizaje?
¿Cuánto tiempo más tendrá nuestra gente que sobrevivir en penosa precariedad material y cultural, aferrados apenas a la esperanza de un futuro que no puede llegar?
¿Cuántas guerras más, cuántos presos más, ¡cuántas torturas más!?
¿Cuántas farsas electorales habrá de soportar el país?
¿Cuántos pactos más entre facciones oligárquicas y mandamases que les roban pedazos del feudo, como Ortega ha hecho?
¿Cuántos viajes más a Washington, DC, a “venderse” al poder extranjero? “Quieren pasar de Chamorro-Bryan a Chamorro-Biden”, comenta amargamente un amigo, conocedor como pocos de la historia.
¿Hay redención, si la sociedad premia el pecado?
¿Cuánta más corrupción, si se acepta que, como ha sugerido Cristiana Chamorro, aunque Daniel Ortega haya cometido un genocidio demostrado, tiene tanto derecho como cualquier nicaragüense a ser candidato?
¿Hay redención, cuando la sociedad acepta premiar el pecado?
No es casualidad que Cristiana Chamorro hable en los mismos términos, y que ahora Humberto Ortega hable de «cohabitación o caos».
Todos ellos hablan el mismo lenguaje. ¿Por qué será?
¿Qué tan larga sería la noche de esta nueva fiesta de los poderosos?