La nueva “Constitución” de Nicaragua: ¡vamos por más victorias! (¡y elecciones!)
Como numerosas veces ha señalado nuestro colega Pio Martínez, hay que evitar la trampa de distracciones que la tiranía planta en nuestro camino, y concentrarse en las únicas tareas que pueden traer la eventual liberación: educar, entrenar y organizar, de manera sigilosa en vista de la extrema represión, un movimiento que por todos los medios a su alcance llegue a paralizar el país, derroque a la actual dictadura, impida el ascenso de los reemplazantes continuistas antidemocráticos que esperan su turno en Costa Rica y Estados Unidos, y avance, con el pueblo, no sobre el pueblo, hacia la construcción de una, nuestra primera, República Democrática.
Nada de esto es fácil, ¡por supuesto!, pero mucho menos puede decirse, porque sobra la evidencia en ejemplos ajenos y nuestra propia experiencia, que sea imposible. Menos aún que sea innecesario. Los falsos opositores, los continuistas del sistema, itinerantes-suplicantes que esperan sentados en las antesalas de los políticos estadounidenses, no se cansan de contradecirnos, porque para ellos la meta no es el cambio democrático, sino el cambio de figuras en el poder: “¡Fuera los OrMu! ¡Ese trono, el mismo trono de ayer y antier, nos toca a nosotros; ya hemos esperado bastante!”
Solo por eso vale la pena hacer unos breves comentarios sobre la noticia de la nueva reforma a la “Constitución” de Nicaragua (que, dicho sea de paso, ocurre mientras hablan los tiranos, otra vez, ¡una vez más!, del bendito canal; habría que llamarlo, evocando a don Quijote, el Canal de los Molinos).
Lo primero que hay que destacar es que los opositores continuistas han insistido, e insisten, en que el cambio político en Nicaragua debe ser “en defensa” de la Constitución, y en ocasiones hasta han intentado “educarnos” para que salgamos de nuestra ignorancia y nos restrinjamos a buscar cambios “por medios constitucionales”. Ya que tanto les preocupa, tendrán que explicarnos a cuál de los adefesios monstruosos y opresivos producidos por el Poder bajo el título de “Constitución” se refieren. ¿Por cuál de ellos hay que luchar, sacrificarse, exponer libertad y vida, señores “constitucionalistas”?
Los tiranos de El Carmen, que seguramente disfrutan observando la “viveza” de la oposición reconocida por el Departamento de Estado, y juegan con ella como un gato con su ratón-presa, no les hacen el “juego” más fácil. Presentan ahora un proyecto para oficializar el Estado Totalitario.
Pueden estar tranquilos quienes se preocupan por las protecciones constitucionales y el Estado de Derecho: nada cambia. No se puede perder algo que no se tiene. Y el “proyecto” seguramente tardará años en materializarse, ya que la democracia nicaragüense siempre ha exigido prolongados debates públicos, análisis legales, votaciones y procedimientos legislativos que, lógicamente, se cumplirán en el número de días que haga falta, es decir, en el número de días que la dictadura de turno estime conveniente. ¡Hay tiempo, señores!; el tiempo que el Poder decida.
Además, un documento más del fraude que es la “República” en Nicaragua, hoy, y hasta hoy, siempre, no cambia en lo esencial (de hecho, no cambia en nada) la naturaleza del poder. A la dictadura de turno no le ha hecho falta la nueva producción literaria de la fecunda Murillo y sus hijos-asesores para reducir el país a plantación esclavista, donde se reparten el producto del esfuerzo ajeno con la oligarquía.
Las cosas, en ese sentido, permanecerán inalteradas, estables. Menos mal, dirán algunos: el cambio de Constitución no desestabilizará al país. Respirarán aliviados los amantes de la estabilidad.
¿De qué se trata entonces? Pues quizás haya un elemento de vanidad. No es lo mismo darle el cargo de Cónsul al caballo del César en privado que anunciarlo en cadena nacional. La presentación pública otorga a Sus Cristianas, Socialistas y Revolucionarias Altezas la satisfacción de usar el cetro y la chaqueta Members Only, más el vestido de gala y tesoro de gemas de la reina, escasísimas horas después de esa otra competencia de atractivo personal que llaman Miss Universo.
Aparte de vanidad, aunque parezca irónico a quienes poco hayan estudiado teología, puede tratarse también de una exhibición del apego de la pareja real a las virtudes cardinales. Se casan otra vez con la justicia, comulgan de nuevo, fuertes y prudentes, con la civilización, agachan la cabeza ante la soberanía del pueblo que manda escribir una nueva Carta Magna, de la misma manera que agacharon la cabeza y caminaron con ejemplar templanza a comulgar de la mano del difunto Miguel Obando; quiero decir “Su Eminencia, el Cardenal Obando”. [Quién iba a imaginar que su sucesor sería aún más Eminente…]
Sin embargo, tengo una confesión que hacer, y desde ya suplico perdón: parece que el izquierdismo que unos dicen que destruye neuronas y embrutece también me vuelve ligeramente escéptico; hace que vean, mis ojos obtusos, otras razones para el gran acontecimiento histórico.
¿No podrían ser motivos más terrenales, polvorosos, prácticos, los que justificaran la reforma a tan importante documento como es la Constitución de la República de Nicaragua?
A lo mejor se trata simplemente de poner en acción las enseñanzas que cualquier gerente o consultor lleva en su maletín: hacer cambios en el equipo corporativo; consolidar atribuciones; centralizar lo que hace falta para la protección de las célebres facultades ejecutivas del CEO y la Cocea; hacer inventario del capital humano de que disponen; “despachar” a los menos confiables, pero darles un estatus más caché a quienes podrían ser buenos vasallos bajo un señor o (mea culpa, me traiciona el inconsciente “patriarcal”) una señora: am@s más generos@s.
Preparar así las condiciones para que la próxima temporada electoral, que ya en meses dará inicio, lleve al Partido a más victorias, con sus partiditos y aliaditos cargando el palio en la gloriosa procesión cívica.
En este momento, señores de la oposición continuista, creo que cabe felicitarlos con una ovación estruendosa, ¡de pie todos!
Y desde este rincón olvidado del moderno éter quiero susurrarles algo a todos los fantoches de la tragicomedia, dentro y fuera del país; lo haré quedito, para que no me caigan en zopilotera los “constitucionalistas”: memento moris.
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.