La oposición que Nicaragua merece
Dicen que cada pueblo tiene el gobierno que se merece, pero los Nicaragüenses Libres pensamos que eso no es así, que ningún pueblo merece una dictadura y que nuestro pueblo no se merece la tiranía que ha conculcado el poder en Nicaragua. No se merece un régimen que somete a nuestra gente a una forma tan horrorosa de dominación que nos recuerda la crueldad de la época de la dominación española, en el desprecio por la vida y en la despiadada manera de ejercer la represión a diestra y siniestra, sin miramientos, como un ejército de ocupación, para mantener a nuestro pueblo inmóvil, aterrado.
Nicaragua no merece una dictadura, merece la libertad. Merece la democracia.
La dictadura no es un castigo divino hacia un pueblo que se ha portado mal. No estamos pagando ningún pecado que hayamos cometido. Que exista dictadura hoy, así como ha existido constantemente a todo lo largo de nuestra historia, tiene un origen humano, no divino.
Lamentablemente, no podemos culpar a nadie de afuera por la existencia de la dictadura, porque el sistema de poder que la crea y la sustenta tiene sus raíces en nuestro mismo país y quienes lo sostienen y con él se enriquecen, son como nosotros, hijos de esta misma tierra, nacidos bajo el mismo cielo y bajo el mismo sol. Son hijos, como los de algunas especies de arañas, que se comen a su madre, o como los tiburones, que devoran a sus propios hermanos en el vientre materno.
La dictadura, en su versión actual, es el resultado de la asociación entre el clan Ortega, ambicioso, inescrupuloso y criminal, y la oligarquía que ha dominado el país por siglos, que de una forma u otra, de un gobierno a otro, se ha mantenido en el poder desde tiempos inmemoriales y que en todo este tiempo ha aprendido qué hacer y cómo hacer para continuar en el poder indefinidamente, para seguir teniendo el país y su gente sometidos a su servicio.
Esos grupos poderosos hasta ahora siempre tuvieron en sus manos y procuran seguir teniéndolo, un país para extraerle sus riquezas a costa del país mismo, de sus bosques, de sus aguas, de sus suelos y su gente; de todo aquello que lo hace rico, no importa si en el proceso el país se destruye, sus bosques y su fauna desaparecen, sus aguas se envenenan, sus suelos se empobrecen y sus gentes enferman, malviven y mueren en la más dolorosa miseria, o tienen que partir para buscar la vida en otro lado y pasarse sus días en soledad y sufrimiento hasta que la muerte les alcance bajo otro cielo y les libere al fin del dolor de estar vivos.
El nuestro, se ha dicho muchas veces, no es un país pobre, es un país empobrecido por esos grupos de poder que ahora mismo diseñan y ponen en práctica las maneras en que van a actuar para que el poder permanezca en sus manos. Piensan en el modo en que van a contrarrestar los deseos de libertad de nuestra gente, en cómo harán para seguir tan campantes como siempre, no importa lo que ocurra. En estas cosas piensan y ponen en acción sus pensamientos, poniendo en movimiento a grupos y personas que llevan sus ideas a la práctica. Esos grupos y personas, que llamaremos “falsa oposición”, han estado trabajando desde el mismo momento en que se produjo la insurrección cívica de Abril del 2018 y por todos los cinco años y medio transcurridos desde entonces, en función de evitar que ocurran hechos que pongan en peligro el sistema de poder, incluso si eso significa mantener en pie a la dictadura.
Así como Nicaragua no se merece la dictadura, tampoco se merece a esa “oposición” al servicio del sistema de poder, esa que nuestro sabio pueblo llama “farandulera”, “furullera”, “de salón” y “de mentol”, entre otras denominaciones. Un alto representante de esa falsa oposición dijo hace algunas semanas que no es culpa de la oposición que haya dictadura. Tendría que preguntar a la gente de nuestro pueblo su opinión sobre la actuación de aquellos, él incluido, que desde abril del 2018 se erigieron en los representantes de la oposición y permitieron a la dictadura sobrevivir al empuje libertario de nuestra gente. Nuestro pueblo sabe bien quienes fueron los que detuvieron su mano cuando se disponía a dar un golpe mortal a la dictadura. Sabe quienes fueron los que apagaron el fuego de Abril.
Esa falsa oposición, por contar con amplios recursos de oscuro origen es, lastimosamente, la que aún en este momento lleva la voz cantante hacia afuera del país. Es una oposición cuyos líderes no son tal cosa, aunque así les llamen —porque no los conocen realmente o porque les conviene—, la prensa internacional y los funcionarios de bajo rango del Departamento de Estado de los Estados Unidos o de los órganos de la Unión Europea. Su supuesto liderazgo no tiene sustento dentro de nuestra gente, es como dicen, “de puro aire”.
Nuestro pueblo sabe también, como sabemos los Nicaragüenses Libres, que tanto en el exilio como al interior de nuestro país hay personas y grupos como el nuestro, que son realmente de oposición, que quieren un cambio profundo, que desean desarticular el sistema de poder que crea dictaduras, romperlo para crear uno nuevo, más humano, que sirva a todos y no solo a unos cuantos. Son grupos y personas que aspiran realmente a que la democracia se establezca al fin en nuestro país. Es la verdadera oposición, la oposición real, pobre y perseguida, de hombres y mujeres que trabajan duramente cada día para sobrevivir ellos y sus familias, y aun cuando se encuentran en las más precarias de las situaciones, siguen soñando el mismo sueño de la gran mayoría de nuestro pueblo, la liberación de nuestro país y a la par que sueñan van poniendo su granito de arena para hacer el sueño realidad.
Las voces de la oposición real son, por desdicha, apagadas por las voces de la falsa oposición que se pasa sus días viajando de la ceca a la meca, que no tiene ninguna conexión real con el pueblo de Nicaragua, que no trabaja por los intereses de nuestro pueblo, sino en función de sus propios intereses, en función de seguir manteniendo el mismo viejo sistema de poder.
Esa que se hace llamar oposición, no puede seguir escapando a la ineludible realidad de que la liberación de Nicaragua solo la podrán hacer los nicaragüenses en Nicaragua, trabajando junto a los nicaragüenses de afuera. Haciendo lo que hasta ahora hacen, ocupados en fingir que hacen algo, sin hacer nada, evitando, pusilánimes, emprender las tareas que conduzcan a la liberación, se vuelven cada día que pasa cada vez más irrelevantes. Luego de cinco años y medio, su juego ha quedado claramente al descubierto. Su trabajo es sabotear, como lo han hecho siempre, la lucha del pueblo.
Luego de desinflar el empuje del pueblo, abandonándolo, metiéndolo en miedo, empujando la idea de que en Nicaragua no es posible hacer nada en contra de la dictadura, se dedicaron luego, para olvidarlo poco tiempo después, a fingir que buscaban una unidad que ellos saben bien es imposible mientras lo que pretenden es, otra vez, la paralización de los esfuerzos libertarios.
Su idea más reciente, para alargar aún más la vida de la dictadura, al menos hasta el 2026, son las de copiar, faltos de imaginación como son ellos, la idea de realización de unas elecciones primarias de la oposición, tal como recién se hizo en Venezuela, una idea que ahora mismo está demostrando su fracaso. Siguen sin entender, o fingiendo que no entienden, que los instrumentos de la democracia no funcionan en las dictaduras.
Es hora de confrontar a la falsa oposición, de exigirle rendir cuentas y revelar el origen de sus fondos y de la estrategia que van siguiendo. Dicen que quien paga la fiesta elige la música, es hora de que revelen quién ha estado pagando su fiesta y cuál es la música que les ha mandado tocar. Sabemos que la que tocan no es la música de nuestro pueblo. Corresponde a la oposición real apartar a los mentirosos, los pusilánimes, los perversos y vividores, y dar un paso al frente y empezar a ejecutar las tareas que conduzcan a la liberación de nuestro país.
El camino hacia la liberación de Nicaragua pasa por conseguir el apoyo de la comunidad internacional, pero no de los gobiernos, pues como vemos en el presente, ellos demuestran que las desgracias y hasta la aniquilación de los pueblos les tienen sin cuidado cuando no coinciden con sus intereses. La comunidad internacional que realmente debemos trabajar por interesar en la tragedia de nuestro pueblo, son los pueblos de los países en los que ahora nos encontramos los centenares de miles de nicaragüenses que hemos dejado el terruño. Hemos visto que son los pueblos los que demuestran solidaridad con el pueblo palestino frente al genocidio al que Israel le somete. Esa y no otra solidaridad es la que nos corresponde buscar.
Pero de todos los pueblos, el primero a interesar en la liberación de Nicaragua es el pueblo nicaragüense mismo. Si nuestra propia gente no está interesada en liberar nuestro país ¿cómo podemos esperar que otros pueblos se interesen en ello?, ¿cómo conseguir que se solidaricen con nosotros? Esa falsa oposición, en su torpeza, su estulticia y pusilanimidad ha logrado que los nicaragüenses de adentro y de afuera vean la liberación de nuestro país como un hecho imposible de realizar, decepcionados de la debilidad y la cobardía de autoproclamados líderes, incapaces de ejercer un liderazgo efectivo, real, de un pueblo que ansía su libertad y cada día muere un poco más. La desesperanza de nuestra gente es un logro de la falsa oposición.
La tarea de derrocar a la dictadura requiere de voluntad y también, entre otras cosas, de recursos materiales para apoyar la lucha de nuestros compatriotas en Nicaragua, pero no de fondos que provengan de fuentes que tienen sus propios intereses, pues estos no son siempre los mismos de los nicaragüenses. Los fondos que se requieren, para estar dirigidos realmente al derrocamiento de la dictadura, deben provenir de los mismos nicaragüenses, los realmente interesados en liberar su país. Sin embargo, por la desesperanza que he descrito, la gran mayoría de los nicaragüenses en el exterior no quieren, y con razón, aportar ni un solo dólar a las organizaciones de la oposición, porque ellas les han decepcionado, no se sienten representados por ellas, no creen en ellas y sienten que su aporte será desperdiciado. Es tarea de la oposición real hacerse acreedora de la confianza de nuestra gente, que se sientan no solo representados, sino parte activa de un movimiento que realmente persigue la liberación de Nicaragua y estén entonces dispuestos los nicaragüenses a apoyarlo, a ser parte de ese movimiento.
Es eso lo que tenemos que hacer: olvidarnos de perseguir pompas de jabón y trabajar por construir un movimiento de liberación de Nicaragua que conquiste las mentes, los corazones y la voluntad de los nicaragüenses de dentro y de afuera y les convenza de que realmente se está trabajando para salir de la dictadura, que las decisiones son tomadas por nicaragüenses y no por burócratas del Departamento de Estado o de una oficina en Bruselas.