La ruleta del cansancio (“comunidad internacional”, oposición, farsa electoral…)

Fidel Ernesto
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Frente a la dictadura política, la dictadura de intereses internacionales hace muy poco, porque su naturaleza es la misma: el poder, uno económico y otro político, pero poder al fin. De ahí que tengan más comunidad de intereses con los que ostentan el poder real y dialoguen más con ellos que con el pueblo de Nicaragua.

Puede que la retórica sandinista nos haya atorado y empachado de tanto antiyanquismo, pero lo que quiero decir aquí no va de eso, sino que va de realpolitik, va de esa política en la que siempre se ha movido Ortega y sus relaciones con los opositores, o bien cómo se ha movido la embajada de Estados Unidos en otros escenarios paralelos al nicaragüense, como por ejemplo, el venezolano.

Ni elecciones, ni unidad: lo que pesa es quién “bendice” el proceso

Nos guste o no, la última palabra no son las elecciones, ni siquiera la unidad, sino que, hablando en términos de realpolitik, lo que tiene más importancia real para el pueblo de Nicaragua es la legitimación de esas elecciones. En otras palabras, si la embajada después de tantos tweets, comunicados y denuncias internacionales va a terminar reconociendo los resultados de las elecciones en Nicaragua.

Hasta ahora la fuerza de la comunidad internacional y de la presión internacional sobre el orteguismo la tiene Estados Unidos. Esto no es nuevo, otro escenario paralelo como es el caso de Cuba demuestra que la legitimidad de un gobierno o la gobernabilidad depende en gran medida de sus relaciones con Estados Unidos.

No es Almagro quien decide

Por eso no tiene sentido decirle a Almagro que desconozca las elecciones, ni al Papa, porque en última instancia y llegado el momento lo que se valora en instancias diplomáticas es qué pierden y qué ganan los actores políticos y agentes económicos con esos resultados electorales. Lo de democracia, condiciones, justicia y observación internacional es algo bastante banal para quienes observan la política desde las alturas de la dictadura de intereses económicos y geopolíticos que están por encima de Almagro, de CxL, o de cualquier otro que se ponga la bandera como Batman y diga que el será el futuro presidente de Nicaragua. Puro show.

Nuestra historia siempre ha demostrado que, en períodos de crisis entre las élites y las familias criollas que han empobrecido al país durante ya casi un par de siglos siempre surge la necesidad de crear o apoyar al líder de una facción que haga contrapeso a la otra facción. Liberales o conservadores, granadinos o leoneses, sandinistas o somocistas, da igual el adjetivo, lo importante es la verdad, y la verdad es que muy poco tiempo de nuestra historia se salva de ese faccionismo guerracivilista y binarista al que hemos estado sometido casi desde la independencia misma.

Dos excepciones, breves paréntesis

Vale la pena recordar dos casos que han sido como paréntesis de ese faccionismo, dos casos extremos. Uno es el filibustero William Walker, quien a través de la intervención armada se superpuso sobre esos pleitos criollos y se hizo presidente. El otro, el de un hondureño, hombre de consenso, que durante un corto periodo de tiempo aguantó los embates faccionarios e intentó gobernar al margen del sectarismo; al final tuvo que marcharse, y logró ser electo—aunque no llegó ejercer—la jefatura de estado en El Salvador, el tercer país centroamericano del cual habría sido líder.  Hablo de Dionisio de Herrera, hombre de letras y con una historia que valdría la pena estudiar para conocer el registro histórico del sectarismo político centroamericano.

El papel de La embajada

Sin embargo, siguiendo con la idea central, nuestra historia pues demuestra que a toda crisis política siempre el candidato o la candidata de la embajada, y la embajada misma de Estados Unidos, es un poder con el cual se pretende haber balance binario y contrapeso a la dictadura, caudillo o dictador de turno, cuando el dictador, caudillo o dictadura de turno no ha sido apoyado por ellos.

Que no se tome esto como discurso antimperialista típicamente orteguista, porque eso nos haría perder la perspectiva, perderíamos el hilo por el odio a una de las facetas con que el orteguismo se ha caracterizado.

“Comunidad internacional”: ¿dictadura de intereses internacionales?

Sigamos. Resulta que lastimosamente y muy a pesar de las advertencias y los reclamos de actores como la iglesia, las madres de Abril, la oposición social, la diáspora y un sin numero de personas que saben que las elecciones tienen toda las características de una farsa, la última palabra sobre la legitimidad o no de unas elecciones la tiene la mal llamada “comunidad internacional”, que a veces hace de “comunidad” internacional pero otras veces hace de “dictadura de intereses” internacionales. Unas veces sancionan al unísono y otras te obligan a dialogar con tu violador o torturador, todo en dependencia de sus intereses.

Por eso no se debe perder de vista que, frente a la dictadura política, la dictadura de intereses internacionales hace muy poco porque su naturaleza es la misma: el poder, uno económico y otro político, pero poder al fin. De ahí que tengan más comunidad de intereses con los que ostentan el poder real y dialoguen más con ellos que con el pueblo de Nicaragua.

Esto nos lleva obligatoriamente a pensar también quiénes son los actores de la oposición nicaragüense que tienen comunidad de intereses con esa comunidad internacional que da donaciones, licitaciones, apoya a oenegés y en muchos casos impone el silencio, porque nadie quiere hacer enojar al donante o la agencia que entrega los fondos. Y si el donante dice “a dialogar”, allá van, a dialogar y si dice “a gritar”, allá van va a gritar. Esa forma de hacer política también es necesario evaluarla, más aún cuando se trata de periodistas o defensores de derechos humanos, quienes para ejercer su labor requieren, ante todo, de objetividad e independencia.

Bendiciones

También es indispensable hablar sobre el candidato o la candidata de la embajada, porque incluso dentro de los mismos precandidatos saben que el apoyo popular importa bien poco para entrar en la política de mafias típicamente nicaragüense. Porque el apoyo popular, así como premia también castiga, y por eso Ortega, sabiendo de su experiencia personal en los años noventa, lo primero que hizo cuando volvió al poder en 2006 fue buscar el apoyo de las élites y mafias del INCAE-COSEP para con ese acuerdo a priori llegar a pedir, al unísono, como un solo gobierno, (recuerden las palabras de Ortega) la bendición de la embajada.

Desgraciadamente, vivimos una realidad en la cual la bendición de la embajada estadounidense importa mucho; y muchos la buscan, aunque en las redes sociales la bendición que publiquen sean las de los prelados de la iglesia. En este sentido, la política que padece Nicaragua no es distinta a la que se ha padecido históricamente, en la cual el apoyo popular importa poco y el geopolítico y económico de la Embajada importa mucho.

Una ruleta de cansancio

¿Pero qué tiene que ver todo esto con el discurso de “la unidad”? Pues sucede que nos lleva a un camino ya recorrido por otros pueblos, un camino donde la embajada y el gobierno de Estados Unidos bendicen a un candidato, y al mismo tiempo tienen que bendecir las elecciones, porque si no lo hacen su candidato tendría una existencia virtual y no real.

Luego, cuando los resultados son los que son, de fraude o no, de farsa electoral o no, la embajada regresa al principio, a mostrarse escandalizada y a denunciar fraudes aquí y fraudes allá; y ahí se nos va la vida, en esa la ruleta de cansancio, entre elecciones sí, elecciones no, legitimidad sí, legitimidad no, candidato tal sí, candidato tal no.

El proceso, y el cansancio, termina ahogando las esperanzas de un pueblo que salió a las calles pero cuya lucha quedó en manos de una política mafiosa; en manos de dictaduras políticas y económicas, de una comunidad de poderosos intereses internacionales que pasa por encima de las aspiraciones legítimas de un pueblo al que niegan su derecho a liberarse de élites y mafias opresoras.