La sanción al jefe del Ejército y el mensaje de la Conferencia Episcopal de Nicaragua
Oscar René Vargas
La crisis sanitaria del coronavirus se ha comportado como un huracán. Recogiendo y mezclando de manera explosiva todas las crisis previamente existentes. Desde esa perspectiva, la sanción norteamericana del 22 de mayo de 2020 al jefe del Ejército no se puede analizar de manera aislada.
Abordar la sanción al jefe del Ejército separada de las cinco crisis (sanitaria, económica, regional, internacional y sociopolítica) sería cerrar los ojos a lo que ocurre y se desarrolla en el país. El análisis y estudio de la sanción no puede posponerse, mucho menos el interés de conocer sus repercusiones, las reacciones de los poderes fácticos y las decisiones políticas que se tomen a partir de las recientes sanciones.
Esta sanción se produce cuando el régimen no ha podido controlar ni superar los efectos y consecuencias de las cinco crisis, al mismo tiempo, que tiene la derivación de acortar los tiempos políticos a todos los poderes fácticos para encontrar una salida del régimen Ortega-Murillo.
En los últimos dos años, se hicieron varios intentos para encontrar una salida (que se vayan ya, salida al suave, elecciones adelantadas, elecciones 2021), con el afán de ofrecerle una escalera política al régimen; sin embargo, se hizo evidente el inmovilismo político, la soberbia y la terquedad del régimen al no aceptar ninguna propuesta.
Todo quedó igual, nada cambió, contrariamente a la máxima del gato pardo, el país se deslizó hacia remolinos y desequilibrios macroeconómicos que anunciaron el incremento del desempleo, la desigualdad, la pobreza y sumiendo al país a la aproximación de las cinco crisis en un mismo tiempo.
En esa coyuntura aparece el tifón de la sanción al jefe del Ejército que profundiza la crisis del régimen y cambia el escenario político nacional, ya que todos los poderes fácticos tienen que adecuar sus tácticas al nuevo escenario geopolítico y geoeconómico que puede acelerar la caída del régimen Ortega-Murillo.
Las fuerzas políticas de oposición tienen que iniciar su unificación por la aceleración de los tiempos y ritmos políticos que impone la disyuntiva al Ejército. No pueden optar por el camino fácil: negociar un pacto con la dictadura, lo cual sería un craso error estratégico por no tomar en cuenta que el significado de la sanción al jefe del Ejército que debilita aún más al ya desgastado régimen sumergido en las cinco crisis.
48 horas después del anuncio de la sanción al jefe del ejército e indirectamente al régimen, han hecho mutis y a pesar de su discurso antimperialista, Ortega, quien se ve sometido a las durezas y simplezas de la política norteamericana para la región centroamericana y el Caribe, no ha pronunciado palabra.
Con la sanción, la presión norteamericana contra el régimen Ortega-Murillo adquiere mayores niveles. Hay que estar claro que la sanción al jefe del Ejército, aliado al régimen, es un golpe directo a la gobernabilidad de Ortega-Murillo. Al mismo tiempo, obliga a la institución militar -a través del Consejo Militar- a tomar una decisión estratégica: ya sea adoptar una mayor autonomía relativa de la política del régimen para preservar la institución o hundirse junto con el régimen.
El ejército vive tiempos oscuros, confusos y estratégicos en relación a sus coordenadas políticas desfiguradas por su alianza con el régimen. En estas condiciones la institución armada para evitar su hundimiento, preservar su patrimonio económico-financiero y volverlo presentable ante la población para poder sobrevivir más allá de este régimen, tiene que adoptar una nueva estrategia en su relación con el estamento político del régimen.
En el momento en que el régimen se encuentra en las condiciones de mayor fragilidad desde abril 2018, los Obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) publican un mensaje, el 24 de mayo de 2020, en donde expresan lo siguiente: “Exhortamos a los gobernantes y a todos los sectores del país a abrirse a las alianzas y consensos para buscar y encontrar alternativas y soluciones conjuntas que nos eviten una mayor catástrofe humana”. Es decir, se declaran favorable a un nuevo diálogo con la dictadura sin pedir el cumplimiento de los acuerdos anteriores. ¿El mensaje de la CEN pide una pausa para evitar la caída de Ortega-Murillo?
El llamamiento de los Obispos de la CEN le viene como “anillo al dedo” a la dictadura para prolongar los tiempos políticos que le permita aminorar la extrema debilidad en la que se encuentra. Craso error de los Obispos de la CEN, le están poniendo oxígeno a la dictadura.
Los Obispos de la CEN no comprenden que Ortega-Murillo quiere la flexibilización de los movimientos sociales, sin pagar ningún costo político, para establecer un pacto tradicional. Con el mensaje los Obispos demuestran que no comprende el cambio en el escenario político con la sanción al jefe del Ejército ni sus repercusiones.
Esa idea de “encontrar alternativas y soluciones conjuntas” y “abrirse a las alianzas y consensos” con los gobernantes, es en realidad una epifanía del régimen, una aleación milagrosa para el dictador, como la del anillo de poder de Saurón, el aborrecible villano en jefe de “El Señor de los Anillos”.
Mientras tanto, el régimen Ortega-Murillo sigue hundiendo al país en la barbarie con el accionar de los paramilitares y con la política criminal ante el coronavirus. La policía y los paramilitares siguen arrestando a los ciudadanos que participaron en las protestas, mantienen en las cárceles a los presos políticos y reprimen a los ciudadanos que quiere saber el estado de salud de sus familiares.
Ortega es político tradicional, como tal es un zorro y los zorros tienen una naturaleza predecible, si lo dejas en un gallinero, como en el primer diálogo convocado por los Obispos de la CEN, volarán sangre y plumas por todos lados. Posiblemente Ortega, al estar políticamente a la defensiva, va a aceptar el llamado de la CEN para tratar de dividir más a la oposición y contrarrestar los efectos negativos de la sanción al jefe del Ejército.
Los Obispos de la CEN olvidan que un político tradicional no necesita tener ideas originales, sino saber concentrar el poder y librarse de coyunturas políticas difíciles. Solamente un estadista tiene ideas que proponer, tiene visión de futuro y entiende lo que hay que hacer para alcanzarlas. Ortega-Murillo carecen de esas clases de ideas. Al aceptar un tercer diálogo, Ortega buscará como evitar nuevas sanciones norteamericanas y europeas, contrarrestar el proceso de implosión en desarrollo y escaparse de la “sorpresa de octubre”.
El mensaje de los Obispos da la impresión de que parten de la misma geometría política, o sea del mismo esquema de la política tradicional, lo que favorece a Ortega. La estrategia de Ortega-Murillo es prolongar los tiempos políticos y retrasar cualquier concesión. Cualquier concesión que Ortega se vea obligado a hacer irá de más a lo menos posible. Su idea básica y única es: cómo preservar el poder a cualquier costo.