La sombra de la impunidad en la ofensiva contra Amaya Coppens
En el artículo publicado por Humberto Belli en el diario La Prensa el pasado 22 de febrero, se presenta como un «moderno» Torquemada, y como todo un inquisidor lanza a la hoguera a la joven y valiente patriota Amaya Eva Coppens Zamora, solamente por pensar diferente. El señor Belli se muestra así como un par de la dictadura.
Hay que enfatizar que la compatriota Amaya Coppens es una luchadora cívica por la democracia, luchadora social; su crítica no está motivada por “oscuros resentimientos” como afirma Belli; va dirigida a todos aquellos que están promoviendo el circo electoral, los que promueven la salida imperfecta del señor Feinberg, o la cohabitación del otro Humberto, o como propuso doña Cristiana en el llamado Diálogo Interamericano como un segundo punto, que los Estados Unidos envíen una comisión de alto nivel para entender qué es lo que Ortega necesita.
Esas posiciones se pueden resumir en una sola palabra, Impunidad, y eso le provoca grandes carcajadas a la pareja dictatorial que el señor Belli no escucha.
También Amaya critica a aquellos que no tenían tiempo para discutir sobre la necesidad de un paro nacional y que utilizaron el diálogo para descabezar el movimiento popular y desmovilizarlo, y que el dictador aprovechó para revertir la correlación de fuerza a su favor, lo que le provocó también grandes carcajadas que se oyeron por toda Nicaragua, pero que don Humberto no escuchó.
Amaya también critica a aquellos jóvenes que se acomodaron y se justifican diciendo que prefieren equivocarse que traicionar, cuando sabemos que hay equivocaciones que huelen y saben a traiciones; igualmente la crítica de Amaya va dirigida a los que proclaman la unidad de escritorios y de salones de hoteles. El Espíritu de Abril no está en las formas organizativas de la oposición tradicional con intereses muy alejados del pueblo, a quien han transformado en espectador y no protagonista como lo demostró en Abril.
El pueblo es el eje de la unidad, el que en Abril se lanzó vigorosamente a las calles por su libertad y descubrió que sus cadenas tienen dos grilletes, el de la dictadura y el los grupos tradicionales y del gran capital que plantean un cambio «gatopardiano», y que padecen, igual que Humberto Belli, una sordera crónica y aguda; que no escuchan el llanto y los desgarradores gritos de las Madres de Abril, no oyen el clamor de los reos de conciencia y de sus familiares que exigen justicia y libertad. Tampoco escuchan las exigencias de miles de exiliados por un retorno seguro.
La sordera de Belli y compañía no solo es crónica, es fundamentalmente histórica, si los ubicamos en su tiempo y en su espacio, ideológicamente viven en la época colonial, pero el pueblo les ha demostrado que su lucha es por libertad, justicia social, equidad económica, por un no categórico a la impunidad.
¡No a la farsa electoral, si a la resistencia cívica!