La UNAB en tiempos del COVID-19
Harley Morales
Ingeniero industrial, estudiante de sociología, activista político e investigador social.
La UNAB ha sido tan poco estratégica que en lugar de «aprovechar» el descontento de la gente por las nulas medidas del régimen de Ortega y Murillo ante la pandemia del COVID 19 (y cuando hablo de la gente hablo de todos no solo de los Azul y Blanco) y hacer un llamado al Pueblo amplio–a los convencidos de que es necesaria una transición democrática, a los no convencidos y a simpatizantes moderados del FSLN–nombran su estrategia como «cuarentena autoconvocada«, excluyendo, de esta manera, a un sector que también importa.
Decía el politólogo español Íñigo Errejón que para hablar de política se debe entender el poder de las palabras; que el discurso político no es expresión sino construcción y que lo que se dice de una cosa produce sentido, esto es, produce formas de interpretar de manera compartida la realidad en términos políticos.
Esto quiere decir, por tanto, que en política las palabras sí importan porque es a través de ellas que percibimos, apreciamos y clasificamos objetos, situaciones, jerarquías, disputas, eventos históricos y series de acciones. Más aún, es a través de ellas que orientamos nuestro accionar político. Son, como diría el sociólogo Pierre Bourdieu, principios de representación que funcionan como principios de construcción de la realidad social.
Por eso, en tiempos de una pandemia como la que estamos viviendo en nuestros países, la comunicación política es crucial. Sobre todo, es fundamental intentar, si acaso las condiciones sociales, económicas, culturales y político institucionales lo permiten, construir y movilizar un país en tanto constructo discursivo que trate de incorporar a «los más» en un proyecto, en este caso, el de prevención y contención frente al llamado Covid-19.
Por consiguiente, partiendo, primero, de la premisa de que en comunicación política hay que jugar con términos que sean transversales a la clase, género, generación, etnia, territorio y afiliación política en pro de sumar lo mayor posible y, segundo, de que una situación de crisis sociosanitaria se podría instalar en Nicaragua, afectando a todos y todas sin distinción alguna, se podría decir que la llamada Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB) ha empezado con el pie izquierdo su estrategia comunicativa.
La UNAB ha sido tan poco estratégica que en lugar de «aprovechar» el descontento de la gente por las nulas medidas del régimen de Ortega y Murillo ante la pandemia del COVID 19 (y cuando hablo de la gente hablo de todos no solo de los Azul y Blanco) y hacer un llamado al Pueblo amplio–a los convencidos de que es necesaria una transición democrática, a los no convencidos y a simpatizantes moderados del FSLN–nombran su estrategia como «cuarentena autoconvocada«, excluyendo, de esta manera, a un sector que también importa.
Y es que, para un sector del Pueblo nicaragüense, moderados o radicales cercanos al FSLN, la palabra autoconvocado, desgraciadamente, se asocia a algo negativo, que no los invita a la movilización.
Dicho de otra manera, términos como Azul y Blanco y autoconvocado, entre otros, son parte de un repertorio de palabras con las que un sector de la población no vibra, precisamente porque las asocia a Abril. Y no digo que hay que renunciar a palabras que son parte de nuestra «liturgia», sino a tratar de reorientar nuestro lenguaje en momentos de crisis en los que hay que apelar a «los más», incluso a esos que hoy percibimos y apreciamos como nuestros adversarios, pero que son parte de ese país que queremos construir.
La UNAB, organización a la que algunos hemos depositado nuestra confianza, debe darse cuenta de que su papel es tratar de actuar como gobierno, mostrándose ante la colectividad social como encarnando el interés general de la nación, sin excluir a nadie y sin, tal y como lo hace el régimen de Ortega, considerar a ciertos grupos sociales como ciudadanos de segunda categoría. Tal como se dijo anteriormente, ante esta situación, incluso los que consideramos nuestros adversarios son importantes y pueden convertirse en nuestros aliados.
La verdad es que la ilusión del 70%, es decir, que mágicamente hay un gran porcentaje de la población que va a votar por la oposición plebiscitariamente ciega la estrategia política y no le permite a la UNAB avanzar y construir una estrategia para tratar, al tiempo que fortalece su base de apoyo, de disputar voluntades al adversario.