La valiente y certera homilía del padre Vallejos, la falsa “oposición” y la crítica como herramienta indispensable en la lucha por la libertad

<<La pandilla intimida, amenaza, espera. La pandilla también apuesta, ¡díganme si no es doña Ironía propietaria de este mundo!, a que el “imperio”, y sus “enemigos de clase” triunfen; buscan regresar al poder del Estado junto a quienes antes hicieron blanco de las energías y las vidas de la nación, destruyendo en el proceso cientos de miles de familias y décadas de desarrollo económico.>>

Acababa de publicar mi artículo denunciando la propuesta de la oligarquía (presentada en la voz de su asalariado del Diálogo Interamericano, Manuel Orozco) para salvar el sistema de poder autoritario a través de un acercamiento entre la dictadura y los “cívicos”, ofreciendo el premio de impunidad a los tiranos o al Ejército, cuando llegó a mi correo una grabación de la homilía reciente, conmemorativa de Abril, del padre Uriel Vallejos, de Sébaco, exilado. 

Al padre Vallejos ya se le había visto antes enfrentar, digna, educada, pero firmemente, la mano guanteleteada de los esbirros. Sin embargo, es notable que no aprovechara la claridad de su denuncia de los decrépitos dictadores, para cerrar los ojos, como partes interesadas prefieren que hagamos, acerca de un hecho fundamental del drama nicaragüense: la llamada “oposición” es falsa; su “lucha” consiste más bien en el aprovechamiento de la circunstancia de dolor de Nicaragua para hacerse de un “modus vivendi”, de un modo de vida (palabras del sacerdote); y, de no ser por esta falsa oposición, el movimiento popular que estalló en abril de 2018, dice el padre Vallejos, ya nos habría abierto otros caminos. 

Es bueno que una figura que por múltiples razones tiene una autoridad moral distinta confirme desde el púlpito lo que es vox populi, voz del pueblo. Lo que la gente sabe, pero quisiera, por doloroso, ignorar; lo que la gente a veces calla por temor; lo que calla, incluso, por creer que su esperanza vive en los políticos conocidos, y si aceptamos que estos son un fraude, la esperanza se pierde. Todavía necesitamos avanzar a la conciencia colectiva de que no son ellos quienes van a salvarnos: no pueden serlo, están irrevocablemente manchados y corruptos; son y han sido, algunos en grado criminal, parte del sistema de poder oligárquico-autoritario, y de hecho su lucha es dentro del sistema oligárquico-autoritario, y es desde dentro, en familia, que han sufrido a manos de otra facción del sistema, la que encabeza el clan Ortega-Murillo. Las dos facciones, dicho sea de paso, mantienen relaciones carnales con la cúpula económica de la oligarquía, acostumbrada desde siempre a financiar ambos lados de las guerras y contiendas políticas. 

Por mi parte, quiero dejar aquí algunas breves anotaciones sobre en qué consiste verdaderamente, de qué se trata, qué persigue, la actividad incesante de los falsos opositores que ellos llaman “lucha”; la viajadera a través del mundo por hoteles de lujo, gastando cientos de miles, millones de dólares desde el 2018, en paseos y conferencias internacionales, en la vestimenta, billetes de avión, manjares y degustaciones concomitantes. 

Empecemos por lo ya evidente: lo que hacen nada tiene que ver con una “lucha por liberar a Nicaragua”, ni siquiera una lucha “nicaragüense”, ni una lucha “con el pueblo nicaragüense”.  Un ejemplo representativo: cuando Félix Maradiaga se desplaza desde Suecia a Ucrania, desde Ucrania a Londres, desde Londres a Washington, a Bogotá, a Canadá, a cuanto despacho de cuanto político lo recibe (se vanagloria, sin vergüenza, de tener acceso a muchos), mientras Juan Sebastián Chamorro hace lo propio, y se presenta, vestido de la manera más presidenciable que cree poder, a compartir el estrado con un político gringo, ninguno de los dos está “luchando por Nicaragua”. 

¿Qué hacen, entonces? En primer lugar, viven su modus vivendi; viven su vida financiada por la política, por quienes financian la política. Pero lo más grave es que trabajan, cada uno de ellos, para sí, para procurar aliados en la lucha de uno contra el otro por establecer una cuota o aumentarla en el “futuro gobierno” que sueñan llegará a sus manos cortesía de Estados Unidos y resto de poderes fácticos. 

Las peregrinaciones de estos personajes tienen, aparte de esa mezquindad competitiva que da la espalda a la lucha por Nicaragua, una dimensión mendicante, suplicante: depositan toda su ambición de llegar al poder en la voluntad imperial de Estados Unidos y en la del privilegio imperioso de la oligarquía que encabezan los Pellas-Chamorro. Por eso se hincan ante estos y aquellos; lo hacen constantemente, de país en país y de despacho en despacho. Han dejado su dignidad en el banco y en el sueño fáustico que en nada los distingue de la tradición del autoritarismo en Nicaragua. Mientras, llenan su discurso con invocaciones a “Nicaragua”, como bien dice el sacerdote. Añado, para no atribuir mi pensamiento a otros, que Nicaragua puede moverse en sus lenguas y sus bocas, pero en su corazón lo que palpita es la ambición de puestos en el futuro mando de la nación, y la recompensa que sus patrocinadores otorgan.

Debe quedar claro que estas dos figuras, aunque sintomáticas, no son la imagen completa de la enfermedad. Asumo la responsabilidad de decirlo y haberlo dicho, pero no el crédito de ser, afortunadamente, ni de lejos, el único que vea lo visible, lo que el pueblo ve y el padre Vallejos resalta. 

Entre otras cosas, la presencia, en la pandilla de la falsa oposición, de gente implicada en el aparato de la primera dictadura del FSLN, que cometió, como ya se sabe, crímenes horrendos, de lesa humanidad. “Pandilla” es aquí un término justamente descriptivo del grado de corrupción del hábitat de estos individuos y grupos; “pandilla” también describe con justicia su comportamiento atropellador. 

En la pandilla se mueve con comodidad, por ejemplo, el número dos del organismo encargado de sembrar el terror en los fatídicos 1980, el “comandante” Luis Carrión. En la pandilla se mueven personajes cuyas propiedades son al menos de origen investigable. Y la pandilla responde con furia si, desde el derecho ciudadano, se les cuestiona. 

Tienen personajes emblemáticos, intocables, que operan como articuladores ideológicos o comunicadores-puente con los ámbitos internacionales de donde esta camada nefasta ha obtenido apoyo político y financiamiento durante décadas. 

Desatan su ira a través del sabotaje mediático e incluso informático-tecnológico contra autores o publicaciones que osen criticar a sus dioses, a personajes como Carlos Fernando Chamorro, al difunto Carlos Tünnermann Bernheim, y a sus intelectuales bandera, el antiguo co-dictador de Ortega Sergio Ramírez Mercado y Gioconda Belli. 

La pandilla intimida, amenaza, espera. La pandilla también apuesta, ¡díganme si no es doña Ironía la propietaria de este mundo!, a que el “imperio”, y sus “enemigos de clase” triunfen; buscan regresar al poder del Estado junto a quienes antes hicieron blanco de las energías y las vidas de la nación, destruyendo en el proceso cientos de miles de familias y décadas de desarrollo económico.

“200 años”

Y no acaba ahí la falsedad de la “falsa oposición”. La homilía del padre Vallejos es luminosa en que rescata, de la voz popular, la conciencia nueva de que nuestra tragedia nacional no es apenas resultado de la maldad de los genocidas de El Carmen. 

“200 años” es una frase que cada vez se escucha más cuando se habla de la edad del problema. Es decir, reconocemos colectivamente la existencia de un sistema que produce dictaduras y opresión, que tiene al menos la edad de Centroamérica como entidad separada del imperio español, cuando los últimos burócratas asignados por este a manejar sus dominios en nuestras tierras aprovecharon las circunstancias históricas y se apropiaron del mando, se liberaron del control que, sobre ellos, aunque fuese con precaria fuerza, ejercía la corona. 

Desde entonces, sus descendientes ––por genética humana y política–– han construido un dominio oligárquico semi-feudal, que solo puede sostenerse a través de la imposición violenta, porque impone la miseria y la inequidad de manera extrema. 

“250 organizaciones”

La otra iluminación destacable en la homilía es que no puede decirse que “el problema es solo Ortega-Murillo”, porque estos son los tiranos de turno, una etapa en un sistema que tiene raíces más profundas y origen más distante; no puede decirse “el problema es solo Ortega-Murillo”, porque al ser estos una parte del sistema, son, por consiguiente, parte del problema, pero no todo el problema. Entrar en este berenjenal no es desviarse a especulaciones vanas, es buscar un entendimiento claro y preciso para caminar hacia soluciones realistas. 

¿Y cuál es esa otra parte del problema, a la cual también alude el padre Vallejos? “Si Jesús tenía 12 discípulos y uno lo entregó y el otro lo negó, cuántos traidores tendrá mi pobre Nicaragua”, exclama, triste. Luego explica, sin medias tintas: “…no del bando que señalamos tradicionalmente, sino entre esos 250 grupos que dicen luchar por ella” … “250 tribus, cada una con su cacique”.  Y las señala de “servirse de la mayoría para llenar fichas de relatos o listas de asistencias, que sustentan el financiamiento que reciben para sus ONGs y Fundaciones que dicen haber creado para trabajar por aquellos que en la realidad no reciben absolutamente nada…”.  El pueblo sufrido de Nicaragua, dentro y fuera del país, “no merece ver pseudopolíticos viajando a lo largo y ancho del planeta, no merece escuchar discursos banales…

Hay poco que añadir, conceptualmente, a la narración sumaria que hace el padre Vallejos sobre el comportamiento de la “oposición” o de los operadores políticos, que hacen su vida, en muchos casos no solo “política” sino financiera, cobijados por cientos de siglas y logotipos. 

Muchos de estos “operadores” han trasladado su negocio oenegé de Nicaragua al exterior. Una buena parte proviene de la disidencia del FSLN, o de la militancia del FSLN que después de 1990 recibió “compensación” del Estado en la forma de propiedades que luego constituyeron los “activos” base de su nueva fuente de ingreso: apelar a las instituciones políticas o de beneficencia en Europa o Estados Unidos para supuestamente prestar servicios a grupos sociales marginados, identificados como vulnerables, o en estado particular de opresión. 

A través de los años vivieron de esto. El movimiento consciente (no la “deriva”, como gustan de decir en la falsa oposición) del orteguismo hacia el totalitarismo, ha hecho desaparecer su “mercado” dentro del territorio nacional. De ahí que ahora se reestructuren en el exterior, y, dada la ausencia de oposición política e ideológica legítima en las formas tradicionales, se arrogan el “espacio” de la “sociedad civil”, o en algunos casos incluso el que sería de natural ocupado por los partidos políticos.  

Cabría, o mejor dicho cabrá la oportunidad, en su momento, en otro texto, reflexionar sobre el daño que todas estas “organizaciones” (muchas de ellas, como dice la homilía citada, “un cacique” más un puñado de socios-seguidores) han hecho a la lucha por la democracia desde el 2018. 

¿Cuántos centenares de reuniones virtuales, talleres, seminarios, “escuelas”, entrenamientos sobre “resolución de conflictos” ha llevado a cabo, bajo diferentes logotipos, por ejemplo, la Sra. Haydée Castillo? Si no operando con la bandera de “Nicaragüenses por el mundo”, la de “Espacio de diálogo para la confluencia de actores Nicaragüenses”, o la de “Instituto de las Segovias”, según convenga. Pero ¿a quién? ¿De qué ha servido? 

¿Y a quién sirvió, de qué sirvieron, los cientos de miles de dólares gastados para que decenas de “operadores políticos” viajaran a la “Cumbre de las Américas”? ¿De qué sirven seis años de reuniones virtuales para definir “en qué estamos de acuerdo”? 

Si tanto tiempo les toma quizás no sea posible “estar de acuerdo”, porque “estar de acuerdo” implicaría una toma de posición que haría innecesaria la próxima reunión, el próximo taller, el próximo “espacio”. 

A eso apunta también la crítica de la homilía antes citada, que asumo como verdadera y comparto. 

Peor aún, las “organizaciones”, y “la causa de Nicaragua” empiezan a servir para que “pseudopolíticos” (uso aquí el término empleado por el padre Vallejos, que tiene una carga ética potente) se inserten en el mundillo del poder en los países donde fueron forzados a establecerse, para escapar de quien, en muchos casos, aunque no en todos, fue antes su líder y compañero. Así vemos a Gioconda Belli en la campaña de Yolanda Díaz en España, y vemos, en Miami, que ahora la FUDE de Félix Maradiaga, protagoniza el “Día de Nicaragua” en “representación” de los nicaragüenses. 

El evento, ante todo, es el espectáculo político de la alcaldesa del condado de Miami-Dade, quien ya antes utilizó a un grupo de desterrados pobres para su propaganda, sin que estos, a cambio, vieran resueltas sus acuciantes necesidades. 

Lo de Maradiaga, por supuesto, no es que sea muy innovador: ha sido práctica de grupos inmigrantes construir poder local a partir de una base social-nacional o étnica. En ciertos casos, como el cubano, los políticos lograron capturar espacio político fuera de su país representando el papel de luchadores por los derechos conculcados en el país que dejaron atrás. 

Hacen esto sin la menor incidencia en el país de origen, pero crean redes de influencia y acceso en su nuevo entorno. Hacen negocio con Nicaragua. Construyen su modus vivendi, como cobertura de inversión, en caso de que el “imperio” los deje esperando en vano ser su “equipo de reemplazo” para Ortega-Murillo.

El miedo a la crítica

El secreto del futuro se descubre en el pasado y en la oscuridad del presente. Por eso no es nada accidental que quienes quieren adueñarse de nuestro futuro, o quieran vivir o renovar sus privilegios indefinidamente, se empeñen en que olvidemos la historia, y dejemos de escarbar la realidad de hoy. “Solo sos criticar” ––dicen, con valor temerario, los “críticos” de la dictadura–– y hacés solo “crítica destructiva”. 

¿Por qué caen en esta (otra) aparente incoherencia? Porque su interés estrecho de clan o clase choca con nuestra conciencia colectiva de los hechos y de nuestros intereses, que son los de la mayoría por hoy pobre y oprimida, y vulnera la esperanza, que es de toda la nación.  

¿Crítica “destructiva”? Mojigatería, falsedad puritana, farisea, hipócrita, mediocre, barata. La crítica es un instrumento esencial para construir nuestro conocimiento, y por tanto para destruir nuestra ignorancia. Es, tiene que ser, destructiva de la falsedad que solo sirve para racionalizar la injusticia y para entorpecer el camino a la liberación. Para ser adecuadamente destructiva ––hay que destruir para renovar, para construir mejor–– la crítica solo necesita ser razonada (basada en lógica y datos) e incisiva; debe cuestionar sin miedo, y sin postrarse ante dioses de barro ni atemorizarse ante fantasmas. Por eso los fantasmas y los dioses de barro que habitan el mundo político de Nicaragua la aborrecen: porque la temen, porque intuyen, en medio de su soberbia y su codicia, que la crítica limpiará el aire de nuestro porvenir y nos liberará, no solo de los tiranos de hoy, sino de ellos, de la falsa oposición que espera su turno para ocupar el trono sangriento del sistema. 

¿Tenés cola?

Tanto temen a la crítica las clases dominantes de Nicaragua, que han cultivado la creencia de que, como todos somos corruptos, ninguno tiene derecho a opinar en contra de la corrupción. Creen que basta con buscar “la cola” del crítico para proceder a desarmarlo, de la misma manera que la actual dictadura los ha ido desarmando a ellos a través del espionaje que descubre sus asuntos no publicables, comerciales y personales, la “técnica” usada por décadas, y que ha producido “conversiones” tan espasmódicas, y lealtades tan aberrantes como las del difunto cardenal Obando y del actual cardenal Brenes, pasando por la del cura Eslaquit, el obispo Sándigo, más la de numerosos políticos y “hombres de negocios” laicos.

Pero esto es otra artera falacia. No todos somos corruptos. Aunque no seamos criaturas angelicales, y estemos humanamente propensos al error, la gran mayoría de nosotros se levanta a diario en busca de un medio legítimo de supervivencia. No todos salimos a asaltar un banco, robar el erario, matar y torturar, o crear mecanismos de aprovechamiento como los que hacen posible la buena vida de la falsa oposición. 

Me lo preguntó un día, en privado, un periodista, sorprendido de que no detuviera mi crítica a por lo menos metros de los “dioses”: ¿en serio no tenés cola? ¿ninguna? Al hombre, que a mí me parece un tipo honrado, le cuesta creer lo que es normal: que un ciudadano cualquiera viva de su trabajo, coma con su familia, y exprese, sin idolatría ni indignidad, su pensamiento. 

A esto nos ha llevado el sistema de poder: la mentira es reina y señora, tan dominante soberana, que quien se atreve a contrariarla debe ser, seguramente, un mentiroso. 

Hay que acabar con esto. Hay que destruirlo con la crítica y con la destrucción del sistema de poder actual y su reemplazo por un Estado de Derecho, solo posible si se establece, por primera vez en nuestra historia, una República Democrática.

Francisco Larios
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El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.

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