Las causas de la tragedia de hoy están en el aborto de la transición de 1990 [No se funda una democracia violando de antemano sus principios esenciales]

Imaginemos que nuestras abuelas eran bicicletas, y hoy tal vez seriamos triciclos… 

Es imposible articular un entendimiento y una visión coherente de las cosas cuando falsificamos la historia y basamos nuestros análisis y diagnósticos en especulaciones, en supuestos, en hubieras, en imaginemos si hubiese sido esto o lo otro, etcétera, etcétera. 

Flaco favor nos hacemos y le hacemos al futuro de Nicaragua si seguimos repitiendo y partiendo de mentiras y/o análisis extremadamente superficiales, repasos de obviedades con algunas medias verdades que evadan abordar la raíz del problema.  Así no llegaremos a ninguna parte. Por mucho que repitamos mentiras o las adornemos con especulaciones y supuestos apocalípticos que nos acorralen entre falacias de falsos dilemas para justificar errores pasados o promover renuncias futuras, no se van a convertir en verdad.  Aunque las adornemos con frases reales de analistas, sacadas de contexto, como hacen los predicadores con los versículos bíblicos para vestir de autoridad sus interpretaciones. Peor aún, si seguimos reforzando supuestos en los que se vuelven a colar como una metástasis cancerígena las mismas visiones profundamente antidemocráticas que marcaron las formas de entender y hacer política que nos llevaron a esto, en las que siempre se suplanta la consulta democrática con acuerdos entre cúpulas.  

Violeta Chamorro, Antonio Lacayo, y la UNO no tenían derecho a abortar el proyecto democrático

Doña Violeta no era candidata a Reina absolutista, era la candidata escogida por una alianza opositora, la Unión Nacional Opositora (UNO), que había ofrecido cambiar y poner fin al sistema político que propicia dictaduras en Nicaragua y nos tenía en guerra, con un programa para democratizar Nicaragua, acordado previamente en el Bambana por los partidos que conformaban la UNO. 

Quienes votaron por ella, votaban por el programa ofrecido por la UNO, no le estaban dando un cheque en blanco para que hiciera lo que quisiera como reina o faraona a partir de los hubiera y los supuestos que repasa el señor Medina, en medio de la lista de obviedades en su artículo, bajo el título de “Piedras entre la oposición”.  No tener claro esto, es no tener claro o fingir desconocer uno de los fundamentos esenciales de la representación política base para los sistemas de democracia representativa. 

No se trata de juzgar ahora las razones, ni mucho menos poner en tela de juicio las intenciones de doña Violeta, sin embargo, no se pueden ignorar los hechos ni sus consecuencias. ¿Qué habría pasado sin la impunidad pactada en el Protocolo de transición? ¿Qué habría pasado sin los cañonazos de cien mil dólares de Toño Lacayo que dividieron a la UNO? Nunca lo sabremos, la historia es lo que fue no lo que quisiéramos que hubiese sido. 

Lo que está claro es que independientemente de la distancia de las butacas, como dice el señor Medina, para descalificar a quienes recuerdan las causas sistémicas que nos llevaron y nos mantienen en esto, es que, si el programa ofrecido por la UNO no era realista por los supuestos apocalípticos que él hace, de lo que habría pasado si se hace lo mayoritariamente votado, quienes fueron electos para ejecutarlo, no estaban facultados para abortarlo sin consultar a sus electores. 

Lo que ocultan las palabras de Medina

Eso no es democracia y así no se funda una democracia señor Medina, cuesta entender que algunos aún no lo sepan con lo caro que ha sido para todos comprobarlo. No se funda una democracia violando de antemano sus principios esenciales, ni se puede convivir renunciando al componente pedagógico que deriva de la justicia. La impunidad para el crimen inevitablemente siempre conduce a la repetición. Si no lo cree, pregúnteselo a don Enrique Bermúdez Varela, comandante 380, o a don Eddy Montes o las madres de abril. 

Tampoco tiene ningún sentido abordar la división de los opositores ahora, con la misma superficialidad con la que aborda la división de la UNO en el 90, olvidando o fingiendo olvidar la causa principal de esa división, como fue el “Protocolo de transición”, acordado a espalda de los votantes y que mantenía en el poder al FSLN y le garantizaba el monopolio de las armas, además de la impunidad. En pocas palabras abandonar el programa ofrecido por la UNO y votado por sus electores por un acuerdo entre cúpulas, en virtud de supuestos pragmatismos. 

Hoy igual que en 1990: quienes quieren transar con la dictadura y quienes quieren abolirla

Lo que divide a los opositores ahora, en el fondo, todos lo sabemos, y hasta se parece a las razones de aquel momento. Por un lado, unos que creen que se puede volver a intentar transar con la dictadura, buscar espacios o hendijas para colarse en ella, reduciendo a un asunto de actores la causa de la crisis y por otro, los que creen que hay que salir de ella con el ineludible cambio de raíz del sistema político que la propicia que eso requiere.  Abandonar la lógica de pactos de cúpulas inconsultos, como el Protocolo de Transición de 1990, que provocó su fracaso. Que es la misma de las reformas constitucionales 1995 pactadas entre la bancada perdedora del FSLN y los diputados sumados al ejecutivo de Toño Lacayo, inconsultas, por cierto, o las del 2014 pactadas de forma extraparlamentaria entre algunos grandes empresarios y el Dictador de turno, también inconsultas. Y esa sucesión de pactos con los que siempre se suplanta la legitimidad de la consulta democrática en virtud de supuestos pragmatismos o apocalípticos resultados, también supuestos, si se hace lo que la ciudadanía pide y grita. 

Solo la verdad libera: padecemos las consecuencias de la transición fallida de 1990

No se trata de “butacas”, Sr. Medina, se trata de causas. No recordar las causas, no admitir que padecemos las secuelas de una transición fallida, que no solo no logró poner las bases para una posible democratización de Nicaragua, si no que mantuvo las estructuras de la dictadura y con poder y en impunidad a los mismos actores, y hasta con una mayor concentración de poder, es querer engañarnos, y engañándonos no llegaremos a ninguna parte.  

Solo la verdad nos hará libres, independientemente del lugar de nuestras butacas…

Koldo Guruceta
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