Las elecciones en Estados Unidos y la lucha por la democracia en Nicaragua
Enrique Sáenz
Amigos y enemigos de Estados Unidos a nivel global, sean en el plano político, económico o militar, se han mantenido en vilo ante el proceso electoral de ese país.
Esta vez, la amistad o enemistad con la potencia mundial, se ha cruzado con las simpatías o antipatías hacia los candidatos contendientes.
En el caso de Nicaragua, con mucha mayor razón, por diversas causas. La primera, porque Estados Unidos ha sido desde hace más de un siglo un factor de poder clave en las dinámicas políticas de nuestro país.
Así que, más allá de las emotividades, nosotros debemos calibrar los hechos y deducir las acciones que correspondan de cara a lo que es nuestro interés vital: Cómo recuperar la libertad y nuestros derechos en Nicaragua.
Como de costumbre vamos a atenernos a la información y a los hechos comprobables. El primer hecho es que Joe Biden se ha proclamado presidente electo, y buena parte de los medios de comunicación norteamericanos y líderes mundiales así lo han reconocido. El primer ministro del Reino Unido de Gran Bretaña, el aliado más cercano de Estados Unidos, el presidente de Colombia, insospechable de ser tildado como de izquierda, o el expresidente George Bush. El segundo hecho es que el presidente Trump alega que los resultados son producto de un fraude y ha emprendido acciones judiciales para demostrarlo.
El tercer hecho es que la institucionalidad norteamericana ha funcionado con bastante eficacia por más de doscientos años, así que desde nuestra distancia no nos corresponde más que señalar que serán las instituciones de ese país quienes al final resolverán lo que consideren procedente.
A partir de estos hechos, los nicaragüenses nos encontramos ante dos posibilidades. La primera es que se confirme la elección de Biden y la segunda que se revoquen los resultados y el señor Trump continúe al frente el poder ejecutivo.
¿Qué ocurriría en relación a Nicaragua si el señor Trump permaneciera al frente del gobierno norteamericano?
Vamos a los hechos: Las más altas autoridades de política exterior han confirmado que su propósito es la realización de elecciones democráticas en el 2021 y a este fin han respaldado una resolución de la OEA que establece un conjunto de condiciones que deben cumplirse a más tardar en mayo del 2021, a ser negociadas con la participación de la Secretaría General de la OEA. En paralelo, el gobierno norteamericano ha venido aplicando, gradualmente, sanciones tanto a jerarcas del régimen como a negocios propiedad de Ortega. Así que lo previsible es que esta política continuaría.
En caso de que el próximo presidente de Estados Unidos sea el señor Biden, los hechos que tenemos son: en el plano político, un consenso bipartidista expresado tanto en la cámara de representantes, como en el Senado. En el plano legal, la NicaAct es una ley vigente que obliga al Poder Ejecutivo. Está como dato la declaración que ofreció Biden en junio del 2018, cuando ni siquiera era precandidato, haciendo un llamado a la comunidad internacional a aislar y presionar a Ortega en favor de cesar la violencia y organizar elecciones libres.
De mantenerse el consenso entre Demócratas y Republicanos en rechazo a la dictadura de Ortega, difícilmente el Ejecutivo norteamericano rompería ese consenso por causa de Ortega.
De ahí que, el primer espacio de incidencia para mantener la presión al régimen sea alimentar ese consenso. Con seguridad, la primera línea de trabajo que ya tienen los operadores de Ortega será precisamente intentar romper ese consenso buscando en el congreso viejos o nuevos aliados.
El segundo tema a considerar es el Estado de Florida. Quedó demostrado que es un Estado clave en toda contienda electoral. Los electores nicaragüenses fueron muy visibles en su apoyo a la candidatura de Trump. Pero también hay simpatizantes demócratas, a tal punto que hasta una joven nicaragüense lanzó su candidatura a la asamblea legislativa estatal por el partido demócrata.
Viendo las cosas con frialdad, ambos grupos de nicaragüenses podrían presionar a sus respectivos representantes para mantener la atención y la acción en favor de la democracia en Nicaragua. Que al fin y al cabo es lo quea todos nos interesa.
El tercer espacio es el Departamento de Estado. Allí el peso y la visión política del Secretario de Estado marcan su sello. Durante la administración Obama, con la señora Clinton como secretaria de Estado, en un dos por tres y tempranamente se impusieron sanciones a Ortega a causa del fraude en las elecciones municipales del 2008. Y sanciones graves, como fue el retiro de los beneficios de la Cuenta Reto del Milenio. Con Kerry a la cabeza privó la política de contemporización.
Así que habría que esperar cómo se conforman las instancias a cargo de la política exterior hacia AméricaLatina.
Finalmente están los medios de comunicación y la comunidad de los hispanos, que emergieron como grandes protagonistas en estas elecciones pues su voto fue decisivo en varios Estados. Estos son dos relevantes espacios de incidencia.
Sin embargo, todo lo anterior quedará reducido a especulaciones inútiles si no consideramos el proceso político interno. Si la comunidad internacional sigue viendo que no hay una oposición viable, sólida, con voluntad, capacidad y respaldo popular para desafiar y derrotar a Ortega, ni los centroamericanos, ni los latinoamericanos, ni los europeos, ni los norteamericanos, con independencia de la orientación política de los gobiernos, se la jugarán más de lo que nosotros apostemos.
Así que la pelota está en nuestra cancha y no en la de ellos.
Así de crudo. Y así de sencillo.