Las lágrimas de cocodrilo de los “compasivos” [¡libertad incondicional para todas las personas presas políticas!]

<<El reclamo de libertad incondicional para todas las personas presas políticas es consigna de todos los enemigos de la tiranía, de todos los que rechazamos la manipulación que los grupos de poder hacen del sufrimiento de los reos políticos, de quienes negamos el derecho de una minoría minúscula de milmillonarios a repartirse plantación y esclavos con Ortega-Murillo, y sabemos que este régimen oprobioso cava, abuso por abuso, su propia tumba.>>

El intento de presentar la claudicación política como «compasión» es la más reciente estratagema de quienes buscan proteger su deteriorada imagen política de alguna manera, mientras se sientan como zancudos a legitimar a Ortega. 

Es decir, los que buscan el diálogo para retroceder el reloj a 2017 son, según esa propaganda, la gente de buen corazón, mientras que los que se oponen al diálogo con la tiranía son gente ignorante de la realidad, o insensible ante el dolor de sus compatriotas secuestrados y el de sus familias.

Con estos juegos publicitarios intentan tapar la verdadera realidad: que Ortega ha encarcelado a ciudadanos miembros de la clase política [incluyendo a los “precandidatos electorales”] para poder excarcelarlos, precisamente siguiendo el libreto que, torpemente, y bajo el ojo incrédulo de la población, ensayan los pactistas y zancudos.

Hay que añadir: las familias son víctimas de extorsión y deben tener nuestra solidaridad y apoyo, y tienen derecho a negociar como deseen para lograr que sus parientes salgan de la cárcel. Tienen derecho a negociar, como negocia la familia de un secuestrado con su secuestrador; y paga rescate, si puede hacerlo, porque la angustia de ver padecer a su ser querido es insoportable, especialmente en las condiciones de tortura que prevalecen en la cárcel política de Nicaragua.

Sin embargo, uno no puede pagar, en una negociación, con lo que no le pertenece: a ninguna familia, por más que la victimice el despotismo orteguista, pertenecen los derechos de los demás nicaragüenses. Mucho menos que pertenezcan a los grupos de poder económico y sus operadores políticos, cómplices del sistema dictatorial, partícipes en la puesta en escena, y que con «generosidad» y «compasión» se aprestan a entregar a Ortega la renuncia de todos los nicaragüenses a sus derechos humanos.

En sus mediocres y temerosas imaginaciones lograrían así regresar al reino utópico del «modelo de diálogo y consenso» con la tiranía, precisamente el que llevó al país a la trágica situación que vive hoy en día. Tal modelo ha beneficiado de manera espectacular y exclusiva a una media docena de grupos familiares de herederos-propietarios [la gente los llama, por economía de lenguaje, “el gran capital”], a expensas de la vida y economía de las familias pobres de Nicaragua, y de la inmensa mayoría de emprendedores, de los empresarios cuyas organizaciones han sido también secuestradas. Secuestradas, no solo por el régimen, sino por “el gran capital”.

La falsa compasión de los pactistas y las lágrimas de cocodrilo de sus representantes buscan, una vez más, ofuscar, confundir, desmovilizar, y –perversamente– presentar al mundo la imagen de una Nicaragua en la cual Ortega es un interlocutor legítimo y legal, que negocia una apertura política, hace posible una transición a la democracia, y no es ya merecedor de sanciones. Quieren que se olvide que el régimen orteguista está fuera de la ley, que ha abolido el Estado de Derecho, y que por tanto todas las personas encarceladas por su participación en la política son sencillamente víctimas de secuestro y deben ser un costo para la tiranía, no el beneficio que están dispuestos a darle los que babean –ilusos—ante la mesa de un nuevo diálogo público con Ortega. 

Que no se salgan con la suya. El reclamo de libertad incondicional para todas las personas presas políticas es consigna de todos los enemigos de la tiranía, de todos los que rechazamos la manipulación que los grupos de poder hacen del sufrimiento de los reos políticos, de quienes negamos el derecho de una minoría minúscula de milmillonarios a repartirse plantación y esclavos con Ortega-Murillo, y sabemos que este régimen oprobioso cava, abuso por abuso, su propia tumba.

Francisco Larios
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El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.

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