Los conspiradores, el poder y la oposición naíf
Oscar René Vargas
“Ortega y Murillo no respetan a la oposición. Estoy seguro que la tienen infiltrada”.
Francisco Aguirre Sacasa
Conspirar, vieja costumbre de los políticos tradicionales, puede resultar a veces arriesgado y muy peligroso.
En la dictadura Ortega-Murillo, los servicios de seguridad del régimen convierten el quehacer político en un mundo asfixiante en donde sólo coexisten los espías del régimen y los aprendices conspiradores.
La narrativa del “pueblo presidente” es una forma de encubrir a la dictadura Ortega-Murillo de las abundantes violaciones a los derechos humanos, la corrupción y esconder el trabajo conspirativo de los servicios de inteligencia de los órganos de espionaje del régimen.
Para analizar la coyuntura hay que tomar en cuenta, tanto las variables geopolíticas como el trabajo de los conspiradores oficiales en el análisis de la realidad nacional, ya que ellos tratan de boicotear, penetrar, desinformar y calumniar a los miembros y organizaciones de la oposición con el objetivo de desinformar la realidad y prolongar la permanencia del régimen.
Gran parte de los políticos tradicionales y sectores de la sociedad civil subestiman la profundidad y la multidimensionalidad del trabajo conspirativo de parte del régimen en la crisis sociopolítica, así como la degradación política, ética y moral de una buena parte de los miembros de la policía y del ejército.
Muchos de los políticos tradicionales, aprendices de conspiradores, afirman contar con la información clave, los datos decisivos que, según ellos, provienen de fuentes secretas que, de verdad o de mentira, dicen controlar y mantener. La verdadera crisis de la oposición es la crisis de la incompetencia para comprender la estrategia del régimen.
Los conspiradores de los salones de los hoteles suelen ser personajes agradables, suelen tener el encanto de los embaucadores o pertenecen al círculo de los vendedores de humo o al clan de los “pescuezos flexibles”, siempre con la respuesta a flor de labio. Estos conspiradores de salones suelen ser mal informados por los órganos de inteligencia del régimen.
Las conspiraciones van y vienen, algunas son reales y otras, la mayoría, oficio de charlatanes y farsantes. Pero mientras eso sucede en las cúpulas de la política tradicional, las fuerzas sociales subterráneas reales se acomodan y se reajustan para el desenlace final del régimen.