Los cubanos trumpistas

Uva de Aragón
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La autora es escritora y periodista.

Artículos de Uva de Aragón

La mayoría del “exilio histórico” ha sido desde hace años republicana. Lo respeto. Otra cosa es apoyar apasionadamente al actual Presidente.

No dejan de asombrarme los cubanos trumpistas. Un argumento que utilizan es que los demócratas están dominados por la extrema izquierda, son socialistas, admiradores de Castro y Maduro. Nada más lejos de la verdad. El partido no escogió ni a Sanders ni a Warren, que representan al ala progresista, no comunista. Es más, las declaraciones de Sanders hace meses sobre los logros de la revolución cubana en sus primeros años, fue severamente criticada. Su nostalgia por una era de izquierdas, en que muchos sintieron esperanzas en el proyecto cubano, incluyendo a la mayoría de mis compatriotas, le costó, en cierta medida, la posibilidad de ser el candidato demócrata. Los progresistas apoyan a Joe Biden y a Kamala Harris porque ven el peligro que significarían cuatro años más de Trump en La Casa Blanca, no porque se vean representados en ellos. Biden y Harris son ambos de centro.

Es lógico que el tema cubano nos afecte, pero no entiendo que pueda apoyarse la política de Trump hacia la Isla cuando es obvio que ha perjudicado más al pueblo cubano que a sus gobernantes. Las crecientes dificultades que se sufren en la Isla no son culpa de la política estadounidense, pero sí se agravan debido a ella. Basta preguntarle a quien tenga familia allá.

Pienso en mis padres y su generación, que tanto trabajaron, pero que por la edad con que llegaron a Estados Unidos, no pudieron ahorrar para sus retiros. ¿Qué hubiera sido de ellos y de tantos viejitos cubanos sin el Social Security y el Medicare, programas que debemos a administraciones demócratas? ¿Quisiera alguien renunciar a ellos? Cuando Johnson firmó el segundo, hubo temores de que era el principio de la medicina socializada, estilo Cuba. Nada de eso ha sucedido, ni sucederá aunque se expanda el Affordable Care Act (Obamacare).

Tampoco comprendo un rechazo a este programas cuando hablamos con orgullo que en “la Cuba de ayer”, por una módica suma mensual, se podía ser miembro de una clínica –ya fuera las Hijas de Galicia o el Centro Médico—y recibir todos los cuidados para la salud.

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Los cubanos siempre hemos estado orgullosos de lo avanzada que fue nuestra constitución

La República que construyeron mis padres y donde yo nací, se dio a si misma en 1940 una constitución de corte socialdemócrata, donde se reconocían derechos laborales –tales como un mes pago de vacaciones, bono en Navidades, permiso por maternidad — y otras medidas avanzadas para su tiempo, que nos han llenado siempre de orgullo. Nada de eso respetó Castro, pero son principios afines a la plataforma demócrata, no el capitalismo puro y duro del actual partido republicano.


El Presidente Donald Trump siente un desprecio visceral por los hispanos. No nos llamemos a engaño. Si no ha insultado a los cubanos es por los votos que aportan. Trump no nos hubiera abierto las puertas como lo hicieran Johnson, Carter, Clinton. Si hubiera dependido de él, los Pedropanes hubieran acabado en jaulas al igual que los niños centroamericanos y mexicanos. Y no nos confundamos. Si en Cuba gobernara Fidel Castro en su plenitud, lo admiraría de igual forma que a Vladimir Putin y a Kim Jong Un. Tiene pasión por los hombres fuertes, porque él ansía poderes ilimitados. Es un Hitler frustrado.

Algo que tampoco entiendo es que a mis compatriotas, tan ferozmente anticomunistas, no les afecte la política tan tibia con Rusia que ha tenido Trump. ¿Ha habido alguna declaración de la Casa Blanca sobre el reciente envenenamiento del opositor ruso Alex Navalny?

Los ataques a la prensa, que tilda de enemiga del pueblo, ¿no le recuerdan a nadie la época de las coletillas, las confiscaciones de El Diario La Marina y cada uno de los periódicos en Cuba?

Tampoco comprendo que no consideren los temas que más nos afectan en Estados Unidos, como la falta de liderazgo durante la pandemia; la admiración de Trump por los blancos supremacista; su falta de creencia en la ciencia y, específicamente, la crisis ecológica; sus intentos de acabar con el US Postal Office, institución tan vital no sólo para votar durante el Covid sino para los que reciben sus medicinas y cheques del Seguro Social por correo.

El Presidente Trump carece de empatía

Donald Trump insulta a las mujeres, los hispanos, los incapacitados, a toda persona que no esté de acuerdo con él y no lo elogie. Posee un ego desmedido. Es racista. Miente. Se rodea de ineptos y tramposos, muchos de los cuales están presos. No respeta las instituciones del país. Es incapaz de sentir empatía. En estos meses aciagos de la pandemia –que no es culpa suya, pero que no ha manejado bien– no ha tenido una palabra de compasión o consuelo para los enfermos, los muertos, sus familiares. No he contemplado en los años que vivo aquí a un gobernante tan opuesto a los valores martianos que aprendimos desde la cuna.

Nunca he visto un Presidente de Estados Unidos con principios tan antimartianos

Confieso que tengo miedo. Salimos de Cuba huyendo del totalitarismo. No le temo al fantasma del socialismo porque no lo veo en ninguna parte, pero sí a un hombre de carne y hueso que inexplicablemente es presidente de Estados Unidos sin tener capacidad para ello. Su reelección pondría en un peligro quizás irreversible la democracia que nos acogió.

Uva de Aragón

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