Los dos Alfonsos en uno
(Selección poética, y ensayo sobre Alfonso Orantes)
Vladimir Amaya
Siempre me ha resultado interesante la figura del intelectual comprometido y poeta Alfonso Orantes. Lo conocí por medio de las menciones de su hija María Cristina, también poeta, y en las referencias que se hacían de él en las biografías de su esposa, la igualmente poeta y pintora Elisa Huezo Paredes. Luego fui descubriendo sus aportes a la cultura literaria salvadoreña, y es que si bien este poeta nació en Guatemala, el destino y las vicisitudes lo llevaron al exilio y a segundas patrias, donde tuvo en El Salvador su estancia definitiva.
Sus aportes críticos y reseñas sobre poetas salvadoreños quedaron en más de algún libro, como es el caso del poemario “Euterpologio politonal” (segunda edición, 1972), del poeta Vicente Rosales y Rosales (1894-1980), donde la nota introductoria escrita por Orantes es lúcida y muestra sus amplios conocimientos tanto de poesía, como de intencionalidades estéticas. Otro ejemplo son sus valiosos aportes en la revista Cultura, cuando esta fue dirigida por Claudia Lars.
Si se me pregunta de manera muy personal si lo considero guatemalteco o salvadoreño, yo me decantaría por considerarlo muy centroamericano. Aunque su presencia en el ambiente salvadoreño ayudó a orientar a otros, a redescubrir sendas en la creación poética; su crítica y su propia poesía fueron, entre otras cosas, muy buenos referentes.
Tuvo una vida intensa e interesante que repartió entre la diplomacia, la cátedra y la literatura. Ubicado por los entendidos de las historiografías literarias guatemaltecas en la llamada «Generación del 20», muy recordada por tener influencia europea del liberalismo decimonónico y del positivismo spenciariano, que apuntaban a los valores de libertad, a contraponer la razón frente a los dogmas de índole religiosa, y promulgaba que la aspiración al desarrollo solo se daba a través de una sólida cultura. Dicha generación tiene entre sus miembros más destacados al premio nobel Miguel Ángel Asturias.
Orantes era un poeta egresado de la escuela modernista, pero inconforme con repetir antiguos modelos, así como muchos poetas del continente americano a finales de los años veinte. Sobre su poesía hay que apuntar que tomó dos rutas definidas y contrarias entre sí. Por un lado optó por la forma libérrima, intrépida, de corte vanguardista, que por los años treinta del siglo pasado penetró las otras regiones centroamericanas (cuando desde la década de los veinte se había asentado, y de manera solitaria, en Nicaragua); y por otro, también cultivó una poesía de hondo sentimiento, de auras filosóficas, y escogió las formas clásicas para su ejecución, sobre todo el soneto. En ambas modos manifiesta un oído destacable, quizás eso le dio tanta libertad en las dos fórmulas: Además fue un autor que construye sus juegos de sonidos con base, muchas veces, a una poesía semimétrica alternando versos y evocando parajes posmodernistas (el campo, el cielo, las montañas, etc) y dando imágenes “sugerentes” para su tiempo. No fue gratuito el hecho de ponerle a su poemario el nombre idóneo de Albórbola.
Leamos unos ejemplos de su poesía en verso libre:
¡albor, albórbola albada!
albardillada la luna cabalgando en la alborada.
de « s i n f o n e t a c o n f u g a d e l a m a d r u g a da »
de pronto el demente
poeta
frente a frente
a aquel botón
de hueso cosido a la chaqueta
nocturna, se ve; en fugaz lucidez, tiene revelación:
aquel insulto rudo
era inútil; vana aquella estéril lucha;
estando así desnudo,
lo práctico es mejor, intuyó;
con la mano haló
de una invisible tiradera;
tomó de su luz muerta larga ducha
de «d u c h a»
En ambos fragmentos, la lucidez de la imaginería reluce llamativamente. Pareciera que el poeta persiguiera con los ojos cerrados al sonido hasta tomarlo y exprimirlo. Notamos también que le poeta no se entrega al juego vanguardista de azotar ni dinamitar el contenido. Hay siempre una idea, por más que reverberen sus borbollones de imágenes.
No se despega de la rima, sí, pero esa rima no aparece ahí como una regla pétrea del “manual de la poesía”; en la producción de Orantes es más bien un capricho juguetón e irónico.
En este último ejemplo, se nota como el autor lleva al extremo las aliteraciones (juguete predilecto de los modernistas), y su apuesta por la imagen, como todas las vanguardias lo promulgaron, sigue siendo la de la imagen vivaz y visualmente efectiva.
el volcán que es montera de horizontes
lleva una felpa tiesa y engrasada
de «m i l a g r o»
Crepúsculo adormilado
he levemente cerrado su párpado amoratado
de « f u e g o s f a t u o s »
Sobre su poesía de verso medido: en esta mantiene el ritmo, pero ya es un ritmo encausado a la idea y sobre todo a la atmósfera de las convencionalidades de la lírica. Una poesía ya sujeta a los canones de lo mejor de la poesía clásica. Destaca aquí la voz sosegada de un poeta que busca, en la medida de lo posible, el buen tono, el ritmo pausado y correcto, como claves de la efectividad formal:
Errante, sin moverme, en mi desierto
le hallé sin encontrarle. Su presencia
es el propio trasunto de la ausencia
envuelta en las verdades de lo incierto.
De « Barrunto de mi muerte»
Tanta contradicción frente a los ojos
y tanto apetecer que no conforma.
Todo se cambia, todo se transforma:
la verdad, la mentira, los despojos.
Quien ante un bello cuerpo está de hinojos,
se siente en forma viva ante otra forma.
Y si se mira bien, se nos deforma
lo real en meros esqueletos flojos.
De «presencia»
Temas contemporáneos, vivencias y miedos del hombre de todos los tiempos, fueron en sí la esencia, el numen de este poeta que no tuvo a bien las etiquetas ni las formas.
Otros ejemplos de su poesía métrica:
La verdad en su signo se revela
y en el espacio el tiempo se aniquila
desde el secreto anhelo que desvela.
al ensueño del sueño. Ya no hay duda.
No alcanzó su presencia mi pupila:
su eternidad se reveló desnuda.
De «Anunciación»
Por último, el soneto que Orantes escribió para Claudia Lars, cuando ya se conocía lo terminal de la enfermedad de la autora:
Ahora que padeces por la espina
que tenías clavada entre la rosa
de tu vida de niña prodigiosa
y sabes la verdad que se avecina.
Ahora que tu espíritu se afina
para cambiarte en forma milagrosa,
no te herirá, porque será infructuosa,
la envidia y lo dañado de la inquina.
Hay dos Alfonsos que es uno. Un Alfonso que desde una tímida vanguardia, no tan radical, sino más bien alegre y retozona, conceptual en sí misma, tomó los aires de los postulados ultraístas, estridentitas y creacionistas, sin dejar de ver el mundo y respirarlo desde el ombligo del continente en el que tocó vivir, para tamborilear la palabra, los sentidos.
Y desde el otro Alfonso, el de un verso medido, austero y sustancial, encontramos al hombre parado en su propia sombra, asomándose a las heridas, a los sueños, para ser universal en lo cotidiano. Los dos son el único Alfonso que nos obsequió la poesía.
Orantes Nació en Ciudad de Guatemala el 17 de julio de 1898, y murió en San Salvador, el 19 de junio de 1985. Fue abogado, docente, crítico, diplomático, ensayista y poeta. Fue parte de la sociedad «El Renacimiento», con su órgano de prensa La Juventud Centroamericana. Sus primeros estudios los llevó a cabo en el Instituto Nacional Central de Varones de la ciudad de Guatemala. Fue Catedrático de Filosofía General, Filosofía del Derecho, Historia de la Filosofía, Sociología, Literatura Universal, Estética, Redacción Periodística, Estilística, Estilo Periodístico, Ética, Metodología de la Literatura y Gramática Española. Sufrió varios exilios. En 1945 fue llamado a colaborar con el gobierno del presidente guatemalteco el doctor Juan José Arévalo. Fungió como enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en Panamá en 1947, Ecuador 1948, Venezuela 1949 y Embajador en Chile en 1950. Formó parte de la Junta de Liquidación de Asuntos de Guerra. Durante el gobierno del Coronel Jacobo Arbenz Guzmán (1950-1954) se desempeñó como Presidente de la Junta Nacional Electoral. Al ser derrocado Arbenz en 1954 por un golpe de estado derechista, se exilió en El Salvador, país en el que fijó su residencia definitiva. Obra publicada: Albórbola (poesía, Guatemala, 1935), Antología de Cuentistas Guatemaltecos (Panamá, 1947) y Conflicto entre la Civilización y la Cultura (ensayo, Guatemala, 1962).
Selección poética
Sonetos inéditos:
BARRUNTO DE MI MUERTE
A Paco Figueroa
Errante, sin moverme, en mi desierto
le hallé sin encontrarle. Su presencia
es el propio trasunto de la ausencia
envuelta en las verdades de lo incierto.
Pasa quedando. Cierra y deja abierto.
Es el solo poder de la impotencia
y su existir, la pura inexistencia
en la perpetuidad de lo ya muerto.
Vino en mi sin buscarme, y sin tenerle,
la llevo en mí visible y escondida
y estoy viéndole siempre aunque sin verle
que en este mi infortunio está mi suerte:
pues llevando mi muerte entre mi vida,
es inmortal la vida de mi muerte.
San Salvador, 1942
SONETO DE ALFONSO ORANTES A CLAUDIA LARS
Ahora que padeces por la espina
que tenías clavada entre la rosa
de tu vida de niña prodigiosa
y sabes la verdad que se avecina.
Ahora que tu espíritu se afina
para cambiarte en forma milagrosa,
no te herirá, porque será infructuosa,
la envidia y lo dañado de la inquina.
Como tú sabes que la gloria existe
y estás segura que a la hora incierta
ninguno por tu ausencia estará triste,
siento que entre la dicha y lo fatal
si a Carmen Brannon lloraremos muerta
no a Claudia Lars porque será inmortal.
PRESCIENCIA
«Toda ley natural lleva en sí la expresión de una negación.»
Enunciado Científico
I
Tanta contradicción frente a los ojos
y tanto apetecer que no conforma.
Todo se cambia, todo se transforma:
la verdad, la mentira, los despojos.
Quien ante un bello cuerpo está de hinojos,
se siente en forma viva ante otra forma.
Y si se mira bien, se nos deforma
lo real en meros esqueletos flojos.
Si juegan con el hombre los sentidos,
no existe la verdad ni la apariencia,
ni los instantes del gozar vividos.
Es posible que ante esto nadie acierte,
ni sepa si la vida es existencia
o si solo se vive ya en la muerte.
II
Pero alguna evidencia tiene el hombre
en medio de su máxima ignorancia,
cuando al hablarse a él solo, su arrogancia
devuelta oye en el eco de su nombre.
Es posible que entonces ni se asombre
de estar cerca y hallarse en la distancia
del tiempo, del espacio, en la pura ansia
del querer perpetuarse en el renombre;
de saber que existiendo, ya su suerte
está echada en él y contenida
en dos polos concretos: vida y muerte,
de los que ha sido el oscilante centro
que transportando en sus entrañas vida,
la misma muerte ya la lleve dentro.
ANUNCIACION
Se hundió el recuerdo. Ahí estaba intacta
como la perfección. La misma pura
sutil substancia en que se configura
la transparente claridad abstracta.
Devenía el crear. Era ella. Exacta
culminación de flor, de genitura
que hace brotar la estrella de la hondura
en que la luz irradia estupefacta.
La verdad en su signo se revela
y en el espacio el tiempo se aniquila
desde el secreto anhelo que desvela.
al ensueño del sueño. Ya no hay duda.
No alcanzó su presencia mi pupila:
su eternidad se reveló desnuda.
AMOR
Se eternizó el instante, porque al verte
sobre ti se volcó toda mi vida.
El amor es el bálsamo y la herida.
Fuerza del movimiento y de lo inerte.
Ya que tan débil fui, renazco fuerte
de la triste ambición desvanecida
porque ya mi insipiencia adormecida
ha entendido el problema de la muerte.
Si esto es ser inmortal, hallé el nirvana
de verdad y mentira condensada
en resumen de ayer, hoy y mañana
del que los hombres se hacen así dueños
porque el amor es gracia humanizada
y es tan irreal como los mismos sueños.
Del poemario Albórbola:
d u c h a
anófeles romántico
aquella noche trompetillaba el mismo cántico;
a la vulgar blancura del burgués plenilunio
consonante dio junio
el poeta aburrido
del monótono ruido
y del mismo indumento de novia
sin himeneo del cursilón paisaje,
siente profusa fobia
y como una protesta se desgarra su traje
nuevo adán, deshonesto
a la luna acribilla con mil y un denuesto;
la interpela
y la llama: bocio de la noche; viruela
en la cara aplastada del cielo; cancro
del infinito; chancro
del azul sifilítico; ano
albino de lo in-humano;
cochino esfínter mensual; celeste polilla;
plato
roto en malhadado garabato;
tortilla
de yeso, seca y fría; ridícula oreja
de un tazón azulenco de falsa porcelana
desportillada y vieja;
palangana
para el baño de asiento
del picado y sarnoso firmamento;
bacinica
donde un sol con uremia
se orina; media lata de anemia;
bandeja
de incomparable plata añeja;
último colmillo
de falsa noche-lobo sin boca; lobanillo
flotante; gargajo
purulento de luz;
rodela de pus;
moneda falsa…
ayer
te decían: colombina,
hoy: cafiaspirina
sin cruz bayer,
sin poder para siquiera hacer menor
el dolor
perenne en la huera cabeza de cristal
de la sobada esfera celestial
de pronto el demente
poeta
frente a frente
a aquel botón
de hueso cosido a la chaqueta
nocturna, se ve; en fugaz lucidez, tiene revelación:
aquel insulto rudo
era inútil; vana aquella estéril lucha;
estando así desnudo,
lo práctico es mejor, intuyó;
con la mano haló
de una invisible tiradera;
tomó de su luz muerta larga ducha
-la luna es una regadera-
y adviene
el prodigio: la higiene
hace la curación
porque el poeta loco, siempre tuvo razón….
m i l a g r o
todo el paisaje ajado en un gris triste,
muestra la suciedad de una semana;
el sol lleno de lumbre legañosa,
unta las cosas de amarillo usado;
los árboles su abulia y su descuido
exhiben en sus copas desgreñadas;
usan los cerros delantal con mugre
y los llanos sus sábanas manchadas….
el volcán que es montera de horizontes
lleva una felpa tiesa y engrasada
y el mismo cielo tantas veces pulcro,
con nubes tiene el rostro embadurnado
ante aquel espectáculo indolente,
surge la tempestad riñendo truenos;
fulmina rayos su visión airada
y azota con sus látigos de viento;
aquellas expresiones de su enojo
-que al huir pavorido el eco arrastra-
rematan al final desesperadas
en un copioso llanto de aguaceros
cuando le pasa aquel berrinche al día
-que amilanó el espíritu del aire-
y enjugándose lágrimas se aclara
su vista turbia y su ánimo se aplaca,
entonces ve -como ojo estupefacto-
que con llorar despercudió el paisaje
sinfoneta con fuga de la madrugada
¡albor, albórbola albada!
albardillada la luna cabalgando en la alborada
trae luz alborozada.
albórbola alborotada mira la tierra arbolada.
la tierna tierra aterrada tirria tirita;
tirada suelta el grillo en grita,
grima de la madrugada….
pampa, pampera palurda, por pura pampirolada
ante su lloro llorosa rocío riega
y regada
va a la vega
vagarosa.
vaga el arroyo arrullado,
arrullo que arruga el ceño
de la barranca barrosa
boquiabierta por el sueño…..
prima pringa, pamposada,
al páramo parancero eriza en el pajonero.
un pájaro pajarero pajaritea un agüero
y cuando cae la aguada chorreando
chorro chorrero por grifo de la cascada
al cielo brinca un lucero, lucífero lucifero…..
c a v a t i n a
muchachita muchachilla, menudita muchachuela
le miró por mironcilla; por traviesa travezuela
le besó con su boquita, boquitilla boquituela,
con cariño -como a un niño- cariñoso caritiño;
aquel beso fue sabroso, tan sabroso sabrosiño
que pegó su boca loca en la boca de aquel niño
y sintió que la locura como escala, escala el cielo
y, atontada la tontuela, azorada en su zoncera
al goloso, con un gozo sin reposo y sin consuelo
se entregó la menudita, desnudita, toda entera
y el mirón que la mirara y al mirarla la deseara
y deseándola deseada, devorante la devora,
al sorberla como un dulce que de dulce se azucara
se hartó así con tanta hartura de dulzura a toda hora
-como chico que agotara de un tirón una dulcera-
y quedó mirón mirando, por si hay fruta mirandera,
pues la breve muchachita, muchachilla muchachuela
que probó, la siente simple, loca, impura y…..¡tan tontuela!