Los héroes de la resistencia azul y blanco son los presos políticos
<<La lucha de los presos políticos ante la adversidad que les impone la dictadura debe ser acompañada por el pueblo nicaragüense, aún en las condiciones extremas de represión que vivimos.>>
El pueblo nicaragüense sufre, se le estruja el corazón al conocer el cruel trato de la dictadura a los presos políticos, a quienes somete a un calvario que por sus extremos inhumanos, denota que es producto de un sentimiento de odio, y de venganza, solo porque ellos cuestionaron al poder, porque hicieron ver su ilegitimidad y la necesidad urgente de cambiarlo para establecer un régimen de democracia y libertad.
Basta escuchar las palabras y las frases envenenadas de la vicepresidenta R. Murillo hacia los presos políticos para identificar de inmediato el profundo rencor que encierran, el resentimiento extremo que contienen, porque, al parecer, la pareja de tiranos se cree intocable, superior, designada por el mismísimo Dios para ejercer el poder indefinidamente y de manera muy personal y autoritaria. El dictador Ortega se le queda un poquito atrás, pero solo porque habla menos que ella, porque también destila veneno al referirse a los reos de conciencia.
Se requiere odio y cierta perversidad para mantener en las ergástulas a una persona solo porque se rebeló a los designios de la tiranía para defender a sus compañeros cumplidores del servicio militar: Marvin Vásquez fue echado a morir hace más de diez años en una celda infrahumana, y no le ha importado a la pareja endiosada su prolongado cautiverio ni sus enfermedades ni su sufrimiento y el de su familia. Se regodean del dolor que infligen.
Sacan a prisión domiciliar a reos comunes todos los años, pero no a los presos políticos que tienen en “La Modelo”, en Tipitapa, y otras cárceles del país, donde más de cien reos de conciencia languiden tras varios años de prisión en condiciones que violan múltiples derechos humanos.
Y en cuanto a los que tienen en “el nuevo Chipote”, de modo maligno han utilizado nuevos métodos de tortura que no precisan de golpes, heridas, ni chuzos eléctricos, ni rutinas de ahogamiento que se suspenden en el último momento. Con extrema crueldad diseñaron un sistema basado en causar el máximo daño sicológico, el cual tiene graves consecuencias físicas, mediante el aislamiento del mundo exterior y de casi toda su familia; y torturas con luces encendidas o la falta de luz; la privación calculada de alimentos y medicinas; etcétera. Esto fue lo que mató al doble héroe Hugo Torres.
Aunque los prepararon lo mejor que pudieron y hasta los maquillaron, la única vez que salieron ante la opinión pública estos prisioneros de conciencia, el pueblo fue testigo del inhumano proceso de degradación al que los han sometido. Los presos políticos se miraban cadavéricos, con la mirada extraviada, desprovistos de gran parte de su masa corporal y de sus reflejos, nerviosos y quizás llenos de miedo y de espanto.
Quizás nos los mostraron para que supiéramos de lo que son capaces de hacer, y profundizar el terror que han instalado en el pensamiento del pueblo nicaragüense azul y blanco que repudia categóricamente a la dictadura de la familia Ortega-Murillo. Tuvieron éxito: vimos de manera contundente los extremos a los que han llegado con los presos políticos y no les importó aparecer con nitidez como lo que son: barbáricos, despóticos, casi inhumanos.
Pero al mismo tiempo no pudieron evitar que creciera nuestra admiración por los presos políticos, quienes son nuestros héroes, porque se están sacrificando por la causa más bella que pueda haber: la liberación de un país de las garras de un sistema opresor sanguinario y criminal, señalado por los organismos internacionales de Derechos Humanos de cometer crímenes de lesa humanidad. Un tribunal de justicia de Argentina empezó a examinar su caso.
Las torturas han reducido exageradamente el peso inicial a los presos políticos, pero les han elevado su estatura ante el pueblo no orteguista-murillista, pues ellos han trascendido a las naturales miserias humanas que suelen acompañarnos, y se han convertido en una antorcha, en un punto de referencia nacional en la resistencia por la liberación de Nicaragua.
Los presos políticos son nuestros héroes que a pesar que cada día se marchitan físicamente en las ergástulas de la dictadura, al mismo tiempo son una esperanza, porque tenemos la certeza de que, de alguna manera, sobrevivirán a la tiranía, y muchos de ellos se convertirán en los dirigentes que necesita este país para construir por primera vez en la historia nacional un sistema de gobierno realmente democrático donde nadie sea más que otro, donde funcionen las leyes y en verdad se haga justicia mediante el respeto de los derechos humanos de todos y el castigo de las infracciones.
La lucha de los presos políticos ante la adversidad que les impone la dictadura debe ser acompañada por el pueblo nicaragüense, aún en las condiciones extremas de represión que vivimos. Incluso en las filas orteguistas ha crecido de manera exponencial un descontento contra el régimen porque ya lograron ver su rostro maligno y perverso. A los que ya estaban inconformes por las imposiciones arbitrarias, se sumaron más durante las fraudulentas elecciones municipales en las que fueron obligados a violar la ley, a utilizar recursos estatales, a mentir y falsificar las actas y a convertirse en cómplices de la deshonestidad y la corrupción que caracterizan a la familia Ortega-Murillo.
Ciertamente el contexto es sumamente adverso, prevalece un sistema de vigilancia, acoso y terror, que impide la organización ciudadana y el desarrollo de acciones contra el régimen, pero la población azul y blanca sabrá cuando llegue el momento de reaccionar y sacar del poder para siempre a la dictadura.
Los presos políticos ocupan un lugar especial en el corazón de los nicaragüenses.
José Mario García
Nicaragüense con Master en Ciencias Políticas de la Universidad de Malmó, Suecia.