Lucha por la democracia, por la justicia; lucha contra la dictadura, contra la corrupción
Enrique Sáenz
Una de las lacras que las élites nicaragüenses han arrastrado prácticamente desde que se declaró la independencia de nuestro país, es lo que en teoría se conoce con una frase amable: Concepto patrimonial del Estado. Estado botín, le dicen otros. En cristiano significa lisa y llanamente corrupción campante y sonante.
Para algunos historiadores es una herencia del período colonial. Era frecuente que España subastara los cargos públicos en sus colonias. De esta manera, el beneficiado, después de comprar su cargo en la burocracia colonial, se dedicaba a ejercerlo para su lucro privado. Administrar justicia y recaudar impuestos eran algunos cargos que la corona española vendía al mejor postor.
El punto es que, si ese fuera el origen, las élites políticas y económicas lo han reproducido a lo largo de estos dos siglos y, al reproducirlo, han contaminado a una parte de la sociedad.
Así, el mandamás de turno, y sus allegados, más bien sus secuaces, se sienten dueños del patrimonio público, con licencia e impunidad para lucrarse a su gusto y antojo. Por supuesto, que hay honrosas excepciones, pero son solo eso, excepciones, porque la regla es que, de arriba abajo, quien llega a un cargo público no lo hace con el propósito de servir a la colectividad, sino de servirse de los bienes de la nación o del municipio, según el nivel. Es, lo que llamaríamos, la maldición del cargo. Peor ocurre cuando se entroniza una dictadura, como en el presente: defienden a sangre y fuego su aferramiento al poder que, en definitiva, es aferramiento al enriquecimiento ilícito.
Repetimos, estamos hablando en términos generales, porque reconocemos que hay excepciones.
¿A qué viene este asunto?
A que hoy 9 de diciembre, por declaración de la Asamblea General de Naciones Unidas, es Día Internacional contra la corrupción.
Escuchemos lo que manifestó, con ocasión de este día, el Secretario General de Naciones Unidas, el señor Antonio Guterrez:
“La corrupción es criminal e inmoral, y representa la máxima traición a la confianza pública.”
Afirmó el Secretario General. Y agregó:
“Es aún más perjudicial en tiempos de crisis, como está ocurriendo ahora en el mundo con la pandemia.
La respuesta al virus está creando nuevas oportunidades para explotar la supervisión débil y la transparencia inadecuada, desviando recursos que debían estar destinados a personas que se encuentran en su momento de mayor necesidad.
Los comerciantes sin escrúpulos venden productos deficientes, como respiradores defectuosos, pruebas mal fabricadas o medicamentos falsificados.”
Seguimos leyendo la declaración del Secretario General de Naciones Unidas:
“Tenemos que trabajar juntos para poner fin a esos robos y a esa explotación adoptando medidas drásticas para poner fin a los flujos financieros ilícitos y los paraísos fiscales, abordando los intereses particulares que se benefician del secretismo y la corrupción y ejerciendo la máxima vigilancia sobre la forma en que se gastan los recursos a nivel nacional.
Tenemos que hacer que los líderes rindan cuentas.
Los empresarios tienen que actuar con responsabilidad.
Asimismo, debemos proteger los derechos de quienes denuncian las fechorías y reconocer su valor.
Para muchas personas de todas las regiones, la corrupción es desde hace tiempo una fuente de desconfianza e indignación contra sus líderes y gobiernos.
Esta es una plaga antigua que está adoptando nuevas formas. Redoblemos nuestra determinación de combatirla”.
Hasta aquí la declaración del funcionario internacional de más alto rango a nivel mundial.
Pues bien ¿Y a los nicaragüenses cómo nos va?
Por desgracia, tenemos nada más y nada menos que el régimen más corrupto de Centroamérica. Y esto que ya es mucho decir. Y el tercero en la fila de los peores en América Latina. Solamente detrás de Venezuela y Haití. Y también entre los peores a nivel mundial. No lo decimos nosotros, lo dice el informe de la prestigiada organización Transparencia Internacional que comentamos en su oportunidad y ahora solo estamos recordando.
Y aquí no hay un solo preso por actos de corrupción. La explicación es sencilla: la misma mafia que ejerce el poder también se receta impunidad pues controla la totalidad de los poderes del Estado, incluyendo la Contraloría y el aparato judicial.
En resumen, tenemos en el poder una mafia señalada internacionalmente por cometer delitos de lesa humanidad en contra de su población, con el agravante de que también es señalada como la más corrupta de Centroamérica, y una de las más corruptas en América Latina y a nivel mundial. Un estatus humillante y una imagen bochornosa que nos salpica a todos.
Lo extraño es que, tratándose de un flanco extremadamente débil, en términos políticos, las organizaciones opositoras no lo han tomado como bandera de lucha.
Junto a la libertad y la justicia, la otra bandera que debemos enarbolar es el combate a la corrupción. En la Nueva Nicaragua que debemos construir un lugar principal debe ocupar la decencia, la integridad. De lo contrario, la libertad y la justicia serán inalcanzables o, si se alcanzan, estarán en permanente peligro.
La lucha contra la dictadura corrupta, debe ser también, por definición, lucha contra la corrupción.