Me queda la palabra: condena al XV Festival Internacional de Poesía de Granada 2020

Manuel Sandoval Cruz
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El autor es articulista y reseñador.

Artículos de Manuel Sandoval Cruz

 

 

«Es inaudito que en Nicaragua se celebre un festival de poesía cuando la libertad es asediada por un régimen que niega derechos y libertades fundamentales. La primera condición para crear es ser libre: en Nicaragua no hay libertad. Y si este festival no aboga por eso, su esencia es la de servir a la dictadura en su incesante retórica de normalidad. Es toda una vergüenza que esta incoherencia ética se esté planeando. Es, reitero, ofensivo para este país que ha tenido grandes poetas».

Aprendí a leer por curiosidad, por iniciativa propia, según mi madre. Es, en palabras de Mario Vargas Llosa, lo mejor que me ha pasado en la vida. Agrego: lo mejor que he hecho en mi casi cuarto siglo de existencia. Sin duda alguna, la poesía ha sido en mí una compañera infaltable, ya no digamos el cuento o la novela que han ocupado buena parte de mi interés en los últimos años. Solo he tenido un error durante mi noble oficio, vicio y pasión: edificar una turris eburnea (torre de marfil) a los escritores nicaragüenses. 

Cuando leí la noticia de que el año próximo se reanudaba el Festival Internacional de Poesía de Granada (Nicaragua) me recordé del hecho de que el filósofo griego Platón, en La República, critica fuertemente a los poetas. En Nicaragua los poetas lo saben. Saben que no deben ni pueden anhelar comulgar con el poder. La historia nos ha enseñado, especialmente a quienes se dedican a las bellas artes, que los mecenazgos no son tan buenos y los finales son funestos. 

Innumerable es la lista de quienes han tenido que verse avergonzados por comulgar con el poder de turno y servir a las letras. No se puede servir a dos dioses, dice la Escritura. ¿De qué valió que Rigoberto López Pérez asesinara al fundador del somocismo? ¿Cuál fue el éxito de Sergio Ramírez Mercado, quien hoy es disidente del FSLN pero que fungió como vicepresidente durante la Revolución? ¿Qué logró Ernesto Cardenal legar a la generación actual tras su apoyo a la Revolución que dejó más de cincuenta mil nicaragüenses asesinados que aún exigen justicia? 

La noticia de que el Festival de Poesía de Granada se reanuda es nefasta y una falta de respeto a la memoria de las víctimas, un acto de poca solidaridad con las madres de abril, con familiares de los presos políticos, con toda Nicaragua que es víctima de la dictadura Ortega-Murillo. ¿Qué fuerzas estarán actuando para presionar la realización del festival que año con año genera un rubro al sector turístico de Granada? ¿Bajo qué justificación de «normalidad» van a utilizar los atrios de las iglesias asediadas por el régimen nicaragüense? 

No cabe duda de que cuando hemos dicho que es necesario relevar esta generación putrefacta y de doble moral en Nicaragua también nos referimos a la Academia, llena de mojigatos escritores que besan la bota del sandinismo por un premio literario, una orden cultural, la manutención económica de la Academia o, simplemente, por develar su condición de paramilitar académico. La herencia de esta generación de poetas, novelistas, escritores y académicos está íntimamente ligada al desastre somocista y rojinegro. 

Don Rubén Darío, «quien creó nuestra identidad, no solo en sentido literario, sino como país», como dijo Sergio Ramírez Mercado al recibir el Premio Cervantes 2017, es el ejemplo más grande que la poesía nicaragüense pueda tener. Darío no comulga con las tiranías, y por eso dice que todas las tiranías se vendrán al suelo en «¿Por qué?» Es ese legado el que se debe guardar, conservar y defender para reclamar a estos poetas de Nicaragua y del mundo que aquí no hay espacio para celebrar la poesía cuando se han expulsado a estudiantes que escriben de las universidades públicas; cuando hay escritores exiliados, hostigados y cuando la prensa independiente es censurada.

Es inaudito que en Nicaragua se celebre un festival de poesía cuando la libertad es asediada por un régimen que niega derechos y libertades fundamentales. La primera condición para crear es ser libre: en Nicaragua no hay libertad. Y si este festival no aboga por eso, su esencia es la de servir a la dictadura en su incesante retórica de normalidad. Es toda una vergüenza que esta incoherencia ética se esté planeando. Es, reitero, ofensivo para este país que ha tenido grandes poetas. 

Les pregunto: ¿Qué diría Claribel Alegría? ¿Cómo tomaría la noticia Ana Ilse Gómez? ¿Se alegraría Vidaluz Meneses Robleto? ¿Francisco Ruiz Udiel llegaría a leer? Esta iniciativa me recuerda aquello que dice sobre los poetas Roberto Carlos Pérez en su cuento «La torre de Dios»: «Se hundieron en la distancia. La ciudad los fue desplazando». Ese es el final para quienes se prestan a esta infamia: hundirse en la garganta profunda de la historia, desplazarse al lado del opresor donde habita la muerte, el caos, el llanto, el dolor, la impunidad, la complicidad. Esa es la realidad futura de esos que creen que haciendo festival se merecen el reconocimiento de la población. 

El mundo entero debe saber que el próximo festival es «página de engaño y fastidio». La sangre de las víctimas, las lágrimas de las madres de abril y de los presos políticos llegarán hasta los estrados donde estén los que adulan a la dictadura. Si insisto en evocar siempre a Darío es porque él mismo dice que su protesta «queda escrita sobre las alas de los inmaculados cisnes tan ilustrados como Júpiter», y la nuestra debe quedar escrita en las barricadas, en los tranques, en las universidades, para que las futuras generaciones sepan que «Si abrí los labios para ver el rostro/ puro y terrible de mi patria, / si abrí los labios hasta desgarrármelos, / me queda la palabra».

Condenemos la soberbia de Francisco de Asís y del Festival Internacional de Poesía. Condenemos esa agresión a la poesía, a la vida, a la libertad. Solo espero que saturen las rotondas de Managua y no los atrios de las iglesias de Granada, también asediadas por la dictadura. Condenemos a los que aún no tienen vergüenza. A esos poetas Platón les dice: «Cuanto más poéticos, tanto menos conviene que los escuchen niños y hombres que tienen que ser libres y temer más a la esclavitud que a la muerte».

Manuel Sandoval Cruz

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