Mínimas anotaciones sobre el epígrafe de «Canto de guerra de las cosas»
Roberto Carlos Pérez
Fraters: Exìstimo, quod non sunt Condignae pasiones hujus temporis Ad futuram gloriam, quea revelabitur in novis. Nam expectatio creaturae, revelationem filiorum Dei exspectat. Vaniati enim creatura subjecta est, non volens, sed propter eum, qui subjecit eam in spe: quia et ipsa creatura liberabitur as servitute corrutpionis, in liberatem gloriae filiorum Dei. Scimus enim quod omnis creature ingemiscit, et parturit usque adhuc. (Paulus ad Rom. 8, 18-23).
El epígrafe proviene de la Epístola de San Pablo a los romanos que, en versión de la Biblia de Jerusalén, dice lo siguiente:
Hermanos: Soy consciente de que los sufrimientos del tiempo presente no se pueden comparar con la gloria que se ha manifestar entre nosotros. Incluso la creación espera ansiosa y desea vivamente el momento en que revele nuestra condición de hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la caducidad, no espontáneamente, sino por voluntad de aquel que la sometió; pero latía en ella la esperanza de verse liberada de la esclavitud de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera viene gimiendo hasta el presente y sufriendo dolores de parto. Pero no sólo ella. También nosotros mismos, que poseemos primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior anhelando la liberación de nuestro cuerpo.
«Canto de guerra de las cosas» habla sobre la corrupción y destrucción del planeta. El poema es un gemido por su tono apocalíptico, ya que la voz poética no sabe de dónde asirse ante la devastación de la guerra, probablemente la de la Segunda Guerra Mundial, que sin duda Joaquín Pasos siguió a través de la radio, los periódicos y los telegramas.
Pasos también siguió la Guerra Civil Española (1933 – 1939), tan importante para los intelectuales hispanoamericanos, y también le tocó vivir de cerca al menos una guerra en Nicaragua: la que sucedió de 1926 a 1933 entre conservadores y liberales a raíz de la ocupación norteamericana.
El epígrafe de San Pablo aparece contrapuesto a la visión de Pasos, pues el apóstol se aferra a la creencia del nacimiento de un hombre nuevo en medio de la barbarie.
Al utilizar la Carta de San Pablo a los romanos como epígrafe de un poema en el que increpa a Dios al mostrarle la desmesura del sufrimiento humano, Joaquín Pasos construye una oposición entre dos apocalipsis: la esperanza de Pablo y la desesperanzada que muestra el poema.
Cierto es que en la visión de Pasos no existe epifanía en la destrucción; sin embargo no la descarta. El poema no percibe la redención y la reconstrucción del mundo, ya que en dos ocasiones se dirige a Dios: en la primera para mostrarle la fragilidad del soldado ante el poder destructivo de la máquina y, en la segunda, cuando lo llama «Señor de los Ejércitos», como lo hacían los israelitas, para exhibirle el inmenso dolor provocado por la devastación. Dice Pasos:
«Dadme un motor más fuerte que un corazón de hombre.
Dadme un cerebro de máquina que pueda ser agujereado sin dolor.
Dadme por fuera un cuerpo de metal y por dentro otro cuerpo de metal
igual al del soldado de plomo que no muere,
que no te pide, Señor, la gracia de no ser humillado por tus obras,
como el soldado de carne blanducha, nuestro débil orgullo,
que por tu día ofrecerá la luz de sus ojos,
que por tu metal admitirá una bala en su pecho,
que por tu agua devolverá su sangre.
Y que quiere ser como un cuchillo, al que no puede herir otro cuchillo.
Por fin, Señor de los Ejércitos, he aquí el dolor supremo.
he aquí, sin lástimas, sin subterfugios, sin versos,
el dolor verdadero.
Por fin, Señor, he aquí frente a nosotros el dolor parado en seco.
No es un dolor por los heridos ni por los muertos,
ni por la sangre derramada ni por la tierra llena de lamentos
ni por las ciudades vacías de casas ni por los campos llenos de huérfanos.
Es el dolor entero».
La oposición entre lo que podríamos llamar «utopía» y «distopía» es quizás lo más dramático del poema puesto que, colocadas una frente a la otra, parecen ambas anularse. Sin embargo, la desolación del poema y su falta de esperanza se contrapesan con un elevado lirismo, tan notorio en Pasos. Las poderosas imágenes se sustentan en heptasílabos, octosílabos, decasílabos, endecasílabos, alejandrinos, hexadecasílabos, entre otros, que apenas se perciben por el tremendismo del poema. La única esperanza que podemos ver en el poema no es en su contenido semántico sino en su belleza.
No se sabe de otro poeta tan musical en Nicaragua después de Rubén Darío (1867 – 1916). La herencia del modernista al vanguardista se nota en la polimetría, gran sesgo de la poesía de Rubén Darío, que Pasos utilizó tanto en «Canto de guerra de las cosas» como a lo largo de su obra.
En su versión final «Canto de guerra de las cosas» apareció veintinueve años después de Ecuatorial (1918) de Vicente Huidobro (1893 – 1948), cuyos poemas sobre la Primera Guerra Mundial (1916 – 1918) no desarrollan la gama de imágenes, el tono personal y la velocidad como el «canto» de Pasos, que se mueve de una secuencia a otra con extrema naturalidad y soltura a pesar del dolor que presenta.
Aunque poco conocido en España y en el resto de Hispanoamérica, «Canto de guerra de las cosas» es quizás el mejor poema de guerra en lengua española.
El poema termina con un hexadecasílabo polirrítmico, es decir, un verso compuesto por dieciséis sílabas cuyos acentos no ocupan una posición determinada: «Todo se quedó en el tiempo. Todo se quemó allá lejos». Por lo tanto, el final del poema demuestra, sin dejar de tensar la lira, que es un himno de muerte en el que el hablante también está muerto, pues no alberga ninguna esperanza.