Mitos de la no violencia
(En respuesta a los comentarios de Francisco Larios)
Fernando Bárcenas
El autor es ingeniero eléctrico.
Francisco Larios, Editor de la Revista Abril, publicó un artículo bajo el título de “Mitos y realidades de la Noviolencia”, y explicó que eran unos comentarios a un artículo mío titulado “Lucha violenta o lucha pacífica, parte I”, publicado en la misma Revista Abril.
Desafortunadamente, Larios expresa sus ideas sin debatir explícitamente con mis argumentos. Obviamente, lo hace, pero, en un formato oculto, en el que explica sus ideas sin referirse al texto de mi artículo. De modo, que yo mismo no capto que haga un comentario a mi escrito, aunque aborde el mismo tema desde un ángulo contrapuesto.
Sustrato anárquico de la noviolencia
En este artículo voy a referirme a las ideas que expresa Larios sobre la noviolencia (y al uso de este vocablo, “noviolencia”, acuñado por Gene Sharp, autor del manual de la no violencia que redactó por encargo de la CIA). No voy a referirme a Sharp, sino, al artículo de Larios, sin prejuicio de ninguna especie. La razón por la que menciono a Sharp en esta parte introductoria es porque si Larios toma sus conceptos de él, revela que no tiene un sustento ideológico en alguna teoría política y en ninguna concepción filosófica. Y esa carencia va a afectar precisamente la interrelación entre medios y fines. Ya que la noviolencia de Sharp (no la no violencia de Gandhi, radicalmente diferente) es concebida únicamente como un medio para derribar gobiernos. De ahí que su incidencia en los cambios ha sido contraproducente porque no genera una alternativa de poder, facilitando la anarquía.
Escribe Larios:
“Quien propone el camino de la Noviolencia no abdica el derecho a la defensa de la vida humana por medio de la violencia si es preciso”.
Es absurdo que el camino de la no violencia pueda adoptar el camino de la violencia. En realidad, si la lucha violenta se concibe como un derecho en determinadas circunstancias, entonces, no se trataría de caminos, sino, de un análisis de circunstancias. Todo mundo, con cierta capacidad de juicio, no recurre a la violencia más que cuando se ve obligado a ello por las circunstancias. Y ello, no le lleva a decir que sigue el camino de la no violencia, puesto que actúa conforme a las circunstancias. Sigue un camino dictado por el juicio.
En tal caso, no existe un comportamiento predeterminado, ni por motivos filosóficos, ni religiosos. El comportamiento se rige, entonces, conforme a un derecho a la vida que se sustenta o en las costumbres o en la ley. A partir de allí, pierde sentido hablar de no violencia. Lo que compete es demostrar cuándo es necesaria la violencia y cuando no. Lo que es una evidencia de Perogrullo, no una opción con un valor intrínseco.
Obviamente, esa no es la posición de Gandhi. Para el cual, un no violento no puede dañar a un ser vivo en ninguna circunstancia y, antes de ello, prefiere morir. Gandhi, la opción de la violencia la deja exclusivamente para quien no adhiere espiritualmente a la no violencia. Ese podrá defenderse violentamente de una amenaza o de la opresión, el no violento no puede, en circunstancia alguna.
Tampoco es la posición de Gene Sharp, quien dice que el no violento no se opone a la violencia en toda circunstancia, sino, que se opone, únicamente, a las instituciones o formas organizativas que se constituyen en función de ejercer la violencia.
Larios no ha entendido a ninguno de los dos. Y, de hecho, no es un noviolento. Y recurre a un “derecho” a la defensa… ¿De dónde emana ese derecho? ¿De las leyes, de la religión? ¿Es un derecho innato? La discusión se ha desplazado de las formas de lucha al derecho a recurrir a tal o a cuál forma de lucha. Quizás emana del instinto de sobrevivencia, pero, en tal caso, también la violencia es instintiva.
Una forma de lucha a priori, es una imposición, como cualquier prejuicio
Escribe Larios:
“Quien propone el camino de la Noviolencia no puede (y no busca) imponer esa estrategia al pueblo. Esto se debe a que la acción noviolenta requiere convicción, creatividad, simultaneidad, autodisciplina, e inteligencia en la administración del riesgo. Quien propone el camino de la Noviolencia practica el respeto al ciudadano, al ser humano, a la vida. Proponer la Noviolencia es buscar la autonomía de los ciudadanos”.
Si la no violencia es una opción personal, y no una propuesta de lucha colectiva, es cierto que no cabe hablar de imposición. Gandhi trataba de imponer a los no violentos la resistencia a la opresión, no la no violencia, porque esa forma de lucha se correspondía con las creencias espirituales de los hindús.
Pero, si se trata de descartar a priori la lucha violenta, y de proponer a los ciudadanos un camino no violento, ese es un intento de imponer una única alternativa de lucha, aunque se recurra a métodos persuasivos, a la convicción. El marketing se propone imponer la adquisición compulsiva de un bien o de un servicio mediante la persuasión. Luego, si esa alternativa requiere que se baile en un pie, autodisciplina, e inteligencia, eso es secundario. La ciencia se impone también con métodos persuasivos (que muy pocos entienden), no por respeto al ciudadano o a su autonomía. Igualmente, en un debate se impone la lógica, persuasivamente. En una competencia deportiva o en la competencia por un puesto de trabajo se impone el que vence la competencia. ¡Nada tiene que ver la simultaneidad, la autonomía…, y el resto!
El concepto de justicia
Escribe Larios:
“La Noviolencia no es siempre posible sin abdicar la defensa de la justicia. La justicia dicta que se impida el crimen por cualquier medio disponible; si solo la violencia está disponible, la obligación del justo es emplearla”.
Al fin, vemos que lo esencial es la defensa de la justicia, no el método no violento. Y, en tal caso, lo fundamental –para Larios- es comprobar cuál es el medio o el método disponible. En consecuencia, ¡no hay tal camino no violento! Se trata de disponibilidad de métodos de lucha.
Más bien, se trata de determinar cuál es el método de lucha más eficaz en las circunstancias concretas. Y eso es una verdad de Perogrullo. No requiere que se adhiera a la no violencia.
Larios se guía por el comportamiento obligatorio para el justo. Ya no se trata de no violencia, sino, de comportamiento para el justo. ¿Quién es el justo? ¿Qué es el crimen? ¿Es un concepto jurídico, o religioso, o un concepto filosófico? Ciertamente no es una categoría política.
¿Qué será la defensa de la justicia? ¿Qué es la justicia? Es una abstracción. ¿Cómo se defiende una abstracción? ¿Quién ataca a la justicia? No debe tratarse de un justiciero que vele por proteger a cada individuo, como Robin Hood. ¿La justicia tratará de que sea derrotado un orden político opresivo? ¿O de derrotar un orden económico y social que lesiona los intereses de los trabajadores? ¿Qué es lo que defiende el justo?
Lo justo, para los griegos, es un orden que permita regular la posibilidad que todos los hombres logren desarrollar al máximo sus potencialidades. Alcanzar este orden imparcial, depende más de una estrategia para vencer los obstáculos al desarrollo de las fuerzas productivas, que de las formas de lucha a priori. El hombre justo administra la justicia, intenta que la sociedad se perfeccione para el desarrollo del ser humano. Pero, la lucha política no se hace con hombres justos, sino, con hombres oprimidos. Que no persiguen un comportamiento justo, sino, un cambio eficaz para mejorar sus condiciones deplorables de existencia.
La lucha contra la opresión, por cualquier método, es justa, aunque no requiere una justificación moral. Su justificación es política. Los intereses sociales, no la moral, obligan a realinearse a los ciudadanos. Esa preocupación moral es previa al renacimiento.
La forma de lucha depende de las circunstancias
Escribe Larios:
“La Noviolencia no es siempre posible, depende de las circunstancias. En ocasiones el poder del opresor es tal, que optar por la Noviolencia constituye una opción irracional, es decir, una, en la cual la probabilidad de éxito es prácticamente cero. La diferencia es el grado de fortaleza política. En el apogeo de una dictadura la estrategia de Noviolencia tiene probabilidad de triunfo cercana a cero.”.
Vemos, entonces, que la no violencia es aconsejable únicamente cuando el poder opresor está débil, sin apoyo, en crisis. En caso contrario, es irracional. En otros términos, se requieren condiciones especiales de implosión para intentar la lucha no violenta. En consecuencia, lo importante no es la forma de lucha, sino, los elementos autodestructivos de la opresión que anuncian su caída. ¿Por qué darle el puntillazo a un régimen que colapsa de forma no violenta, si la forma violenta pudiese ser más eficaz o estar más disponible?
Escribe Larios:
“La guerra redujo los recursos con los que los ingleses podían seguir conteniendo las aspiraciones de los indios, creando condiciones que la lucha noviolenta de Gandhi y sus seguidores agudizó y aprovechó”.
En primer lugar, la lucha de Gandhi era no violenta, es decir, espiritual (no “noviolenta”, Gandhi no era un seguidor de Sharp, sino, que era hinduista, cristiano, judío, musulmán, budista, confuciano). Sharp no es nada de eso, y tampoco es político.
En realidad, Gandhi no aprovechó la debilidad del imperio inglés, fue el imperio inglés el que adoptó, luego de sufrir los efectos de la Segunda Guerra Mundial, otra forma de relación con la excolonia. Es más apropiado señalar que el ejército de liberación de India, con apoyo del Japón, aprovechó el conflicto mundial para asestarle importantes golpes militares a los ingleses. India, más bien, con la retirada de los ingleses, enfrentó –para la desesperación de Gandhi- una forma extraordinariamente violenta y cruel de guerra civil incipiente, que llevó a su fragmentación inmediata en cuatro Estados independientes.
Es decir, la forma de lucha de Gandhi no consiguió lo que se proponía con la independencia, sino, que ocurrió, políticamente, una fragmentación irreversible del país por diferencias religiosas y étnicas.
La noviolencia requiere que un régimen esté debilitado
Escribe Larios:
“Un ejemplo más reciente que ilustra el tema es el del derrocamiento de las dictaduras comunistas de Rusia y Europa Central. Derrota que al final, muestra la existencia de una realidad alternativa, más real, a fin de cuentas, que la ilusión del poder totalitario. sin que de por medio hubiera más que movimientos de masas noviolentos, que fueron capaces de sacar a la superficie la conciencia de libertad y democracia. La rebelión explotó, y triunfó, como culminación de un proceso de debilitamiento político de los regímenes. Lo que no hubiera sido posible en el apogeo de aquellos sistemas, fue posible.”.
El fenómeno de la caída de la Unión Soviética se conoce como implosión. ¿En qué sentido esta implosión se le puede atribuir a la lucha no violenta? En ninguno. Es muy superficial sostener que la tos de un disidente provocó la caída de la Unión Soviética. Y descuidar la glasnost (libertad de prensa, libertad de manifestaciones en las calles, elecciones libres) y la perestroika impulsada por las reformas de Gorbachov. Estas reformas llevaron a la economía de mercado, a la independencia comercial y a la autogestión financiera para las industrias manufactureras, a la aparición de cooperativas, a los antecedentes de empresas privadas, y a la anulación de restricciones para las operaciones con divisas. Y en política exterior, a la no injerencia en los asuntos de los Estados miembros del pacto de Varsovia.
Eliminados, desde arriba, los pilares del sistema, la Unión Soviética colapsó. Nada tiene que ver la noviolencia de Sharp.
La ética y la noviolencia
Escribe Larios:
“La Noviolencia no es, exclusivamente, la manifestación de una ideología religiosa. Puede ser, una opción de costo y beneficio para la sociedad. Una postura así implica consideraciones éticas, por ser la Noviolencia congruente con el respeto a la dignidad humana y a la vida misma que es parte del contenido esencial de las religiones. El respeto a la dignidad humana y a la vida es un valor ético insoslayable para cualquier proyecto humanista, como la libertad política y la democracia”.
La no violencia, en sentido estricto, obedece a un principio religioso que le da coherencia. El concepto de noviolencia de Larios no es coherente, es discrecional, en consecuencia, tampoco es de carácter religioso. Es, como hemos visto, un concepto de Perogrullo. Una opción de costo beneficio para la sociedad es una opción discrecional, lejos de cualquier principio. La evaluación del costo beneficio es subjetiva, y no implica consideraciones éticas. ¿Qué es la ética? Guiarse por la razón para construirse a sí mismo una vida plena, conforme a la propia naturaleza, y en relación con la sociedad.
Una forma de lucha no obedece a ningún criterio de costo beneficio. Nadie evalúa formas de lucha, se evalúan las estrategias y los enfrentamientos tácticos. No en sí mismos, sino, en función de la estrategia enemiga.
El respeto a la dignidad humana y a la vida misma no son valores éticos, ni es el objeto de la política. Tampoco la libertad política y la democracia corresponden a un proyecto humanista.
¿Existe la dignidad humana en un hombre indigno? Para el religioso sí, porque considera que ese hombre indigno es obra de la divinidad. Fuera de la religión, la dignidad humana es particular, es resultado de las acciones de cada hombre en la sociedad.
¿Existe un respeto a la vida humana? La vida, fuera de la religión, y del pensamiento judeocristiano en Occidente, en sí misma, carece de valor, es otra parte cualquiera de la naturaleza (no la cumbre de lo existente). Larios respondió antes (sin darse cuenta) que la vida depende de las circunstancias, no en sí misma, y que se defendería violentamente atentando contra la vida de alguien que amenace su vida.
Quien actúa irracionalmente no respeta su propia vida humana, porque el valor de la vida no es moral, ni intrínseco, ni inconmensurable, sino, que depende del rol que cada quien desempeña en la sociedad de acuerdo a sus capacidades. La vida tiene un valor social, un criminal ha disminuido su propia vida.
La política no se ocupa de abstracciones, sino, de problemas concretos. ¿Qué es un proyecto humanista? No es un proyecto ético. Más que respetar la vida (que no sería un proyecto), o de perseguir un fin bueno (que es relativo a la ejecución de una actividad eficientemente), o de buscar la libertad política y la democracia, el humanismo se propone un objetivo racional que contribuya a que el orden social permita a cada ser humano desarrollar al máximo sus posibilidades.
La libertad política es un medio, no un fin, y como medio carece de contenido. Con mayor conciencia (lo cual es humanista), el ser humano asume un programa de lucha social, que limita la propia libertad individual en función de intereses colectivos, dándole contenido a su libertad abstracta. En la lucha social, tiene sentido hasta perder la propia vida.
Visión revolucionaria, conciencia, lucha táctica
Escribe Larios:
“La Noviolencia no es un movimiento de fatalistas, dispuestos a esperar eternamente a que las circunstancias cambien. Existe un largo plazo, que es donde reside el cambio, un horizonte. Hay que saber construir para llegar a él. La acumulación de pasos en su momento acelerará la llegada del momento de cambio. Esta es la visión revolucionaria de los procesos transformadores, avanzar tanto como permita la conciencia de cada vez más ciudadanos, hasta que se acumule suficiente fuerza para obtener el resultado que se persigue”.
Larios dijo que el no violento debe esperar la crisis del sistema, esperar que pase el apogeo del poder. Si no, sería irracional.
No sólo los no violentos, sino, que nadie está dispuesto a esperar eternamente, salvo el religioso que somete su vida actual al más allá. No esperar eternamente es una observación de Perogrullo. El cambio no reside en el largo plazo, como dice Larios. Depende del momento del análisis. El cambio puede ser inminente, para saberlo se analiza la situación política. Si el cambio residiese en el largo plazo, por lógica nunca se llegará al cambio, ya que al acercarnos mudará de residencia según Larios. Este “largo plazo” no es, necesariamente, “largo”, dice Larios. De modo, que algo puede ser y no ser al mismo tiempo. Con lo cual, Larios refuta el principio de no contradicción de la lógica. Todos llegamos al largo plazo simplemente con el paso del tiempo. ¿Cómo la acumulación de pasos produce una aceleración, es decir, un cambio de velocidad?
La visión revolucionaria del cambio no consiste en avanzar lo que permite la conciencia de un grupo cada vez más numeroso. Si así fuese iríamos a un estadio lleno para ver que conciencia tienen los espectadores respecto al cambio. Entonces nos sentaríamos a tomar un sorbete. A esperar, como dice Larios.
Un revolucionario es un estratega, no alguien que sigue la conciencia del vulgo, sino, alguien que orienta la conciencia de las masas, que las organiza, y que las dirige a la acción. Un científico hace lo mismo, transforma la materia y sistemas de la naturaleza a partir de sus propias leyes.
El objetivo que se persigue no depende de acumular suficiente fuerza. Arquímedes hace 250 años antes de Cristo pedía una palanca, y con poco esfuerzo sacó de la dársena el barco de Hierón (según relata Plutarco). Acumular fuerza, además, presenta muchas dificultades, de espacio y de fuerza de contención contra la entropía. Y requiere una fuerza adicional, y conocimiento técnico, para su transformación en trabajo útil. En lugar de esperar que se acumule suficiente fuerza –Larios es el profeta de la espera- sería preferible que se enseñe a cambiar la correlación de fuerzas por medio de enfrentamientos tácticos (sin que importe, a priori, cuál es la forma de lucha).
La predicción de la historia
Escribe Larios:
“Nadie puede predecir la historia humana, es decir, predecir la miríada de cambios simultáneos y secuenciales que van ocurriendo, producto de la creatividad humana que se mueve a través de millones de mentes y cuerpos”.
Obviamente, la historia humana es predecible, porque los cambios en la sociedad ocurren conforme a leyes sociales e históricas. La ciencia, las matemáticas, y el avance de la técnica y del manejo de datos y procesamiento de información, no hacen más que mejorar nuestra capacidad de predecir. De predecir limitadamente algunos fenómenos, conforme a la naturaleza de los procesos que dan paso a la influencia de variables aleatorias. Pero, es posible predecir aún bajo incertidumbre. De manera, que se pueda adelantar la toma de decisiones, …sin esperar. El que pega primero, dice el refrán, pega dos veces.
Casi siempre, los cambios posibles en la sociedad se imponen como tendencia a pesar de la miríada de eventos que concurren. La incertidumbre no es causada por la creatividad humana, que tampoco se mueve a través de millones de mentes y de cuerpos, sino, a través de resolver necesidades humanas coincidentes. Son estas necesidades humanas coincidentes las que generan una conciencia colectiva, que se expresa programáticamente. Es decir, que resulta teóricamente predecible.
La creatividad humana no es una cualidad común que se mueve a través de millones dementes. Menos aún, cuando el ser humano es visto como mercancía, o como material de descarte, sin disposición de tiempo ocioso para desarrollar el conocimiento. Esta creatividad no se cultiva, ni siquiera, en las universidades.
Escribe Larios:
“La Noviolencia ha sido efectiva, incluso en sistemas de una opresión extremadamente bien estructurada y temible”.
Ello no argumenta que deba ser excluyente o que sea más efectiva que otra forma de lucha.
Escribe Larios:
“Observamos que existe en la población nicaragüense un deseo simultáneo de alcanzar la democracia y de evitar la guerra”.
El deseo de evitar la guerra es sensato. Pero, la realidad ni es sensata ni se ajusta a nuestros deseos.
El fin justifica los medios
Escribe Larios:
“Las élites nicaragüenses, continúan ignorando la voluntad de la población. “El fin justifica los medios” puede ser un consejo engañoso”.
Si no ignoraran a la población no serían élites. Es una observación de Perogrullo. ¿Cuál es la voluntad de la población? Lo más improbable que hay, es que la población tenga una misma voluntad. Ni siquiera tiene un único deseo. Los cambios no ocurren como expresión de una voluntad universal. Sino, en las circunstancias precisas, basta que algunos muevan la palanca correcta al momento justo, a menudo frente al desconcierto general, para que se produzca una situación que apunta irreversible hacia el progreso, pese al gatopardismo inevitable. El análisis se orienta a gestar, en lo posible, esas circunstancias precisas en que puede ocurrir un cambio de estado con una ligera transferencia de energía.
El fin justifica los medios no es un consejo, como cree Larios. Es un axioma riguroso, que no requiere la aprobación de nadie. Porque se corresponde con la simple relación dialéctica entre medios y fines, en determinadas circunstancias concretas. Lo determinante, para justificar el fin, que es el que justifica al medio, son las circunstancias concretas. Cuando Larios afirma que está dispuesto a matar para defender su vida, aplica el criterio que el fin justifica los medios, pero, no se da cuenta.