Ni “autogolpe”, ni “volver al 87”: las cartas de Navidad que enviamos, sin respuesta. [Parte I]
A todos los soñadores que arriesgaron su vida de buena fe, y hoy los ignorantes maldicen.
A los extremistas, radicales, insolentes que se atreven a desafiar las historias oficiales.
A los trabajadores oprimidos por la bestia bicéfala (dictadura de turno y oligarquía)
A todos los extremistas que creen posible una utopía que llaman libertad.
A todos los utópicos que creen posible un lugar llamado Nicaragua.
A todos los mártires del 2018 y a sus familias, mártires también.
A los ciudadanos atrapados en el circo sangriento de las élites.
A quienes empuñaron las armas contra invasores y tiranos.
A quienes se resisten a creer que estamos condenados.
A todos los héroes que ingratamente olvidamos.
A Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.
A Augusto Sandino Calderón.
A Carlos Fonseca Amador.
A Rigoberto López Pérez.
A Adolfo Báez Bone.
A Leonel Rugama.
A tus parientes inmolados
en la lucha por la libertad.
Los hay en tu familia,
los hay en la mía.
Los hay.
Nicaragua los tiene.
Vendrán más,
vendrán otros.
Merecen ver
la tierra prometida
aunque sea de lejos.
No todo es podredumbre.
Hay solución, hay futuro.
La historia no termina.
Nunca termina.
Los tiranos mueren.
Pueden morir sin que nadie los mate.
Pero a la tiranía hay que matarla.
Y hay que enterrarla bien,
no vaya a resucitar.
Sobre regalos, celebraciones, e invitados.
La última “moda” es el “autogolpe”, y el último reclamo es regresar a la Constitución “de consenso” de ¡1987! o la “mejorada (le dejo media comilla) del 95.
Lo de “autogolpe” no tiene entrada en el diccionario, por decirlo así. Quieren describir la puesta en papel que ha hecho Ortega de lo que ya ha puesto en las calles (el autoritarismo brutal y el terror) como si fuera la maniobra de Fujimori en 1992 contra otras instituciones del Estado.
Nada que ver. [Sobre esto comentaré en la segunda parte.]
Y la meta, “volver al 87”, es tan nostálgica como “volver a los 17” de Violeta Parra, esta vez acompañada por más lamentaciones en coro a los dioses de la Comunidad Internacional.
¡Cómo perdemos el tiempo!
Lo que desde hace años deberíamos estar haciendo es muy distinto, si por distintos motivos no dominara en el ambiente de los políticos el engaño: actuaríamos como quien prepara las fiestas del 7 de diciembre, invitando a gente a la Gritería, buscando limones verdes, gofios y cañas. ¿Alguien ha traído, desde algún planeta lejano, otra forma de preparar una celebración tan importante? Pues no. Pero seguimos esperando a las próximas fiestas, cuando el niño Dios, o, para qué negarlo, Santa Claus, traiga del norte, y esta vez no de Las Segovias, sino del norte norte, el mero norte, el regalito que le hemos pedido en innumerables cartas.
Lo peor es que el regalo que pedimos ya está viejo, obsoleto; nunca fue bueno, y a estas alturas es más vicio que bien. Porque, si el querido Santa entiende español, o tiene un buen traductor, verá que llamamos “de consenso” a una Constitución proclamada por la primera dictadura del FSLN en su etapa más sangrienta de entonces.
En una Constitución se supone que nos constituyamos. ¿Alguien recuerda cuándo nos “constituimos”? ¿Alguien recuerda cuándo elegimos libremente a representantes para que prepararan un proyecto de Constitución, cuándo votamos por una Constituyente Democrática, para preparar un Contrato Político de todos y entre TODOS? ¿Alguien recuerda cuándo fuimos a un referéndum, cuándo fue que nos pusimos de acuerdo, en “consenso” y APROBAMOS la Constitución? ¿Alguien recuerda cuándo voluntaria y libremente los ciudadanos aceptamos esa Carta Magna?
¿Lo recuerdan, además, los cientos de miles de ciudadanos que en 1987 escapaban del terror de la dictadura de entonces?
Caiga uno mal o caiga uno bien, al pan, pan y al vino, vino. Y si hay que caer mal para ver si al final caemos bien, o mejor todavía, para no caernos, ¡sea!…
Pues, aunque hay que respetar que cada uno es cada quién, y que cada cabeza es un mundo, también hay que respetar que el mundo, sin embargo, se mueve; que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones, y que andamos en lo mismo: unos sufridos y deseosos, otros, más que deseosos, por buena razón desesperados; y otros haciendo de las suyas, desde El Carmen y desde las confabulaciones que buscan, a toda costa y por todos los medios, colarse en el poder.
Si hay que caer mal por arruinar la ilusión de una carta a Santa Claus, lo siento: el regalo de la democracia y la libertad no está disponible, Santa está ocupado, y si algo regala (son agitados sus días, pero tiene elfos para atender a sus dilectos) lo hará a unos pocos.
A lo mejor se acuerda de los del “87” o los del “95”, pero de usted, ciudadano que huía en el 87, y que en el 95 tampoco recibió invitación a la segunda fiesta del “consenso”, es de dudar que recuerde su nombre. Los elfos no lo ven en su lista.
[Continuará]
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.