Nicaragua: Cuando la realidad percibida se fractura
Carlos A. Lucas A.
En abril de 2018 Nicaragua entera despertó de un estado de embobamiento que ya le duraba 11 años, hacia un estado de más conciencia crítica de la realidad. Era el inesperado choque titánico entre la realidad real y una realidad políticamente procesada, que nos deja con esa rara sensación de incertidumbre, como cuando despertamos de pronto de una horrible pesadilla: ¿vengo de la ficción a la realidad o voy de la realidad a la ficción?
REALIDAD DE REALIDADES
Diversos autores nos explican que en nuestra vida social, dependiendo de las narrativas, hay varias realidades, no una sola. Está la realidad objetiva, la realidad real (vemos lo que es), expresada en hechos incuestionables y captada por nuestros sentidos. Pero tiene la limitante que tiene que pasar por la capacidad de percepción: cuando estamos viendo un partido de fútbol y alguien pasa frente a nuestra pantalla, al tiempo que agudizamos vista y oído para no perder detalles, minimizamos la atención sobre esa sombra que pasa, que no se constituye para nosotros en una realidad.
Está la realidad subjetiva: vemos lo que queremos ver, y como no podemos estar presentes en todos los sucesos posibles, los medios de comunicación y redes sociales rompen las limitaciones de espacio y tiempo y nos permiten presenciarlos, pero nos sometemos a límites perceptivos y analíticos por esa mediación. Y está la realidad mediática (vemos lo que no podemos ver o el mediador quiere que veamos). Al interactuar con juegos, aplicaciones, medios de comunicación interactivos, fuerzas políticas dominantes, podemos hacer inmersiones en otros ámbitos reales o de ficción: realidad virtual, realidad aumentada (vemos lo que no es o vemos más de lo que es), etc. Estamos navegando en una multirealidad y a veces ni cuenta nos damos.
En un crisis social y política generalizada, toda la multirealidad se conmociona y las sendas narrativas ponen a prueba sus fortalezas. A partir de esa fecha fatídica de abril 2018 los nicaragüenses estábamos viendo a una fuerza exguerrillera, con supuestas ideas de izquierda, con declarada inspiración de revolución social, salir en bandas armadas y enmascaradas, disparando hacia donde se le ocurriera, dejando atrás cienes de cadáveres, mutilados, heridos, aterrorizados, exiliados y secuestrados. Y lo sigue haciendo, campante. Sentimos que el mundo entra en una fase apocalíptica. ¿Qué sucedió?
La masacre del Carlos Marx: todos nos espantamos con la noticia de una familia entera quemada viva en su propia vivienda en el Barrio Carlos Marx (sí hasta Marx tiene su barrio en la Nicaragua sandinista), en medio del fragor de lucha entre el régimen armado hasta los dientes y el pueblo protestante desarmado. A la narrativa popular que le achacaba la plena culpabilidad al régimen y sus secuaces, el régimen ha respondido tranquilamente con la propia, exactamente lo contrario. ¿Cuál es la verdad, cuál es la realidad?
EL ORIGEN
Buena parte de la ciudadanía y de la población en general, se había tragado enterita la narrativa de la realidad alterna, una sinergia combinatoria de varias de aquellas realidades con claros fines oligárquicos de parte del clan Ortega Murillo: se trataba de una narrativa construida para asegurar la permanencia en el poder, servirse del poder para constituirse en una casta social parasitando al Estado, asegurar el control absoluto no solo de la capacidad represiva y controladora del Estado, sino la autodomesticación de “las masas”, reducir la presencia ciudadana en la vida del país, controlar las reivindicaciones populares y hacerlas aparecer como concesiones gratuitas, regalos del “comandante y la compañera”.
Murillo, desde 2007, como enredadera de casa abandonada, se fue haciendo dueña de los restos aun en pie del FSLN antes marxista, ateo, expropiador de la burguesía, internacionalista proletario y antimperialista. Una mujer que nunca combatió, que nunca redactó un comunicado insurgente, que en los exuberantemente revolucionarios años 80, nunca incidió en la coyuntura política ni como consejera, hoy aparece más fuerte, más dirigente, más centralista e implacable que toda la Dirección Nacional conjunta del FSLN de esos años 80, conformada por nueve hombres. Junto a Ortega y todo esa aparataje, dio pasos cómodos hacia las masacres, torturas, secuestros y genocidios, como si tal cosa.
LA NARRATIVA DEL PODER: LOS SIMULACROS
En la narrativa neosandinista se creaba una realidad alterna, “un mundo feliz” donde las oligarquías en el poder se reproducían y desarrollaban económica y políticamente mientras “las masas” o bien, las “mayorías silenciosas”, siguiendo la precesión de los simulacros y la diferenciación sugeridas de Jean Baudrillard, SIMULAN, las primeras, tener lo que no tienen (“Pueblo Presidente”) y ser lo que no son, a saber, individuos específicos. En la masificación militante, todas las identidades personales se subordinan a la principal, la del guía o líder; reina la fidelidad absoluta al “vamos con todo”, se sigue un guion dictado desde arriba al estilo del “Reality show”. En la masa, todos los sandinistas de hoy, del neosandinismo, simulan ser socialistas, cristianos, solidarios, derrochadores de amor y tolerancia, aunque no comprendan ni vivan esas categorías. Y simulan que lo hacen voluntariamente, por decisión personal, que son individuos soberanos, entidades independientes. Simulacro.
La realidad alterna neosandinista es ofertada como agua milagrosa en feria: “Es para cualquier persona con tres dedos de frente, con cuatro, con cinco, según estamos cada uno, es una verdad, una realidad que se convierte en la garantía de ese luminoso futuro que todos, no sólo soñamos, sino que merecemos”, decía por allí, claramente, Murillo, que desde antes de su regreso triunfante al poder nos lo había advertido en muchos de sus escritos: darle a las masas el circo, la puesta en escena y dedicarse, como iluminados demiurgos, desde las alturas y las lejanías propias de los dioses, a crear los mundos que sean fácilmente digeribles por las masas: “Hilvanar fantasías/ para hacerlas volar como palomas/ entre los pañuelos y conejos/ de la vida”.
EN ESTAS MANOS, LA POLÍTICA SE CONVERTÍA EN EL OPIO DEL PUEBLO
Por su lado, las mayorías silenciosas soportan “estoicas” la otra versión de enajenación, DISIMULAN lo que son en realidad, individuos convertidos, al decir de Baudrillard, en los “agujeros negros del sentido”. Es, según Coetzee, “la vía del quietismo, de la obscuridad elegida, de la emigración interna”. La pasividad, la indiferencia, el ego-ísmo, el individualismo abyecto, la anulación de la empatía y la autorepresión del casi biológico altruismo, son parte de su perfil. También estas mayorías fueron conmocionadas por la ruptura de abril.
UN ABERRANTE MODELO DE CONSENSO
Para las “masas” y en su defecto, las “mayorías silenciosas” de Baudrillard, en Nicaragua se ha vivido, ante todo, en una sociedad socialista, donde al grito de la frase cuidadosamente seleccionada del himno de la vieja Internacional comunista “¡Arriba los pobres del mundo!”, los desposeídos que eran llamados en ese mismo himno como “proletarios”, ahora eran bautizados como “pobres”. Era una categoría más flexible, cómoda, maleable, que dejaba de lado la antigua y militante concepción de la lucha de clases, enarbolada desde tiempos del fundador del FSLN, Carlos Fonseca. En esta realidad alterna, los pobres ya estaban en el poder, eran los “pobres-Presidente”.
La antes militante “conciencia de clase” así prostituida por el neosandinismo, prendió fácil en un país con una pequeña (aunque fuerte) oligarquía financiera, con bajos niveles de industrialización e inversión, lenta generación de puestos de trabajo, salarios por debajo de su valor, alta tasa de auto empleo y por lo tanto de baja formalización de la relación obrero-patronal; un país de baja organización o activismo sindical independiente y, en fin, de nulo desarrollo del control obrero al estilo francés o argentino en sus mejores tiempos. Una sociedad des-proletarizada.
Convertidos los trabajadores y el pueblo todo a su nueva conciencia de “pobres”, fue fácil para el régimen sandinista irlos convirtiendo más bien en clientes y en consumidores de regalías, no en los dueños de los medios de producción y de la riqueza generada por sus propias manos como prometía en sus años mozos socialistas. Era un socialismo que hacía aparecer las riquezas en forma de láminas de zinc, gallinitas de corral, cerditos de engorde, repartidas por el régimen que cual Rey Mago, derrochaba bondad, dulzura, solidaridad, emoción revolucionaria. “Restituir derechos”, decía la propaganda de la realidad alterna, del simulacro, al tiempo que se ofertaban parques, gimnasios al aire libre, adoquinado de calles, todo para solaz de los pobres, que ya no se daban cuenta que habían ya dado por muertas sus esperanzas de dejar de serlo.
La verborrea seudoreligiosa, ecléctica hace su efecto de goteo con una inyección diaria al mediodía, en radio, televisión y redes sociales, que refuerza esa realidad alterna frente a la realidad real: El FSLN cogobierna por 11 años con los grandes burgueses criollos, se consolida un poder corporativista de tres bandas (Estado-Capital-Trabajadores oficialistas), el partido-clan en el poder construye su propia esfera de captura y acumulación de riquezas desde el Estado, se cierran poco a poco los cauces democráticos, pero gran parte del pueblo cree que ese modelo es socialista, es cristiano, solidario, es el reino del amor, la paz social y el desarrollo material, es el ideal de democracia que hace feliz a todos. Las masas y las mayorías silenciosas juegan su rol.
Pero las realidades alternas son como “mundos sutiles/ ingrávidos y gentiles/ como pompas de jabón” que pueden estallar de improviso en la cara del demiurgo que sopla esa fantasía realista o esa realidad fantástica. Y esto sucedió el 19 de abril del 2018, con los “sacrificios humanos” (obispo Silvio Baez) de estudiantes y jóvenes que nunca supieron la monstruosidad que se nos vendría de pronto encima, a partir de reclamos ambientalistas o sociales relativamente inofensivos. La reacción del poder fue brutal, porque la protesta no estaba destruyendo nada todavía de la realidad real, sino que hacía desmontar todo el andamiaje de la narrativa socialistera, la realidad alterna con la que se había domesticado y sometido a la población nicaragüense. Era, en realidad, como lo repitieron Ortega y Murillo más de una vez, una “guerra espiritual”, una guerra de realidades alternas.
“Embaucadores y embaucados. Los primeros matan y matan por volver de nuevo las cosas al estatus antes del estallido, o más bien, de la implosión del modelo. Y los embaucados, si bien se resisten a regresar a dicho estatus, aún no han podido configurar la visión de reemplazo acorde a la realidad real”
Volver de improviso a la realidad real es un trauma vital para los embaucadores y embaucados. Los primeros matan y matan por volver de nuevo las cosas al estatus antes del estallido, o más bien, de la implosión del modelo. Y los embaucados, si bien se resisten a regresar a dicho estatus, aún no han podido configurar la visión de reemplazo acorde a la realidad real. Corren el peligro de ser arrastrados de nuevo, a ser masa o mayoría silenciosa, a ser subyugados por nuevos y mesiánicos liderazgos y por narrativas que les aleje de nuevo, a otras realidades alternas.
LA NARRATIVA OPORTUNISTA
Este riesgo ya pasó a ser un problema concreto: algunos sectores del pueblo ahora se tragan la narrativa de la parte más oportunista de la oposición al neo sandinismo, mediante la cual se sostiene que para salir de la dictadura Ortega Murillo-FSLN, basta con competir con ellos en comicios electorales en elecciones adelantadas o no, y que negarse a esta salida es propiciar la guerra civil. Llaman sabiduría y astucia a esta estrategia y repiten bíblicamente: “todo a su tiempo”. Hasta el momento, ninguna fuerza social o política ha aportado una visión diferente a esa “sabiduría” de volver todo a antes del 19 de abril. En eso coinciden Ortega y Murillo y sus pares, los ex socios de la realidad alterna implosionada ese abril 2018. Quizás nos veremos metidos pronto en otra impostura de la realidad real y ya hay signos que eso nos espera, otro periodo donde estaremos haciendo nuestros roles de masa o mayoría silenciosa, otra farsa enajenante.
Quizás nos resulten ciertas, aunque duras, aquellas certeras palabras críticas de Miguel de Unamuno en su relato Niebla: “¡Perros sabios llaman a unos perros a los que les enseñan a representar farsas, para lo cual les visten y les adiestran a andar indecorosamente sobre las patas traseras, en pie! ¡Perros sabios! ¡A eso le llaman los hombres sabiduría, a representar farsas y a andar sobre dos pies!”.