Nicaragua: dos años después de la rebelión de abril 2018
Oscar René Vargas
El régimen Ortega-Murillo sigue aferrado al poder, decidido a mantenerse hasta las elecciones de noviembre 2021, están convencidos de que podrán sortear todas las tormentas: la contestación interna, que nunca ha cesado, la presión y sanciones internacionales, la profunda crisis económica, crisis centroamericana y el coronavirus.
Se cumple dos años desde que el régimen decidiera reprimir con extrema violencia una cadena de manifestaciones sociales pacíficas y bloqueos de calles por todo el país, lo que provocó más de 500 muertos, dos mil heridos, indeterminado número de desaparecidos y100 mil exiliados que tuvieron que abandonar Nicaragua por la represión generalizada.
Dos años después, la prohibición de las protestas pacíficas, la persecución contra los defensores de los derechos humanos, periodistas, intelectuales y dirigentes políticos que disienten del régimen, los ataques contra las comunidades indígenas y las detenciones arbitrarias continúan.
En abril 2018 se inició un proceso largo de crisis sistémica que tendrá fin hasta que se estabilice una nueva correlación de fuerzas de los poderes fácticos. No es una crisis tradicional sino algo completamente diferente, que puede ser definido como colapso o caos del sistema sociopolítico. Durante este colapso o caos se produce una fuerte competencia, un periodo más o menos prolongado, entre los diferentes sectores sociales y los poderes fácticos.
En política, las casualidades no existen. Existe, sí, la sincronicidad. En Nicaragua están convergiendo y confluyendo en el tiempo y el espacio la combinación de cinco crisis o factores con repercusiones negativas para el régimen Ortega-Murillo, ya que debilitan su capacidad de gobernar.
Primer factor, la crisis sanitaria por el Coronavirus ha paralizado una buena parte de la actividad económica del país e internacional, lo cual tiene repercusiones en los otros factores que analizamos. El régimen pasa por alto las enormes carencias del sector salud que incluye la existencia de 100 respiradores en todo el país, 1.0 médico y 9 camas de hospital por cada 10 mil habitantes y una enorme escasez de equipos médicos (mascarillas, batas, guantes y un largo etcétera). El presupuesto asignado en el 2020 para el Ministerio de Salud es de US$ 408.3 millones de dólares para gasto corriente, que representa el 3.6 por ciento del PIB sin incluir inversiones; con estas últimas asciende a US$ 471.1 millones de dólares. Mientras el presupuesto aprobado para el Ejército y la Policía, en el 2020, fue de US$ 288.1 millones de dólares. El pago de la deuda interna y externa es de US$ 409.1 millones de dólares y el servicio de la deuda externa es de US$ 141.2 millones de dólares. Diversos sectores y organizaciones sociales acusan a la administración Ortega-Murillo de ocultar el problema real, mediante una especie de registro alterno en el que casos de coronavirus estarían siendo anotados de otra manera. Más allá de lo sanitario, la crisis del coronavirus repercute ampliamente en lo económico y lo laboral, tanto en la oferta (producción de bienes y servicios) como en la demanda (consumo e inversión). Es decir, la crisis sanitaria tiene repercusiones sociales, políticas y económicas, razón por la cual sostenemos que se ha iniciado un nuevo escenario de largo plazo en el país; es un nuevo parteaguas similar a la rebelión de abril de 2018, ya que obliga a reposicionarse a todos los poderes fácticos internos y externos en su relación con el régimen Ortega-Murillo en el corto plazo.
Segundo factor, la recesión económica interna se profundiza más con repercusiones negativas en el empleo, el comercio, el consumo, el turismo y la producción. A pesar del discurso oficial del régimen, los ciudadanos se impusieron una autocuarentena voluntaria que está impactando los índices económicos en su nivel superestructural y, sobre todo, en el muy amplio entorno de las actividades informales y de los grupos socioeconómicos más vulnerables. Por ejemplo, el FMI pronostica un decrecimiento de la economía de Nicaragua de -6.0 por ciento para 2020. El Banco Mundial por su parte ha calculado el decrecimiento de nuestra nación en -4.3 por ciento para este año. Mi pronóstico es que la caída de la economía será alrededor entre -7.0 a -8-0 por ciento. Los impactos de esta crisis, como siempre, afectarán más a los que tienen menos y los más vulnerables del país. La recesión probablemente durará al menos, probablemente, hasta el 2022. El virus y la consiguiente profundización de la recesión económica afectarán adversamente en tres aspectos fundamentales: la cantidad de empleo (tanto en materia de desempleo como de subempleo); la calidad del trabajo (con respecto a los salarios y el acceso a protección social); y los efectos en los grupos específicos más vulnerables frente a las consecuencias adversas en el mercado laboral. Mantener la actividad empresarial será especialmente difícil para las pequeñas y medianas empresas (Pymes).
Tercer factor, a nivel mundial la pandemia del coronavirus ha desacelerado la economía internacional, reduciendo los precios de las materias primas que Nicaragua exporta. La repercusión será una contracción del comercio mundial de mercancías incluyendo una caída en el valor de las exportaciones totales en el 2020. De acuerdo con el FMI es claro que la economía mundial ha entrado en recesión. Según la institución multinacional, en el mejor de los casos la economía global se contraerá en -3 por ciento en el 2020. Incluso existe el riesgo de caer hasta -7.4 por ciento, dependiendo de la evolución de la pandemia del coronavirus. En la crisis financiera de 2008-2009 la contracción de la economía mundial fue de -0.1 por ciento. El FMI reportó datos negativos para Estados Unidos y vaticina una contracción de -5.9 por ciento, para la Unión Europea de -7.5 por ciento (dentro de ésta, un derrumbe de 9.1 por ciento en Italia y de 8.0 por ciento en España). Únicamente China e India estarían creciendo este año, 1.2 y 1.9 por ciento, respectivamente.
Cuarto factor, en los Estados Unidos la crisis sanitaria ha tenido efectos negativos en el sector servicios (restaurantes, turismo, líneas aéreas, etcétera) con la consecuente caída del crecimiento económico, incremento del desempleo, etcétera. Nunca se había visto una ola de desocupación de esta magnitud en tan poco tiempo en la historia de este país: 22 millones de personas despedidas en sólo cuatro semanas; ahora son más de uno de cada 10 trabajadores sin empleo en Estados Unidos. Estas cifras no incluyen a quienes se han quedado sin empleo, pero no tienen derecho a beneficios de cobrar el subsidio; ahí se ubican sectores de la economía informales o inmigrantes indocumentados y, por lo tanto, el total real de desempleados es aún mayor. La repercusión negativa para Nicaragua ocurrirá a través de la caída de las remesas familiares para Centroamérica y Nicaragua con las repercusiones negativas en las familias vulnerables que las reciben. En el 2019, el monto de las remesas representó alrededor del 13.4 por ciento del PIB de Nicaragua y más del 50 por ciento de ellas provenían de los Estados Unidos.
Quinto factor, la desaceleración de la economía de los países centroamericanos producto de la combinación de la crisis sanitaria del coronavirus, la crisis económica internacional y la contracción de la economía norteamericana, tendrán como consecuencia una caída de las remesas familiares, aumento del desempleo, una contracción del comercio interregional lo que puede provocar desabastecimiento en la región, ya que entre el 40 y 50 por ciento de los productos alimentarios, como legumbres, tomates, cebollas, etcétera, provienen del comercio interregional centroamericano. Todos estos elementos tendrán una repercusión negativa en las remesas familiares que los nicaragüenses reciben desde Costa Rica y Panamá. No hay que olvidar que los nicaragüenses que residen en Estados Unidos, Costa Rica, España y Panamá son los aportan alrededor más del 90 por ciento de las remesas que reciben las familias vulnerables en Nicaragua. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), las remesas, mayoritariamente provenientes de Estados Unidos, equivalen a cerca del 20 por ciento del PIB de Honduras; al 17 por ciento del PIB de El Salvador, y al 10 por ciento del de Guatemala, de acuerdo con los datos oficiales. En Nicaragua, las remesas representaron el 13.4 por ciento del PIB en 2019. Según cálculos de Banco Mundial (BM), El Salvador tendrá la mayor caída económica de Centroamérica en este año 2020 a causa de la pandemia del coronavirus con el -4,3 por ciento cada uno, seguido de Belice (-3,9 por ciento) Costa Rica con -3,3 por ciento; Honduras con el -2,3 por ciento; Panamá con el -2 por ciento y Guatemala con el -1,8 por ciento, factores que influirá negativamente en el comercio interregional.
La superposición de todos estos factores o crisis debilita al régimen Ortega-Murillo. A ellos hay sumarle los errores garrafales que ha cometido en las últimas semanas. Por ejemplo, el no indicar ninguna prevención para disminuir los riesgos de contaminación del virus. Error que tiene repercusiones sociopolíticas nacionales, regionales e internacionales. Por el mal manejo del tema del coronavirus, el régimen ha perdido ante la población toda credibilidad y legitimidad.
Por otro lado, las sanciones a Maduro y compañía demuestran que Estados Unidos sigue su estrategia. También es una señal para el régimen Ortega-Murillo que equivocadamente creía que mientras los Estados Unidos lidiara con su crisis sanitaria no serían capaces de mantener activa su política exterior, y con esta, la posibilidad de nuevas sanciones para su círculo cercano. En particular, las acciones relacionadas a lucha contra el tráfico de drogas pueden tener un efecto de carambola y acalambrar a generales no sancionados en Nicaragua y hacerlos decidirse a buscar un cambio; la participación del Ejército de Nicaragua en el operativo contra el Cartel de los Soles es un ejemplo. Por lo tanto, el Ejército de Nicaragua comienzan a tomar distancia de Maduro y a coquetear con los norteamericanos para conservarse como una institución importante en el caso de una caída de Ortega-Murillo. En su radar existe la posibilidad de ese escenario.
En el frente de Nicaragua, hemos conocido en el mes de marzo 2020 diversos mensajes y/o señales que indican que el régimen Ortega-Murillo se encuentra en el radar político de los Estados Unidos. Ante estos mensajes el régimen no puede permanecer inmóvil para evitar mayores sanciones. Las principales señales públicas han sido: la Policía Nacional se convirtió (2 de marzo 2020) en la primera institución del estado nicaragüense en ser sancionada por Estados Unidos; la resolución 754 de la Cámara de Representantes de Estados Unidos del 3 de marzo de 2020, donde condena al sistema de represión que ha impuesto la dictadura Ortega-Murillo contra los nicaragüenses e insta al presidente Trump a tomar más y fuertes medidas contra el régimen; la resolución de la Cámara de Representantes concretamente exige libertad a los presos políticos, cumplimiento de los acuerdos, reformas electorales, respeto a los derechos humanos, y expresa su respaldo al pueblo, medios de comunicación independientes y organizaciones sociales nicaragüenses, pidiendo más presión de parte de la comunidad internacional para señalar la responsabilidad de violaciones de los derechos humanos al régimen Ortega-Murillo; el 4 de marzo 2020, el Departamento de Estado de Estados Unidos publica un informe en donde ataca al binomio Ortega-Murillo, y los etiqueta como autoritarios y controladores absolutos de las instituciones nacionales, emplaza al sistema judicial, desde la Fiscalía hasta los jueces y magistrados, y advierte de la ruta de las sanciones. Días después, en el Senado de Estados Unidos también somete una resolución bipartidista impulsada por el republicano Ted Cruz y el demócrata Bob Menéndez para dar un impulso a los departamentos de Estado y del Tesoro para seguir castigando el entorno de Ortega-Murillo. La resolución pide a la Casa Blanca endurecer su posición –con más sanciones– y presionar para que se cierren las llaves de los préstamos con el objetivo de conseguir elecciones libres y transparentes en el 2021.
Posteriormente, el Grupo de Acción Financiera Internacional, GAFI, anunció el regreso de Nicaragua a la lista Gris, o sea, la lista de la OPACIDAD del lavado de dinero. Ese anuncio es una fuerte y peligrosa advertencia, después de conocerse las recientes sanciones a Maduro y compañía.
Para el GAFI el lavado de dinero se realiza a través de CARUNA, que públicamente se conoce maneja diferentes fidecomisos por un monto hasta US$ 2,730 millones de dólares vinculados a la familia Ortega-Murillo. CARUNA también es prestamista en millones de dólares al Estado nicaragüense, así como otras instituciones del Estado y a muchas empresas manejadas por testaferros de la familia Ortega-Murillo.
El 18 de abril de 2020, en un comunicado el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo, reiteró su apoyo a los nicaragüenses por la democracia y lamentó que los que protestaron fueran reprimidos “con balas”. También demandó la restauración de las garantías de los derechos humanos y elecciones libres y justas”.
Todos estos elementos nos indican que los norteamericanos tienen en su mente que se debe de cambiar la situación política del país. No podemos pensar que no pueda haber más sanciones en el corto plazo. Todas estas piezas nos indican que existe una bomba de tiempo de mecha corta.
Mientras tanto, en lugar de enfrentar el virus basado en la ciencia y la información verdadera, el régimen Ortega-Murillo difunde consejos de salud perjudiciales y falsos datos sobre el sistema de salud; las ondas radiales se llenan de falsedades; las descabelladas teorías sanitarias contaminan los canales de TV oficiales; la vocería del régimen sigue estigmatizando a personas y grupos sociales que proponen seguir las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Debido a la negligencia del régimen Ortega-Murillo frente a la pandemia del coronavirus, el resto de los países de Centroamérica –que sí están tomando medidas serias para evitar la propagación del virus–, presionan a la comunidad internacional para que obligue al régimen a aplicar medidas preventivas, ya que Nicaragua se puede transformar en el epicentro del coronavirus en la región.
Ante una caída brusca de Ortega-Murillo se crearía un relativo “vacío de poder” por no haber un liderazgo genuino que lo sustituya. Ese escenario de “vacío de poder” puede ser resuelto por el ejército, por eso los norteamericanos no lo han sancionado para no quitarle legitimidad y tenerlos como llanta de repuesto.
Sigo pensando que el Ejército trata de mantenerse limpio de cara a los norteamericanos. Siempre he pensado que cualquier salida en frío en Nicaragua necesita el aval del ejército o que el ejército empuje hacia una salida al suave. Sin embargo, mientras Ortega viva la cúpula militar viva probablemente seguirá siendo leal; otra cosa sería sin Ortega. No creo que le sean leales de la misma manera a Murillo sin el respaldo de Ortega. Sin embargo, parece que ya comienzan a jugar una política con cierta independencia de las directrices de Ortega-Murillo. Es una política de sobrevivencia de la institución militar.
Ante el coronavirus, el argumento principal de Ortega es que en Nicaragua no se puede implementar las medidas de confinamiento orientadas por la OMS, pues estás medidas amenazarían con hacer colapsar la actividad económica del país; por lo tanto, la política del régimen es promover las aglomeraciones, pues la gran mayoría de personas contagiadas con el virus sobreviven y sólo entre los ancianos, pobres, vulnerables y en hacinamiento la mortalidad será elevada. Considera, pues, que tales muertes significan un coste relativamente menor y asumible, coste que es necesario para “salvar la economía”.
Para Ortega, lo más importante ahora es “salvar la economía”, para que continúe su recuperación después de dos años de recesión 2018-2019. De lo contrario, todos tendremos problemas más graves que la pandemia del coronavirus: el desempleo, la profundización de la recesión y la paralización del país. El régimen sólo quiere permanecer en el poder.
Tal argumento podría parecer lógico y coherente, pues la actividad económica es imprescindible en cualquier país. Sin embargo, lo que se quiere salvar (aunque le llama “la economía) es la permanencia en el poder del régimen Ortega-Murillo.
La superposición de estas cinco crisis (sanitaria, económica, sociopolítica, centroamericana, estadounidense), convierte al régimen Ortega-Murillo en una dictadura que padece suma fragilidad, que no tiene ninguna legitimidad y es inservible para los grupos económicos nacionales, regionales e internacionales.
El desempeño de Ortega frente al coronavirus es similar al del capitán del Titanic, quien mientras el barco se hundía fingía que nada pasaba. El capitán del Titanic era tan soberbio y ciego, que se atrevió a decir que “al Titanic ni Dios lo hundiría” … el resto es historia. El dictador Ortega, en su discurso del 15 de abril 2020. afirmó que el coronavirus “es castigo de Dios”.
Conclusión. En el actual contexto, el mal manejo de la crisis sanitaria podría ser un detonante de una profundización de la crisis sociopolítica que puede desembocar en una caída adelantada e imprevista del régimen Ortega-Murillo. Ante este posible escenario las fuerzas de los movimientos sociales deberían tomar acciones propositivas para presentar un gobierno alternativo con un programa mínimo de transición.