Nicaragua no puede respirar
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.
Esto [véase video] es barbarie, salvajismo, la ley del más fuerte, una expropiación absoluta de los derechos humanos, una patada en la cara de toda persona decente, una burla canalla a todos los que han tenido la paciencia, por la razón que sea, pragmática, estratégica, de buena intención o maliciosa, de esperar a que la dictadura ceda EN ALGO, que deje al menos hablar, respirar, ya no digamos movilizarse como implica la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y la Constitución de Nicaragua o de cualquier país que tenga una.
Esto no puede ser aceptado; no es aceptable, no es permisible. Esto no es perdonable, ni olvidable.
Esto es clara evidencia de que se equivoca quien diga que bajo las condiciones que HA ESCOGIDO CREAR Y MANTENER la dictadura se puede resolver el problema de Nicaragua a través de elecciones. Porque para eso tendría, el régimen, que mostrar voluntad o miedo a las consecuencias.
La verdad es que no muestra ninguna de las dos.
¿Y cómo iba a mostrarlas, si del extranjero le llueven los fondos, con la anuencia tácita de quienes con timidez sancionan al clan dictatorial y a lo sumo dan una palmadita retórica en la mano que empuña el garrote y la metralla? ¿Y cómo iba a mostrarlas, si los poderes fácticos del país, los grandes empresarios, la Nunciatura y la Embajada de Estados Unidos, son tan insensibles al encarcelamiento de todo un pueblo?
Habría que pensar—habría que haberlo hecho desde hace muchos meses– en cómo organizar presiones, sin tregua ni atenuante, desde el exterior, incluyendo sabotajes económicos contra quienes apoyen pasiva o activamente un régimen que obviamente no tiene interés en permitir espacios cívicos para la resolución de la crisis.
Ellos son en gran medida culpables de la tibieza de la aplicación de las sanciones estadounidenses y regionales. Ya que valoran más sus ganancias que la vida y la libertad de la gente, ya que valoran sus privilegios más que los derechos de la gente, hay que hacerlos entender que pueden perder más contra la gente que con la gente.
Y, sobre todo, no hay que callar, hay que denunciar a gritos esta barbarie, se cometa contra quien sea, del partido o del grupo que sea o haya sido; de la ideología que sea; simpático o no; amado u odiado; prominente o no; rico o pobre; sea quien sea.
No es aceptable, ni permisible, ni perdonable, ni olvidable, que el Estado expropie los derechos de nadie, que trate a los ciudadanos como esclavos en una plantación, que se arrogue la potestad de quitar o dar permiso a nadie de circular por el país, a hablar y pensar como le de la gana, a actuar como lo que es: ciudadano, soberano de su tierra, jefe de todos los funcionarios públicos, desde el Presidente hasta el último de los operarios del gobierno, sujeto como ellos únicamente a la ley que debe aplicarse a todos por igual, sin excepción.
Ya es hora, o lo que espera a Nicaragua es noche permanente.