Nicaragua: nuestro lado oscuro (El experimento de Milgran)

Carlos A. Lucas A.
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Revista Abril publica un artículo de Carlos A. Lucas, escrito y publicado en su blog (Día – Logos. https://carloslucasblog.wordpress.com) hace nueve años. Es una reflexión premonitoria, como otras publicadas por el autor y otros generadores de opinión que desde hace una década advertían la oscura naturaleza del régimen Ortega Murillo; puesta de nuevo en evidencia durante acciones violentas promovidas desde entonces por el régimen y ejecutadas insólitamente incluso por funcionarios de alto rango en su estructura jerárquica.

NUESTRO LADO OSCURO

La experiencia del Hotel Holiday Inn de Managua, se ha sumado a la violencia que ha afectado a la UNAN, la universidad pública de más prestigio en el país. No hay excepción: los violentos pueden ser indistintamente Magistrados de la Corte Suprema de Justicia de Nicaragua, jueces y operadores de cortes y tribunales de Justicia del país, estudiantes, jóvenes de barrios, jóvenes de pandillas, desempleados, trabajadores estatales. Con los trágicos y lamentables suceso de la UNAN, lo más reciente, seguimos siendo exhibidos los nicaragüenses ante el mundo,  con ese tipo de imagen. Y lo que es peor, sigue en erosión nuestra propia autoestima como nación y se nos está empujando, explícitamente, de un estado de relativa paz y relativa estabilidad institucional, a una de violencia socio política y de violación al estado de Derecho.

Observar a estas “masas” heterogéneas hacer causa común en la violencia, la barbarie y a contracorriente del sentido común, es un acto de vergüenza nacional que nos hace preguntarnos qué nos sucede como pueblo, qué tipo de hilos o fuerzas están manejando los mecanismos de nuestro comportamiento social.

No son experiencias aisladas. Antes habíamos visto palizas a mujeres, requisas en los medios de transporte público por parte de civiles armados, garroteos masivos, quema de vehículos, agresiones de adultos contra adolescentes, palizas a periodistas, forcejeos contra diputados o miembros de la oposición, trifulcas callejeras, apedreas, morterazos, cierres de calles y carreteras, bloqueos de transporte público, rezadores de rotondas, etc.

Desde la llegada al poder del redivivo FSLN en 2007, ha ido manifestándose la tendencia no sólo a la organización y puesta en marcha de grupos de choque e intimidación (los ya famosos camisas azules, civiles de seguridad del Presidente, por ejemplo) contra cualquier manifestación de oposición a las líneas del gobierno-FSLN, sino a la manipulación simple y burda de sectores de masas involucrando incluso a capas sociales económicamente más estables (empleados públicos) y más letrada, como los mentados magistrados, jueces y abogados del sistema judicial.

Y es que ha habido una tesis en las Ciencias Sociales y específicamente en las ciencias del comportamiento, en el sentido que mientras más iletradas, carentes de educación y cultura sean las masas, más fácilmente podrían ser manipuladas por expresiones de autoridad o caudillismo, tanto en lo religioso como en lo mundano.  Sin embargo, diversos experimentos científicos y, mejor aun, experiencias concretas e históricas, incluso la mencionada arriba, muestran que ese postulado no es cierto, que personas y segmentos ilustrados y letrados pueden actuar a los extremos más radicales de la violencia irracional (¿hay violencia racional?), a la par de segmentos cultural y educativamente más atrasados. La causa común de Magistrados de la Corte Suprema de Justicia mortereando y azuzando contra diputados reunidos en el mencionado hotel de Managua junto a jóvenes tatuados, semi descalzos y en ”cholos”, lo demuestra.

Pero así volvemos al punto de partida: ¿qué hace que estas personas de ambos extremos sociales, actúen al unísono en ese tipo de expresiones de violencia, crueldad, latrocinio, daño a la propiedad, daño  a las personas, amenazas, secuestro, exposición de personas al peligro, asociación ilícita para delinquir, intimidación de personas, terrorismo de calle, violencia grupal?

Investigaciones científicas demuestran que en nosotros los humanos permanece un lado oscuro, una especie de atavismo que nos minimiza a los estadios mas elementales de nuestro pasado gregario y que ese lado oscuro puede manifestarse en diversos modelos socio políticos, en diversos modo de organización social, como una función de la sumisión social a la autoridad y al poder. Obediencia civil, llamémosla.

La sumisión de lo individual y la tiranía del “colectivo” o del Líder a nombre del colectivo,  no es un fenómeno propio de determinada formación social, modelo político o esquema ideológico; ha funcionado indistintamente ya sea en el capitalismo, con sus extremos de nazismo, fascismo, franquismo, ya sea en el socialismo, con sus extremos de stanilismo, kimilsunismo coreano, el régimen polpotiano, Caecescu y hasta las Farc o el patético Sendero Luminoso. Esas experiencias históricas demuestran que ese atavismo de las masas, es controlable mediante los principios de la Autoridad, la Obediencia, el Conformismo, el No Discernimiento, el pensamiento gregario, el militarismo, sectarismo, la invisibilización de la responsabilidad individual, es decir, la Cosificación.

Mediante esos mecanismos, los valores, principios, normas, y hasta sentimientos de las  personas individuales se enajenan a nombre de una supuesta colectividad, un ente superior, un mesías, un Elegido, el Único, el Fuehrer, la Utopía Eterna. Se lleva a la persona a ejecutar acciones, sin medirlas, sin discernir los por qué, sin cuestionarse moralmente las consecuencias y sin meditar en su responsabilidad individual y de conciencia.

Es como que algo les robase el alma.

En Haití les llaman “zombies” a esas personas privadas, confiscadas, de sus propias almas e individualidades, masificadas. ¿Qué hace que funcionarios estatales, jueces, abogados, hasta letrados de una Corte Suprema de Justicia de un supuesto país civilizado, blandan garrotes, disparen morteros, lancen piedras, gruñan, saquen de sus “cuevas” Holiday Inn a sus adversarios? ¿Qué fuerza los transforma de esa manera?

EXPERIMENTO DE LA OBEDIENCIA, DE MILGRAM

Stanley Milgram, psicólogo en la Universidad de Yale, un estudioso del comportamiento de la obediencia a la autoridad, decidió llevar a cabo (1961) un experimento a fin de determinar el grado de obediencia de un participante para seguir fielmente y hasta el final, las órdenes de una autoridad, aun cuando estas órdenes pudiesen entrar en conflicto con su conciencia personal. La pregunta era: ¿hásta donde llegamos o somos capaces de llegar los humanos en aras de la obediencia a lo que aceptamos como autoridad?

Milgran empezó sus experimentos en Yale en julio 1961, apenas tres meses después que Adolf Eichmann, uno de los verdugos de Adolf Hitler, fuera juzgado y sentenciado a muerte en Jerusalén. Es decir, estaba fresquísima en las mentes y las conciencias de todos, el significado y criminalidad de la experiencia nazi en Alemania, basada en la obediencia ciega y el no discernimiento individual.

El experimento consistía en hacer seguir instrucciones a participantes voluntarios que debían “castigar” con descargas eléctricas crecientes (simuladas para el caso del actor-víctima) a la contraparte que se equivocase en respuestas a una serie de preguntas sobre significados y orden de palabras.  La autoridad quedaba establecida mediante la explicación de la necesidad de llevar a cabo un experimento científico “sobre el aprendizaje”, historia con la cual los participantes “agresores” se debían comprometer fielmente.

Milgran inició los experimentos dando descargas eléctricas reales de 45 voltios al participante que iba a actuar como maestro “castigador” y a su asistente (en secreto), a fin que el “castigador” comprobase el nivel de dolor y sensación desagradable que iba a experimentar la víctima a medida que se equivocase en sus respuestas. Obviamente, el “castigador” no sabía que las ulteriores tandas de mayores voltajes eran simuladas y la “víctima”, en realidad asistente de Milgran y de acuerdo a un plan, se esforzaba en ir demostrando reacciones simuladas a medida que aumentaba la descarga, en tandas de cada 15 voltios.

El “castigador” contaba hasta con 30 niveles de descarga, 450 voltios. Se instruía que 300 voltios era un límite extremo, de alto peligro para la otra parte del experimento.

Súplicas por el dolor, golpeteos de compasión en el vidrio que los separaba, gritos, quejas, petición de detener todo, no conmovieron a los obedientes “castigadores”, con tal de no romper la instrucción de la autoridad, de llevar a cabo el experimento completo. Al llegar a los 75 voltios, había en algunos “castigadores” manifestaciones de inquietud y nerviosismo. Al llegar a “aplicar” los 135 voltios, algunos se detenían y querían saber el verdadero objetivo del experimento, a dónde iban con eso. Los que continuaban ante la presión de la autoridad, mascullaban que no eran responsables de las consecuencias, pero seguían subiendo el voltaje. Los que avanzaban más allá, manifestaban risitas nerviosas al oír los gritos y quejas de dolor de los “castigados”.

Las instrucciones de la autoridad, ante cualquier vacilación del “castigador”, eran simplemente: “Continúe, por favor”; “el experimento requiere que usted continúe”, “es absolutamente esencial que usted continúe”; “usted no tiene opción alguna. Debe continuar”.

El experimento podía llegar a  su fin si el “castigador” aun con todo, se negaba a continuar o cuando, al avanzar, administraba un máximo de 450 voltios tres veces seguidas. Suficiente para provocar una muerte real en el experimento. Remarquemos que a excepción de la primera descarga demostrativa de los 45 voltios, las siguientes eran simuladas, aunque el “castigador” no lo sabía. El creía que las aplicaba en realidad.

Su experimento y sus resultados impactaron al mundo desde entonces. Milgram mismo afirmó en uno de sus artículos de divulgación científica (Stanley Milgram. The Perils of Obedience -Los peligros de la obediencia. 1974): “La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el principal descubrimiento del estudio”.

Como resultado, un  65% de los “castigadores” llegaron a aplicar la descarga extrema de 450 voltios. Ninguno de ellos se negó rotundamente a aplicar más descargas antes de alcanzar los 300 voltios indicado de previo como el límite mortal, aun cuando llegaron a expresar levemente alguna incomodidad.

Experimentos similares en todo el mundo arrojaron resultados similares, aun con “castigadores” de alto nivel educativo. En el caso especifico de Milgran, se le criticó porque así demostraba que ciudadanos estadounidenses pacíficos y comunes, incluso letrados, podrían tener, en las mismas condiciones, similares comportamientos a los alemanes arrastrados por Hitler y el nazismo.

Ha habido, como decimos, experimentos mejorados, que han comprobado que en el interior de los humanos hay un  lado oscuro que puede ser aflorado, con las debidas presiones de la autoridad y el poder. Milgran entrelaza el efecto del poder externo a la persona, la autoridad, con el conformismo individual (analizado por otro investigador,  Solomon Asch) y con la Cosificación (la persona se asume a sí misma como un instrumento de realización del líder o la Idea Sublime). Esto determina la Obediencia.

La Obediencia y sus componentes: el conformismo, el no discernimiento, el pensamiento gregario, el militarismo, sectarismo, la invisibilización de la responsabilidad individual, la cosificación, sólo pueden conducir a la enajenación de las voluntades y derechos humanos individuales, a favor del Líder, Caudillo, Partido, Ideología, Religión, es decir, al sacrificio de la individualidad a nombre de una entidad supra que nos dicta hasta la muerte de nuestros sentimientos y racionalidad humanos.

Decía un soberano chino, Zhao Gao, siglos antes que Milgran:”coge un siervo y llámalo caballo” para que el príncipe probase la lealtad de sus masas subalternos. Todos terminaban llamando caballo al ciervo y hasta razonando de manera vehemente e ilustrada, unos con otros, por qué el ciervo era un caballo.

“Coge un árbol de Navidad y déjalo allí permanente”. “Coge tu casa familiar y hazla palacio presidencial”. “Toma un salario y llámalo bono”. “Coge un artículo transitorio constitucional y llámalo permanente”. “Coge un compinche y llámalo ladrón”. “Coge un cargo vencido y llámalo indefinido”. “Coge la ayuda externa y llámala milagro de panes”, diría Zhao Gao en Nicaragua. Cada paso, por irrelevante que parezca, sirve para ir fijando la Autoridad y domesticando socialmente el comportamiento o la capacidad de respuesta de la colectividad. Nada es sin sentido y sin ese fin preciso.

La Obediencia (así en mayúscula para referirnos a la enajenación absoluta de lo individual que termina en “lealtad” a la fuerza enajenante), es necesaria para la manipulación de los muchos por unos cuantos. Es la savia que nutre al poder enajenante y autoritario. La Obediencia Civil es ese mecanismo de “consenso” con el cual las dictaduras de derecha, derechoides, de izquierda o izquierdoides, someten a las mayorías “por su propio gusto”, por su “propia decisión y voluntad”, por su “propio voto”, aflorando los lados oscuros de los individuos masificados, rotondizados, callejizados, “castigadores” que pierden su visión del valor humano de los otros y por ende, su propio valor humano.

Es la Bestia humana hecha aflorar por Hitler, Mussolini, Franco, Stalin, Pol Pot, Caecescu, Kim IL Sung, etc., para el sometimiento de las voluntades a una sola, blandiendo una bandera, vociferando una consigna, mortereando en las calles de Managua, diría Milgran.