Nómina del desamor con un final de estrella

Julio Valle Castillo
+ posts

Este poema, sin que tuviera estructura de poema, me lo contó el padre Ernesto Cardenal. Días después le di forma de poema y se lo mostré. Sonrió pero me prohibió publicarlo porque muchas damas aun vivían y no quería molestarlas. Ahora, muerto Cardenal y muertas muchas de sus novias, me permito desobedecer sus órdenes.

Julio Valle-Castillo

Yo fui como la Gioconda, pero en hombre:

Enamorado, apasionado, ardiente, antes de hacerme sacerdote.

Cuántas evocaciones, cuántas muchachas cuyos nombres eran el poema:

– «Nena le decía su nana española

            Maja con este vestido luces muy bien

            guapa; pero nena se llamaba: Carmen

            Como los cármenes, como los jardines de la antigua Granada mora.

            Carmen es poesía en sánscrito.

-Claudia, quien muchos años después

            me devolvió una fina cadenita de oro con un rubí de dije…

 -Adelita Marenco Pasos más garza y pasos que Adelita

            más alta y delgada e inmortal que la Adelita

            de la revolución mexicana con los bigotes del centauro Pancho Villa.

—- Mimí Hamer, una preadolescente

            con las trenzas azules de negrísimas,

            de quien se rumoró que había muerto

            en los campos de concentración.

-Conchita Mantecón hija de un coronel republicano exilado en México.

 —- Miriam Báez, como una orquídea en un vivero de Managua.

—- Ileana más distante que la cabellera de Andrómeda…

            que fue a casarse con un doctor que despues fue ministro somocista.

 —- Irma Krauz, compañera en Mascarones (UNAM)

            desafortunada en el matrimonio

            dispuesta a venirse de monja lega o cocinera a la comunidad de Nuestra
             Señora de Solentiname,

            pero yo no se lo permití por las peores lenguas.

Quizás no les gusté, no me amaron lo suficiente

para ser esposa y madre de los hijos que no pude tener

(Alejandro, Donald, Felipe, Laureano y otro que yo me sé)

No es jactancia pero un día escondido a raíz de los sucesos de abril

escuche con persistencia el llamado de Cristo,

Cristo me amaba más que todas ellas

como a «Juan que nunca supo del supremo contacto»

Nunca fui su apóstol preferido

Pero en la última cena creo que oí latir, palpitar su corazón.

El Poeta como un pajarito perdido en la contemplación

Posado en la rama del árbol de olivo

y cantando al más alto cielo.

Managua, en El Manguito, marzo 1982.

Julio Valle-Castillo y Ernesto Cardenal
Julio Valle-Castillo y Ernesto Cardenal

Julio Valle Castillo

Artículos de Julio Valle Castillo