Nómina del desamor con un final de estrella
Julio Valle Castillo
Yo fui como la Gioconda, pero en hombre:
Enamorado, apasionado, ardiente, antes de hacerme sacerdote.
Cuántas evocaciones, cuántas muchachas cuyos nombres eran el poema:
– «Nena le decía su nana española
Maja con este vestido luces muy bien
guapa; pero nena se llamaba: Carmen
Como los cármenes, como los jardines de la antigua Granada mora.
Carmen es poesía en sánscrito.
-Claudia, quien muchos años después
me devolvió una fina cadenita de oro con un rubí de dije…
-Adelita Marenco Pasos más garza y pasos que Adelita
más alta y delgada e inmortal que la Adelita
de la revolución mexicana con los bigotes del centauro Pancho Villa.
—- Mimí Hamer, una preadolescente
con las trenzas azules de negrísimas,
de quien se rumoró que había muerto
en los campos de concentración.
-Conchita Mantecón hija de un coronel republicano exilado en México.
—- Miriam Báez, como una orquídea en un vivero de Managua.
—- Ileana más distante que la cabellera de Andrómeda…
que fue a casarse con un doctor que despues fue ministro somocista.
—- Irma Krauz, compañera en Mascarones (UNAM)
desafortunada en el matrimonio
dispuesta a venirse de monja lega o cocinera a la comunidad de Nuestra
Señora de Solentiname,
pero yo no se lo permití por las peores lenguas.
Quizás no les gusté, no me amaron lo suficiente
para ser esposa y madre de los hijos que no pude tener
(Alejandro, Donald, Felipe, Laureano y otro que yo me sé)
No es jactancia pero un día escondido a raíz de los sucesos de abril
escuche con persistencia el llamado de Cristo,
Cristo me amaba más que todas ellas
como a «Juan que nunca supo del supremo contacto»
Nunca fui su apóstol preferido
Pero en la última cena creo que oí latir, palpitar su corazón.
El Poeta como un pajarito perdido en la contemplación
Posado en la rama del árbol de olivo
y cantando al más alto cielo.
Managua, en El Manguito, marzo 1982.