OEA: la montaña de falsas ilusiones no pare ratones, pare musarañas.
Carlos A. Lucas A.
Martes 15 de junio del 2021: el pueblo nicaragüense sufrirá un desencanto más, a los que parece aferrarse adictivamente: espera que la Organización de Estados Americanos-OEA dictamine la “expulsión” de Nicaragua de su seno (“¡aplicar ya la Carta Democrática!” gritan en las redes), sin valorar objetivamente qué es lo que se está pidiendo y si realmente eso afectará la gobernabilidad del régimen sandinista, dueño de sartén, mango y cuchara, en Nicaragua.
El público espera que la OEA dicte una especie de bloqueo diplomático, económico, financiero, comercial, etc., contra el régimen de Nicaragua, y que eso debilite casi mágicamente al régimen sandinista de tal manera que se produciría un “derrumbe inmediato”, el mismo que ha sido narrado al estilo de los cronistas deportivos desde hace tres años.
La conclusión a que llegan es irreal. En el mejor de los casos “inflada”, en el peor, sencillamente, “falsa”.
No hay tales: a pesar de que las élites políticas nos venden una y otra vez las mismas “ilusiones”, la OEA no mira hoy a Nicaragua, a pesar del holocausto y el drama humano que allí se vive, como miraba espantada a la Cuba que había “caído en las garras del marxismo leninismo” en1962, cuando apenas iniciaba su proceso de estatización de la economía y su declaratoria como país “socialista” apenas cumplía un año.
En Nicaragua, aunque el régimen no da ni el paso más corto hacia el “socialismo”, todos los días se declara “socialista”, de tipo “cristiano” y, aunque parezca redundante, “solidario” (no se sabe con quién). Este “socialismo” sandinista, desdentado, aburrido y retóricamente pobre no tiene impacto en las decisiones de la OEA.
Lo peor, la realidad de la respuesta de la OEA
A pesar de los contundentes informes sobre asesinatos en masa, ejecuciones sumarias, torturas, violaciones, sobre el predominio del paramilitarismo, los secuestros, sobre ruptura del orden constitucional, todo debidamente respaldado y documentado con cienes de testimonios y testigos del holocausto (CIDH, MESENI, Grupo de Expertos Independientes, etc.), lo que sigue moviendo a la OEA y provoca la reunión “de urgencia” el 15 de Junio, “para ver la situación de Nicaragua” es la elección que de acuerdo al calendario “constitucional” ocurriría el 7 de noviembre.
Ni siquiera los mueve la posibilidad de llevar a juicio al estado sandinista en la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Al fin y al cabo, ni una sola de las organizaciones, ni uno solo de los candidatos presidenciables–hoy presidiarios–ha solicitado a la Corte abrir juicio a los criminales de lesa humanidad, inmunes desde abril 2018.
Los cambios políticos, además, le cambian los flujos periódicos a la OEA. No se sabe con certeza cual será la votación final en la Asamblea Permanente, porque no ha habido pronunciamientos claros o especiales sobre Nicaragua. Incluso, hay serios temores que países como El Salvador puedan votar en contra de sanciones a Nicaragua, porque el de Nayib Bukele es el primer gobierno que más bien ha sancionado a la OEA, expulsándola de El Salvador en los temas de corrupción, una consecuencia evidente de las desastrosas y provocativas acciones de Luis Almagro para proteger delincuentes salvadoreños bajo la carpa de su Secretaría General.
Si acaso en la sesión del Consejo Permanente no se logran los votos necesarios, que es lo mas probable, Ortega va a saltar chocando sus talones, presentando ese traspiés de Almagro como un triunfo de su régimen en el seno de la OEA. Como he dicho antes, desafortunadamente sin errar: con gusto pagaré por ver las interpretaciones que la oposición funcional en Nicaragua dará a este nuevo revés que contradice las falsas ilusiones en las que se ha venido especializando para engatusar al público.
De todas formas, por la víspera se saca el día: ¿ya viste—poné atención– que el proyecto de resolución que se discutirá mañana es otro de esos que expresa:
Una “grave preocupación” porque no ha habido reformas electorales para “elecciones libres y justas”.
La clásica “condena inequívoca” de las “arbitrariedades” del régimen nicaragüense y “pedir la inmediata liberación de los posibles candidatos y de todos los presos políticos”.
Sí, no leés mal, ese es el orden de las prioridades en el texto.
Más:
La fórmula de cajón de “instar enérgicamente al Gobierno de Nicaragua a implementar “medidas legislativas y de otro tipo” para lograr (a cinco meses de la fecha de votación) “elecciones libres y justas, “incluido el buen recibimiento de observadores electorales fidedignos de la OEA y de otros países”.
Y claro, la ardua labor de presentar informes “sobre el proceso electoral en Nicaragua, para su consideración y posible presentación ante la Asamblea General.”
Como es obvio, no sólo no hay el mínimo atisbo de aplicación de ningún artículo de la Carta Democrática, sino que estas resoluciones ya llevan implícita el supuesto de que Nicaragua seguirá siendo miembro activo y pleno de la OEA. Y se deja entendido que se podrían negociar los observadores electorales y las misiones que harían informes desde el terreno, de esas elecciones.
Ni la más mínima referencia ética o humanitaria que plantee la exigencia del retorno de los organismos internacionales de Derechos Humanos o la posibilidad de solicitar los trámites ante Naciones Unidas para denunciar el terrorismo estatal contra una población desarmada y pacífica.
Así que no son ratones los que pare la montaña de la OEA, son las mismas musarañas de siempre.
Esta es la naturaleza del escenario ilusorio que los opositores funcionales crean para un público esperanzado: fake; falso; incierto; inflado; irreal.