La historia como escuela: un método simple para entender el presente
Estudiar el pasadocomo presente, es decir, ponerse en el lugar en que ocurrieron hechos históricos, e interpretar a sus actores de acuerdo con el tiempo en que aquellos ocurrieron. Estudiar el presentecomo pasado, es decir, tomar distancia (como si se estuviera observando el pasado, o una realidad distante) de los hechos que ocurren hoy a nuestro alrededor.
Luego de hacer ambas cosas, conviene investigar si entre pasado y presente existe alguna articulación, a fin de dilucidar si estamos o no frente a esas cadenas relacionales a las que los historiadores denominan “procesos”.
Al aplicar este enfoque analítico a Nicaragua, emerge la realidad: pactos, acuerdos, arreglos de cúpulas–las formas tradicionales para resolver conflictos en nuestra historia– siguen siendo dominantes. También la intolerancia frente a quienes no piensan igual, y la fascinación por la violencia.
Los pactos, ayer y hoy: “somocismo, con o sin Somoza”, “orteguismo, con o sin Ortega”.
El pacto de 1938-1939 entre Carlos Cuadra Pasos y Anastasio Somoza García, apoyado por los poderes fácticos (gran capital, iglesia católica, ejército, etcétera) permitió el nacimiento y la consolidación de la dictadura somocista. El pacto 2007-2009, entre Daniel Ortega y el gran capital dio origen a la creación del actual régimen dictatorial.
Por el pacto de 1950, entre Emiliano Chamorro y Anastasio Somoza García, con el beneplácito del gran capital, la iglesia católica y el ejército de la época, se accedió al “somocismo con Somoza”, lo que dio inicio un maridaje entre el capital de origen conservador, el liberal, y el naciente capital somocista construido al amparo de la dictadura.
Con el pacto de 1971 entre Fernando Agüero Rocha y Anastasio Somoza Debayle, con el apoyo de todos los poderes fácticos, algunos políticos tradicionales pensaron, ilusamente, que se podía iniciar una etapa de “somocismo sin Somoza”.
Actualmente, ambos escenarios –“orteguismo con Ortega” y “orteguismo sin Ortega”– están en la agenda política de los poderes fácticos.
La “realpolitik” [la conveniencia de los poderosos pesa más que ideologías o principios]
Todos esto permite llegar a la conclusión que la “realpolitik” ha guiado las acciones los poderes fácticos. No teorías o principios, sino intereses concretos de los grupos de poder. Una estrategia política pragmática que siempre termina prevaleciendo sobre de las demandas básicas y necesidades estratégicas de la sociedad.
La corrupción resultante enloda a las elites, ya no hace falta una lupa para verlas. La corrupción en la clase política no es nueva, es presente desde el pasado. Conflictos de intereses, nepotismo, empleos fantasmas en el servicio público, malversación de fondos públicos, falsificación documental, fraude fiscal, tráfico de influencia, falsedad, todos esto son prácticas habituales que muestran las deficiencias del sistema político autoritario pasado y presente.
El vicio del “vitalicio”
Otra característica que domina la cultura política es el deseo incontrolable de seguir en el poder de manera indefinida. Muchos miembros de la “nueva y vieja oligarquía” intentan descalificar a los críticos de las políticas actuales, pero nadie es tonto para dejarse engañar por esos intentos de descalificación, que más bien los hacen ver—a los nuevos y viejos oligarcas–como arrogantes, soberbios, sordos, ciegos y prepotentes.
¿No hay oposición verdadera y progresista?
La alianza de la “nueva oligarquía” con la “vieja oligarquía” demuestra que únicamente desean el poder para lucrarse y no para servir al pueblo; igual que en el pasado, la falta de una oposición verdadera y progresista les permite seguir haciendo lo que se les viene en gana, mientras la mayoría de la población, empobrecida, soporta el peso de una inmensa corrupción, hambreados, sin empleo, pobres y sin esperanzas.
El problema histórico de los “políticos tradicionales” es que no atienden los problemas más sentidos de la población, no escuchan los reclamos de los abusos de las autoridades, no ven la destrucción del medio ambiente, no hacen caso a nada. Al parecer son autistas.
El problema de la información
Periodistas y medios de comunicación difunden una propaganda corrosiva y una desinformación que despoja al pueblo de toda capacidad de acción política y favorece el politicidio interno del régimen, cuya “realpolitik” reaccionaria está obsesionada con la “política del poder” antidemocrática, autoritaria de arriba abajo.
El objetivo del poder es eclipsar al pueblo a base de desinformación, para ocultar la verdad.
Al régimen le conviene implementar la política como espectáculo, porque esta contribuye al éxito del autoritarismo.
No podemos seguir permitiendo que una minoría, la alianza de la nueva oligarquía con el gran capital, ensombrezca el futuro de Nicaragua.