Para detener la destrucción de Nicaragua: preparar la rebelión, paralizar el país, derrocar a los tiranos de turno y avanzar hacia la revolución democrática
La arremetida de los dictadores de turno contra la educación se intensifica hasta la incandescencia: el régimen usurpador dirigido desde El Carmen incendia las instituciones que albergan el pensamiento y su transmisión a los estudiantes y a la sociedad. Se trata de una inaudita política de destrucción sistemática de cualquier oportunidad de salir de la miseria y la ignorancia, no solo para los jóvenes que no pueden o quieren abandonar el país, sino para el país en su conjunto. Como para los dictadores de turno es imposible renunciar al poder, están dispuestos a que arda Nicaragua. Su lógica es la de un homicida suicida. Acorralados, porque no pueden dejar el poder sin perder la vida, harán, si no se les derroca, que el país entero y su futuro colapsen.
Por eso este llamado es más que una denuncia, de las que se han vuelto rutinarias, y es más que una condena, de las muchas que les llueven a los tiranos de turno y que no producen más que fotografías de falsa lucha y solidaridad. No podemos tampoco repetir el llamado ritual a la “unidad de todos”, que lo hacen “todos” mientras se niegan a sumar fuerzas en la beligerancia real, más allá de posicionamientos mediáticos.
Lo que los Nicaragüenses Libres proclamamos es una verdad que el pueblo de Nicaragua sabe y sufre cada vez más: hay que recuperar el espíritu de Abril y organizar la resistencia activa que lleve al derrocamiento de la dictadura. Hay que hacer oídos sordos a los políticos profesionales de viejo y nuevo cuño, dedicados ya, y financiados para dedicarse, a viajar y bailar alrededor de la mesa de negociación que esperan; unidos, y organizados, únicamente para su provecho inmediato y la prebenda que esperan.
El resto de nosotros debemos trabajar aceptando lo obvio: ni Estados Unidos, ni Europa, ni nadie, va a salvar a Nicaragua de la destrucción. Ninguna “mesa de diálogo” o “mesa de concertación” va a conseguir la “unidad”, o mejor dicho, una “unidad” que sirva a la lucha. Como hemos dicho antes, los operadores del Gran Capital, junto a la disidencia del viejo FSLN, junto a una nueva camada de políticos de oportunidad, están, de hecho, unidos, a espera de que Estados Unidos y Europa desplacen a Ortega y los pongan a ellos en el trono. Pueden disputar entre ellos, pueden odiar a Ortega, pero no se plantean, en ningún momento, una estrategia de lucha popular (más bien la oponen) porque no desean protagonismo popular, porque en ningún momento pueden o quieren ceder el control de un proceso de rebelión popular que lleve a un cambio de sistema en el cual ellos dejarían de ser privilegiados.
Por eso es que hay que rescatar el espíritu de Abril, el espíritu del protagonismo popular y la demanda de cambio profundo. Nadie en Abril pidió en las calles “diálogo”, ni “elecciones”, ni mucho menos “cohabitación”. La demanda que brotó del pecho y del alma del nicaragüense fue simplemente “¡que se vayan!”, es decir una demanda de ruptura, de un ¡basta ya!. La necesidad, que el pueblo siente cada vez más punzantemente, de cambiar el sistema de poder, de desplazar, no solo a los déspotas de turno, sino a los que acechan en la sombra. Porque acechan, y el pueblo lo sabe, y por eso desconfía. ¿La solución? Recuperar el espíritu de Abril: nadie salió a la calle porque los “líderes” de la mal llamada oposición lo convocara; nadie salió pidiendo lo que los “líderes” piden, negociación y convivencia con las instituciones del orteguismo, o con Ortega-Murillo, si hace falta.
¿Es posible recuperar el espíritu de Abril? No solo es posible, sino que es urgentemente necesario. ¿Cómo? Hay que trabajar en organizarnos para paralizar el país, para hacerle imposible a los tiranos que “gobiernen”, y para impedir que el triunfo sea robado por otra facción de las élites, por gente que vive bajo la sospecha del crimen de lesa humanidad, o por oportunistas cuya codicia por el poder el pueblo ve muy claramente.
Hay que trabajar en organizarnos para paralizar el país, hay que hacerles el país ingobernable al menor costo humano posible, y respetando los derechos humanos de todos, aunque exista el derecho –– que los falso líderes niegan “rotundamente” –– el derecho a la defensa.
Hay que crear grupos de confianza, redes de estos grupos que compartan la propaganda contra la dictadura y, en su momento, conociendo ellos mejor que nadie sus circunstancias, ejecuten acciones que vayan menoscabando al régimen. No hay acción pequeña. Toda acción que rompa el cerco de terror de la dictadura es grande. Cada paso dado por cada ciudadano en oposición real a la tiranía es un paso necesario. No puede nadie esperar que haya una sola forma, o un solo momento, un acto que con su sola contundencia derrumbe a una tiranía que, aunque debilitada, ha tenido muchos años para crecer sus tentáculos, y mucho apoyo entre las clases adineradas y poderosas, muchas de las cuales hoy dicen adversarla, pero lo hacen de manera pusilánime, cuidando sus intereses.
Una pinta en un baño, una bandera quemada, la creación de un grupo de amigos o vecinos que difunda la propaganda, la de gente que lance cualquier objeto para sabotear el avance de los vehículos del régimen, la de quienes piensen, imaginen, discutan, formas de resistencia no violenta que aprovechen que el de los actuales tiranos y sus aliados es un régimen carcasa, vacío de convicciones, unido nada más por la creencia que a punta de terror van a ser eternos. No lo son. No lo conseguirán. Han logrado superar la crisis del 2018 de manera cada vez más precaria, y solo gracias a la ayuda del Gran Capital y de la falsa oposición, que han creado una pantalla falsa para protegerse ellos, y que en última instancia sirve a los dictadores de turno. Pero el pueblo de Nicaragua no puede darse el lujo de jugar los juegos del Gran Capital, que sigue acumulando ganancias y tiene ya miles de millones de dólares en el extranjero, ni los juegos de la falsa oposición que vive de encuentros, talleres, espacios, viajes y reuniones. El pueblo de Nicaragua ya ha pagado un precio muy alto a manos de toda esta gente. El pueblo de Nicaragua no tiene otra alternativa más que organizar la rebelión, que sí, que es posible aunque las élites quieran convencernos de lo contrario para mantenernos relegados. Necesitamos, cada vez con mayor urgencia, y antes de que la destrucción aniquile nuestro futuro, prepararnos para actuar con conciencia y con la determinación que nos ha caracterizado, para derrocar a la dictadura de turno y crear, a través de un proceso Constituyente de poder popular, una República democrática. Para esto no hay sustituto, si queremos vivir en libertad. Y para esto, los ciudadanos, al margen de divisiones absurdas entre “izquierda”, “derecha”, “liberal”, o lo que sea, y al margen de los partidos corruptos y los políticos vividores, debemos articular una unidad en la acción entre el exilio y los luchadores que dentro del país se encuentran.
Finalmente, jóvenes nicaragüenses: el futuro que la tiranía destruye, ante la vista y la pasividad de la oligarquía, de los operadores políticos de esta, de la vieja disidencia del FSLN, de Monteverde, de todos los que esperan el “regalo” de Estados Unidos, es el suyo. Jóvenes, el futuro que arde en el incendio de Ortega-Murillo es el de ustedes. Ahora Nicaragua entera, la Nicaragua que ustedes viven y heredan, es Indio Maíz. Hay que parar ese incendio, y ustedes, dueños y herederos del país, tienen, junto al resto de nosotros, una necesidad urgente de detenerlo. Su energía y espíritu creativo y crítico son indispensables para esto. Ya los estudiantes de la UCA que se han negado a aceptar la sumisión ante los genocidas han dado el ejemplo de cómo se puede golpear al régimen, de cómo debemos pensar en vaciarle, no solo la UCA, sino la economía, las calles, los negocios. Hay que terminar de vaciarles el poder, y hay que hacer que sean ellos, una minoría ínfima, quienes teman el futuro, no nosotros, la mayoría abrumadora. Que escuchen esto también los policías y soldados decentes, los empleados públicos que trabajan en el Estado para sustento de sus familias y no por servilismo a un régimen. Que escuchen: el futuro que ustedes necesitan temer es el futuro que la tiranía y la oligarquía fabrican con sus crímenes. El futuro que ustedes necesitan ayudar a construir es el mismo que los estudiantes, los trabajadores, los campesinos y los verdaderos emprendedores ––no los falsos “empresarios”–– necesitan construir: una revolución democrática que funde, por primera vez en nuestra historia, una República Democrática. Se puede, ¡por supuesto! Y más que poderse, se necesita: es asunto de vida o muerte.