Periodismo en riesgo mortal
Sergio Simpson
«En Nicaragua, el periodismo cumple su labor en medio de balas, gases lacrimógenos, muertos y heridos; es receptor y relator del sufrimiento desgarrador de un pueblo que desea justicia, libertad y progreso».
¿Quiénes podrían celebrar, harto solazarse, el 1 de marzo, Día Nacional del Periodista?
«Acordate que sos de la Calle Real, hijueputa, y te voy a palmar (asesinar) a tu familia»: así, el iracundo policía, señalando con el dedo y pistola al cinto, sentenció al periodista Yelsin Espinoza, el 25 de febrero. No le importó al uniformado que lo estuvieran filmando; se sabe impune cumpliendo la orden de avasallar a comunicadores sociales.
En Nicaragua, el periodismo cumple su labor en medio de balas, gases lacrimógenos, muertos y heridos; es receptor y relator del sufrimiento desgarrador de un pueblo que desea justicia, libertad y progreso.
Camarógrafos, fotógrafos y reporteros sufren golpes, heridas, robos, persecución, cárcel. Y al periodista Ángel Gahona —asesinado en Bluefields cuando reporteaba durante la sublevación del año 2018— aseguran colegas testigos fue un policía quien le disparó por la espalda.
Escalofriante pero común en Nicaragua, donde se contabilizan más de mil agresiones a periodistas, promovidas y ordenadas por jefes y cumplidas por paramilitares del Gobierno y policías, provocando el exilio de casi un centenar.
Aterrador. Caudillos y seguidores consideran que el periodismo es profesión de alto riesgo, y quien ejerce va advertido del peligro que corre, como en otros países. No debería ser así, menos emanando del Gobierno las amenazas y ataques verbales y corporales.
No admite festejo este día, sino el fortalecimiento de la calidad profesional, ejerciéndola veraz y éticamente, tenaz en la superación de limitantes cognoscitivas y, aun en peligro mortal, no retrocediendo ante la responsabilidad con la sociedad.
Nada más periodistas gubernamentales festejarán, pues estos alientan la represión física y económica contra sus colegas, que no los consideran tales sino enemigos, porque estos últimos son críticos o reflejan verazmente las atrocidades que soporta la mayoría del pueblo nica.
La libertad de prensa y la libertad de expresión son embestidas; quienes divulgan y opinan corren riesgo mortal, es innegable.
Al cumplir cuarenta años en este oficio no me autocensuraré: seguiré fiel al derecho humano de pensar, opinar, hablar y describir la barbarie tratando de aportar a la creación de una cultura nacional superior.