Piedras encantadas, novela de Rodrigo Rey Rosa

Roberto Corea Torres
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Cuando una obra literaria es traducida a otro idioma, y dicho intérprete es a su vez creador de envergadura y gravitancia, necesariamente tiene que pensarse en una obra fuerte. El caso que platico es de Rodrigo Rey Rosa, narrador guatemalteco quien ha sido traducido al inglés justo por una autor de grandes alcances como lo es Paul Bowles.

Rodrigo Rey Rosa se manifiesta de manera contundente, con lugar a todas las dudas –mi maestro dixit-, cual narrador natural en su novela Piedras encantadas.

A fuerza de ser sincero, declaro no conocer la demás producción de Rey Rosa, cuyos títulos están expuestos, por cierto, en la cuarta de forros: Cárcel de árboles/ El salvador de buques (Seix Barral, 1992); El cuchillo del mendigo/ El agua quieta (Seix Barral, 1992); Lo que soñó Sebastián (Seix Barral, 1994); El cojo bueno, 1996; Que me maten si…(Seix Barral, 1997); Ningún lugar sagrado (Seix Barral, 1998) y La orilla africana (Seix Barral, 1999). Luego Piedras encantadas se presentó al público en la colección Biblioteca breve de Seix Barral, en el 2001, todo ello da cuenta de un escritor consentido, o por lo menos tomado en cuenta por el consejo editorial de Barral, como uno de sus mejores exponentes.

Tengo claro que la cantidad no está en relación directa con la calidad, son pocos los escritores cuya producción abundante no necesariamente implica consistencia, y digo esto sin ningún asomo de mala leche, sino porque es una verdad de a kilo, no creo que nadie llegue a molestarse cuando manifiesto que Alexandre Dumas tiene toneladas de escritos, pero muchos de ellos anodinos y exentos de la profundidad necesaria para ser considerados importantes, así le pasa a algunos renombrados escritores, recuerdo a Dostoievsky, quien de pronto tuvo que recurrir a la escritura por encargo para pagar deudas, en fin, no deseo alargarme en este tema sólo para elaborar un comparativo a todas luces ocioso, pero deseo dejar en ustedes cristalina la idea de la relación cuantitativa-cualitativa en la creación literaria.

Y este párrafo anterior viene a cuento con Rodrigo Rey Rosa, en quien tenía cierta expectativa creada a partir de algunos textos sueltos que de él conocía. Me encontré con Piedras encantadas y cayó como anillo al dedo: novela corta, capítulos poco extensos, más bien diría, constreñidos, de tal manera que cuando se asume su lectura esta se deja hacer rápidamente; por supuesto ello tiene que ver con la pericia de Rodrigo cuando nos entrega una serie de estampas de las acciones de manera dialogada, que confieren a la historia un ritmo vertiginoso, y entonces uno se percata que la lectura terminó cuando aun el sabor de los sucesos está en el aire. Tal vez ese sea uno de los valores máximos de la narración, te deja expuesto a que al final, hagas tus propias conclusiones con los elementos argumentativos que Rodrigo ha puesto en el candelero, si bien es cierto la confusión reina mientras estás considerando las señales dadas, puedes con toda certeza elucubrar los diferentes desenlaces que te parezcan.

Piedras encantadas posee el valor de una trama inquietante y los rasgos de una narrativa ágil, sintética, que llama la atención”

La historia de Piedras encantadas está ubicada en la ciudad de Guatemala: “Doscientos kilómetros cuadrados de asfalto y hormigón (producido y monopolizado por una sola familia durante el último siglo). Prototipo de la ciudad dura, donde la gente rica va en blindados y los hombres de negocios más exitosos llevan chalecos antibalas…Ciudad plana…hacia el sureste las fortalezas de los ricos. Hacia el norte y el oeste los barrancos…los arrabales llamados limonadas, los botaderos y rellenos de basura, que zopilotes hediondos sobrevuelan en parvadas “igual que enormes cenizas levantadas por el viento” -como escribió un viajero inglés- mientras la sangre que fluye de los mataderos se mezcla con el agua de arroyos o albañales que corren hacia el fondo de las cañadas, y las chozas de miles de pobres (cinco mil por kilómetro cuadrado) se deslizan hacia el fondo año tras año con los torrentes de lluvias o los temblores de tierra”.     

Ustedes han de saber un poco de la historia de ese país centroamericano -un tiempo gobernada por dictadores, personajes oscuros en cuyo alrededor se tejió una urdimbre de desconfianza, corruptelas y abuso de poder-, cargada de heridas abiertas por guardias blancas y ejército, conformada, ahora, por un grupo social muy susceptible. Los guatemaltecos tienen clara la percepción, que la nefasta corrupción permea en todos los ámbitos, de ahí entonces que cada quien se cuida sus espaldas como puede.

Desde el principio del relato, Armando Fuentes llega de Cobán a Ciudad Guatemala, doscientos kilómetros los separan. Armando suele hacer el viaje un mes sí y otro no, ejerce como agente en el tráfico de cardamomo (arbusto cuyas semillas se usan como aromatizante, tónico y medicamento para evitar la formación de gases en el tubo digestivo) para los compradores árabes. Vive casado con su mujer y dos hijos. Ocupa además este viaje para dar rienda suelta a sus deseos carnales extramatrimonio, consumir alguna sustancia controlada, o más alcohol del corriente, algunas veces trafica marihuana. Esta vez al llegar a la ciudad capital, atropella con su camioneta Discovery, equipada con tumbaburros, a un niño de origen belga, adoptado por un matrimonio de clase económica alta, quien jineteaba un pony en una calle cercana al parque de las Américas.

Armando decide visitar a su amigo Joaquín Casasola para platicarle el percance y ver que puede hacer para salir del problema y dejar la camioneta aparcada en el garage del edificio donde vive Joaquín: El episodio del atropellamiento da pie para que Rodrigo Rey Rosa despliegue sus habilidades narrativas y nos conduzca por el mapa social de una Guatemala que mantiene batalla cerrada por su propia supervivencia. El accidente abre las puertas de una represa en donde el agua conductual de una sociedad se manifiesta, nos conduce por vericuetos ocultos hasta mostrarnos a las Piedras encantadas, que resultan ser una pandilla de niños de la calle amalgamados en una organización caótica, como cerrada y solidaria, pero además señala otros grupos políticos, periodísticos, empresariales inmersos en una forma de vivir a la que ya se han acostumbrado cuya médula es el tráfico de influencias y la corrupción.Más allá de como haya pergeñado la historia, Rodrigo Rey Rosa descubre trasfondos, aunque como ya lo dejé vislumbrar al inicio de este comentario hay un algo en la novela que perturba mi completa satisfacción, quizá se deba a algunos cabos sueltos –para mí– que debieron ser resueltos, de cualquier modo Piedras encantadas posee el valor de una trama inquietante y los rasgos de una narrativa ágil, sintética, que llama la atención.

Roberto Corea Torres

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