Policía, orteguista pobre: ¿vale la pena arriesgarte y arriesgar a tu familia?
Al pobre que persigue, encarcela y mata a otros pobres, para mantener en el poder a una pandilla de ricos; enriquecidos, precisamente, a través de robar, perseguir, encarcelar y matar a los pobres, hay que preguntarle: ¿hasta cuándo vas a seguir arriesgando la seguridad, el bienestar y el futuro de tu familia? ¿No entendés que la vida de la dictadura que apoyás no es eterna, que la dictadura morirá, como mueren todas, pero el resentimiento y el odio hacia vos, hacia ustedes, quedará vivo? ¿Sabés lo que les pasó a miles de guardias que fueron leales a Somoza, su comandante? Vos protegés a los grandotes, los protegés del odio de la gente, pero a vos, ¿quién va a protegerte? Te dicen tus jefes que estás cumpliendo la misión de defender a Nicaragua y al “gobierno de los pobres”, a la “revolución”, de la codicia y el oportunismo de esos “hijos de perra”, los ricos, que solo piensan en hacer más grandes sus fortunas, y para eso “menoscaban” al país; que venden su patria; que explotan y oprimen a los pobres. Pero en el fondo vos entendés, ¿no es cierto?, que nadie está preso por ser rico ni por ser pobre, sino por cuestionar al comandante y a la compañera. ¿Vos, de verdad, pensás que eso es un crimen, que nadie tiene el derecho a opinar como sea, a usar su cabeza y pensar? ¿Pensás que eso te hace daño a vos, que te hace daño a vos que la gente tenga sus propias ideas? ¿Que tu mama y tus hijos y tu esposa piensen y opinen sin tener miedo? ¿Te da miedo eso? ¿Y de quién es el país? Por cierto, no te olvides de que ¡por años! el comandante y la compañera se abrazaban en público con los ricos de verdad, con los más ricos, con sus socios; que se tiraban flores en público entre ellos y se repartían la millonada que venía de Venezuela. Además, hacé la cuenta; seguro habrás notado que casi toda la gente presa política es y ha sido pobre toda su vida, como vos. ¿Cuánto dinero tenés? ¿Cuántas casas y haciendas te han dado?
¿Cómo estás en el barrio? ¿Creés que estás seguro, que nadie te observa, que nadie observa a tu familia, que nadie habla de vos con desprecio, o con odio, que nadie va a desquitarse en vos el día que muera la dictadura? ¿Pensás que el comandante y la compañera van a protegerte siempre, que van a asegurarse de que siempre estés bien, a salvo y cómodo, que van a compartir con vos sus reales, su plata, su fortuna, que nada te va a faltar por haberlos servido tan fielmente? ¿Cuántos millones de dólares pensás que tienen ellos en el banco, y cuántos tenés vos? ¿Sabés cuándo dinero recibe Avilés, cuánto, Porras; cuánto, Francisco Díaz, Wálmaro Gutiérrez, Edwin Castro; cuánto reciben el resto de los generales y comisionados a los que cuidás? ¿Cuántos de tus compañeros tienen casas en La Estancia, en la carretera sur, en Las Colinas? ¿Vale la pena que pasés, día tras día, intimidando a la gente, a tu gente, golpeándolos, acarreándolos a la cárcel, o, por último, si te ordenan, matándolos? ¿Vale la pena cargar con la culpa, exponer a tu familia?
El camino que llevás los arrastra a ellos, y a vos puede llevarte a un futuro muy sufrido. ¿Para qué? ¿Para disfrutar las migajas de dinero y poder que te dan tus jefes? Un día, hasta eso se te acaba. No te equivoqués: el pobre que persigue, encarcela y mata a otros pobres para mantener en el poder a una pandilla de ricos, enriquecidos, precisamente, a través de robar, perseguir, encarcelar y matar a los pobres, termina mal, muy mal. ¿Vale la pena, tiene sentido pecar sobre advertido? ¿No es hora ya de que pensés con la cabeza fría, de que pongás tu mano sobre el corazón, y busqués una solución, un escape del desastre, para vos y los tuyos? Hacelo, antes de que sea demasiado tarde…Regresá a tu gente, a tu pueblo, a la paz de tu conciencia, y a buscar una vida mejor para todos…dejá que se hundan solos todos ellos, porque al final terminan hundiéndose…