Pollux, de Sid Hart

Francisco Larios
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El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.

Artículos de Francisco Larios

Sobre Pollux de Sid Hart (Siddharta Sebastián Kapoor Cardenal, conocido en Nicaragua como Sebastián Cardenal, mitad de un talentoso dúo con su hermana Nina) quiero compartir la alteración espiritual y sensual que ha causado en mí. No es un placer “vacío”, como el que Vargas Llosa atribuyera a ciertos espectáculos; está lleno, colmado, pero su interior es tan misterioso como el título que cuelga, persistente y evocativo, sobre su música, su letra, y sus imágenes: Pólux, la estrella más brillante de la constelación de Géminis, nombrada a su vez por los gemelos Pólux y Cástor.

Pollux (2017), música y letra por Sid Hart. Video (2020) producido por Nina Cardenal.

Pólux habría sido concebido por Zeus, el Dios supremo, quien se habría transformado en cisne para seducir, engañosamente, a Leda. Cástor, por su parte, habría sido hijo de Tíndaro, rey de Laconia. Gemelos, entonces, pero de diferentes padres. Es más, el parto de Pólux y Cástor (nacidos de dos huevos de cisne) habría sido también el de Helena (más tarde de Troya) y el de Clitemnestre. En uno de los huevos, Clitemnestre y Cástor. En el otro, Pólux y Helena. Pólux, inmortal de nacimiento; Cástor, mortal. Más tarde, gracias a la intercesión de Pólux ante Zeus, los dos Gemini (gemelos, entre los latinos) o Dióskuroi (hijos de Zeus, en griego antiguo), llegarían a habitar el Olimpo, y a compartir la condición de deidades imperecederas. Tras la bruma mitológica de la antigua Grecia participarían en misiones audaces. Rescatarían, por ejemplo, a su hermana Helena, cuando esta fuera secuestrada por Teseo, y acompañarían a Jasón hasta la Cólquide, a recuperar el vellocino de oro. 

Todo esto en un nombre: cuatro criaturas enlazadas por una misma madre en destino y en luchas, en agitado movimiento de lo humano a lo divino; héroes en la turbulencia de un mundo exuberante, lleno de sangre y conflicto, de sorpresa y belleza, de una interminable cadena de aventuras, y de intensa e irrefrenable sensualidad. ¡Nada nuevo sabemos que los griegos antiguos no supieran! Casi todo está dicho ya en la colorida fábula de los helenos. A veces me pregunto si es que encontraron, por razón o accidente, como ciegos en una oscuridad irremediable, los linderos del saber; y si es que desde entonces vamos, de cultura a cultura, de generación a generación, apenas traduciéndolos a nuestro propio verbo. Lo hacemos por impulso vital, y aunque nuestro saber no aumente, nuestro saber hacer se afina y nuestra angustia amaina bajo el bálsamo de lo bello. Porque hay belleza en nuestra búsqueda terca de una verdad imposible. Por eso no es accidente que sea el arte su mejor resultado, ni su mejor espejo. ¿Y cómo nos la muestra Pollux? Cada quién sentirá la radiación de esta obra audiovisual de manera diferente. Pero nadie escapará al movimiento de la diversidad humana en múltiples dimensiones; en color, postura, sonido; en la afirmación, a través de la belleza, del espíritu humano, que no esconde la nostalgia, la añoranza, el dolor; que los resiste. 

El espectador nicaragüense, por ejemplo, tiene ante sí un homenaje, quizás el más potente a esta fecha, a nuestra voluntad de ser, a la llama interior que no se apaga en nuestra larga noche lóbrega. Bajo su luz, frágil y fuerte, vemos el baile ancestral y la bandera, la madre que acoge a su hijo con dulzura; vemos aparecer los rostros que entre todos los rostros dicen ser nuestros. Pero son también los rostros que inquietamente ocupan los espacios que dejamos atrás; con el acto de estar los cambian; luego también los abandonan. Es la tierra de todos, el “aquí” para todas las raíces que canta Sid Hart (“My roots are here”). 

Esto fue lo que hizo que esta pieza me impresionara y me atrapara [y me motivara a escribir una breve nota, que como todas, es una forma de meditación personal]: a pesar de su distancia aparente de la cultura de origen del autor, desde el idioma inglés—que en Nicaragua es minoritario—hasta su total rompimiento con la melosidad nacionalista, el machismo guerrero, la lírica autocompasiva, o el costumbrismo condescendiente, he sentido en Pollux la fuerza de ese amor, inexplicable como todos los amores, al terruño. Eso es humano, y es universal. Y el universo, en Pollux, somos todos. 

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Pólux

Nadie puede devolver el amor que le diste
Nadie puede quitar la luz que brillaste
Nadie puede restaurar el cambio que hiciste
Una vez hecho, ya nunca será lo mismo

Nadie puede reemplazar el espacio que dejaste
Nadie puede convertirse en el que eras
Todos mis planetas giran en torno a tu sol
Una vez que te hayas ido, ya nunca seré el mismo

Hola, pues, fuerza imparable,
vení al encuentro de un objeto inamovible.

Hola, pues, fuerza imparable,
vení a encontrarte conmigo.

Mis raíces están aquí.
Estoy aquí de pie.
El camino está despejado.

No debo temer.
Estoy preparado para la misión.

Mis raíces están aquí
Mis alas se abrirán
en cuanto lo sepan.
No tengo miedo.
Estoy listo para completar su misión.

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Pollux

No one can return the love you gave.
No one can remove the light you shone.
No one can restore the change you made.
Once it’s done it’ll never be the same.

No one can replace the space you left.
No one can become the one you were. 
All my planets spin around your sun.
Once you’re gone, I’ll never be the same. 

What’s up then, unstoppable force,
come to meet an unmovable object.

What’s up then, unstoppable force
come to meet me. 

My roots are here.
I’m standing here.
The way is clear.

I must not fear.
I’m ready to receive the mission.

My roots are here.
My wings will open 
once they hear.
I have no fear.
I’m ready to complete their mission.

Francisco Larios

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