¿Por qué los dictadores de turno recrudecen sus amenazas al Gran Capital y su agresión a la Iglesia Católica?
<<Si no hacemos lo que la lógica y la historia indica que debemos hacer, vendrá en Nicaragua una guerra más sangrienta, una violencia más indiscriminada y feroz que la que dicen querer evitar los que están dispuestos a sentarse por meses en Costa Rica o Estados Unidos dizque para buscar una “salida cívica”, es decir una salida en la cual los dictadores de turno acaben con los dictadores de turno al aceptar elecciones libres, aceptar sus resultados, y recibir voluntariamente las consecuencias. ¿Habrase visto semejante disparate, disparate tan costoso?>>
“Nicaragua es una finca”, me dice una enterada periodista española, “y es la clase política la culpable de que las cosas estén así”. Me lo dice un par de días después de que los dictadores de turno ordenaran a uno de sus sicarios mediáticos amenazar en público, con nombre y apellido, a los miembros de la oligarquía cómplice. El sicario, un sujeto tan vacío de humanidad como un avatar de inteligencia artificial, que llega a parecerlo, recuerda a Pellas Chamorro, Ortiz Mayorga, Baltodano, Sacasa, Cohen y compañía, el favor de los dictadores de turno para con ellos, un “nunca han hecho tantos reales como ahora” y les recuerda que el dictador de turno les ha, figurativa y realmente, perdonado la vida, aunque ha castigado a algunos de sus principales operadores con cárcel y destierro. El recordatorio es, en este caso, clara amenaza.
Al día siguiente de mi conversación con la periodista española, se filtra en las noticias que los dictadores de turno han adoptado la chocante medida de impedir a la Iglesia Católica acceso a su dinero depositado en los bancos de Nicaragua. Desde hace meses, y a pesar del rol nefasto del Cardenal Brenes y la mayoría de los obispos en la salvación del régimen, la retórica de los dictadores de turno se centra furiosamente en la actitud de la minoría de obispos y mayoría de clero y religiosos que lo oponen. No soportó, el capo mayor de la dictadura de turno, la voz que como un trueno estallaba en la conciencia nacional desde Matagalpa. No soportó el sereno poder de las palabras del obispo auxiliar de Managua, ni el coraje de un sacerdote que ante la agresión del Estado contra las madres de los reos políticos se encerró con ellas en un templo y sufrió, no solo la represión que lo llevó al hospital, sino el abandono de débiles y poderosos, unos por miedo, otros por corrupción. Como el abandono de su maestro en la cruz.
No alcanza, en la conciencia de ningún ser humano de bien, la indignación ante estos hechos. Son un pico más en la montaña de la opresión que, aunque tardíamente, el actual Papa caracterizó de manera contundente, junto a los juristas europeos, como similar a la de la barbarie de Stalin y de Hitler.
La punta del iceberg
Lo que no hay que olvidar es eso, que se trata de un pico más, la punta de un iceberg que emerge sobre un mar de cadáveres y desterrados. Un iceberg que hay que destruir, porque arrasa todo a su paso. Y para destruirlo, necesitamos, no solo denunciar los actos más recientes de los dictadores de turno, sino entenderlos, anticipar lo que puede avecinarse, y prepararse para la lucha.
Para todo esto hay que pensar sistemáticamente, criticar honestamente y actuar con integridad. Pero entender es lo primero, y para eso, hay que hacerse preguntas que dejen entrar la luz al entendimiento. En este caso, la siguiente: ¿Por qué ahora, por qué los dictadores de turno intensifican, ahora, sus amenazas contra la oligarquía y sus agresiones contra la Iglesia Católica? Dicho sea de paso, lo hacen contemporáneamente a los anuncios, en voz del Chigüín de El Carmen, de que se acercan nupcias políticas y económicas entre el régimen y lo más selecto de la sociedad autoritaria del mundo: China, Rusia, e Irán. Arreglo poligámico o poliándrico, no se sabe, aunque queda claro que China sería, en el arreglo, la de mejor dote, consorte dominante. Al parecer, ni al Chigüin ni a sus sanguinarios padres les parece humillante venderse, aunque llevan una vida desgastando, letra por letra, la palabra “dignidad”.
El mapa del iceberg, la anatomía del poder en Nicaragua
¿Cómo explicar todo esto? En resumen: la dictadura actual, cuya crisis es profunda desde abril de 2018, es y fue ingeniada como una articulación de intereses, como un Frankenstein compuesto por diferentes miembros: los dictadores de turno, el clan FSLN, el Gran Capital u oligarquía, las fuerzas represivas (Ejército, Policía, Paramilitares, Inteligencia) y algunas cúpulas religiosas (casi todos los principales pastores evangélicos, casi toda la Conferencia Episcopal católica, el cardenal Brenes).
Los buenos tiempos, la crisis
En su mejor momento, los diferentes elementos de la articulación se apoyaron mutuamente sin gran dificultad y cultivaron, cada uno, el fruto de su gran pacto, que, por más de una década, con la ayuda de la bonanza petrolera venezolana, permitió a unos acumular enorme poder político y social, a otros, riquezas nunca vistas. Pero al llegar la crisis, los miembros de la articulación sufrieron, a lo interno, los embates del reclamo de los excluidos: la inmensa mayoría de la población.
El mal pensamiento del Gran Capital
El Gran Capital tuvo su momento de duda, cruzó ––ahora sabemos que fue, más que un paso breve y tímido, una maniobra tentativa –– en dirección a la acera popular. Luego retiró, rápidamente, su apuesta, y días después del 19 de abril trabajaba ya en enfriar la revolución democrática que se gestaba en las calles. No solo se negó a dar la estocada que en ese momento el pueblo creía mortal y pedía (parar la economía), sino que permitió, sin el menor remilgo, que los dictadores de turno armaran un ejército de escuadrones de la muerte para aplastar a sangre y fuego a la población, muy pobremente armada en el mejor de los casos.
Los dictadores de turno, por supuesto, aceptaron una vez más la complicidad del Gran Capital. Pero, no tratándose en este caso de un pastor que recibe a la oveja descarriada, sino de un capo mafioso que vio dudar a su aliado criminal, supo que tendría que hacer afirmar su autoridad de capo mayor. Si no ha matado a quienes hicieron amago de traición, es por conveniencia. Pero la conveniencia dicta que los castigue, y que les recuerde que el castigo puede ser cada vez peor.
El enfrentamiento con la Iglesia Católica
Con la Iglesia, la situación es mucho más compleja. El capo mayor sabe que ni el cardenal Brenes ni la mayoría de la Conferencia Episcopal lo han traicionado. Pero sabe también que, en la gran masa, y la gran tradición, que es la Iglesia Católica de Nicaragua, dichas figuras son insignificantes, y hasta despreciadas. Sabe que el catolicismo tiene raíces profundas, que el árbol de lealtades que ellas sustentan supera y sobrevive (superará y sobrevivirá) los sacudiones y pesadillas de la política. Sabe que no es accidental –– sino parte de ese árbol de lealtades–– que los católicos sigan, no al cardenal Brenes y a los obispos cómplices, sino a Monseñores Álvarez y Báez; a sacerdotes como el padre Edwin Román y a cientos de otros que viven y sufren las historias de horror que son la cruz de Nicaragua bajo la dictadura actual. Y después de las palabras del Papa a comienzos de Marzo, sabe que será muy difícil, sino imposible, traer a los católicos de vuelta al redil por las buenas. Sabe que no le queda más remedio que acorralar a la institución, aunque acorralándola, aumentando la presión contra ella, se exponga a una reacción explosiva. Es un riesgo que toma, al menos por el momento, porque al menos por el momento no tiene otra cosa que ofrecer a la Iglesia, más que miedo.
Las bodas de China
En cambio, al Gran Capital le promete la dote de China. ¿Pero es esta realizable? Es dudoso que lo sea, sobre todo porque los dictadores de turno parecieran soñar con una boda en la que China, además de reemplazar a Estados Unidos económicamente, lo haga políticamente. Como ya hizo en los años 1980, el dictador de turno ofrece en venta la propiedad que ocupa ilegalmente, se ofrece de mandador, y sueña que los nuevos propietarios (compradores de lo robado) le sirvan de escudo contra los Estados Unidos. Pero es altamente improbable, por no decir imposible, que el alto mando chino, enredado en menesteres de mayor consecuencia, como el cerco militar que enfrenta en su vecindario, la incómoda amistad de Rusia, y una economía que se enciende y se apaga, hagan la apuesta temeraria de comprar una propiedad robada, lejana y pobre, de la que su principal rival se siente también, hay que decirlo, dueño.
¿Qué explica las nuevas agresiones de los dictadores de turno?
Vistas las cosas así, uno puede concluir que los dictadores de turno son la parte más vulnerable (la que tiene más probabilidades de perder, y más que perder) en la articulación de poderes que llamamos dictadura, y que sus maniobras, por tanto, están dirigidas a afianzar su autoridad contra otras partes del sistema, a las que ahora ven, con más o menos razón, según el caso, como una amenaza potencial inminente.
Las advertencias al Gran Capital, en particular, revelan el temor a que apoye un posible golpe militar (para el Ejército también es la dote china), quizás en alianzas con grupos opositores que estarían más que felices de entrar al poder sin cambiar el poder, dejando al Ejército como la espina dorsal del sistema, mientras ellos desplazan a las odiosas figuras de El Carmen y atrasan, una vez más, la construcción de una República Democrática.
Expropiaciones masivas o totales de la propiedad oligárquica no pueden excluirse de esta guerra sorda en las nubes del poder, pero la incoherencia en la que caen los poderosos cuando sus sistemas se vuelven obsoletos quedaría de manifiesto catastróficamente con medidas así, que impedirían el otro sueño de la mente esquizofrénica de los dictadores de turno: crear una nueva “normalidad” entregando la “finca” a China. Si ya la inversión privada cae, si ya hay poca esperanza que se recupere mientras dure la crisis, el colapso estaría entonces garantizado. Por eso el régimen, a la vez que castiga a los oligarcas, les ofrece China como la nueva Venezuela. Un confite, francamente, imaginario.
En cuanto a la Iglesia, las amenazas tienen un blanco más borroso, y contienen una alta probabilidad de convertirse en el proverbial tiro por la culata. Porque, a fin de cuentas, la Iglesia existe, y existirá, haya o no cuentas bancarias, tomen o no como propiedad estatal los templos los dictadores de turno.
Será el conflicto principal, entre la población que se asfixia y un sistema que la ahoga, el que defina cuánto tiempo se mantendrá la agresión contra la libertad religiosa de los nicaragüenses.
El conflicto de fondo, y la solución
Resolver este conflicto, entre democracia y dictadura, entre la continuación del sistema de poder que crea dictaduras y la fundación de nuestra primera República Democrática es el tema esencial, y lo que debe mover a todos los que se dicen opositores a juntar fuerzas. ¿Para qué?
¿Queda alguna duda? Pues, para derrocar a la dictadura y crear un movimiento popular democrático que lleve a la sociedad desde el abismo en que estamos hacia el Norte de la República Democrática.
Para esto hay prisa, pero no hay atajo: hay que construir, financiar, apoyar células, pequeños grupos de ciudadanos que reciban y circulen a otros grupos de ciudadanos la información y formación política, las ideas democráticas, el proyecto de construcción Constituyente.
Armados de ideas, apoyados financiera y políticamente desde el exterior, los diferentes grupos o células irán detectando oportunidades de acción, empezando por las propagandísticas, para construir una ola ciudadana que haga ingobernable al país para los dictadores de turno, para que eventualmente pueda paralizarse al país, hacer cruzar el miedo de acera, provocar la implosión del régimen y facilitar la sublevación popular. Todo esto es posible, o más bien, tarde o temprano, inevitable.
A esto, y no a eternas discusiones acerca de “cuál es el objetivo de la lucha” o “cómo llegar a consensos” (charlas que son la vida de cierta oposición ahora en el exilio) es que debemos comprometernos.
He dicho “tarde o temprano”, y he dicho que “hay prisa, pero no hay atajo”. No lo he dicho por lirismo, sino basado en la historia, y en el conocimiento acumulado por todos de la naturaleza humana. Y diré algo más: si no hacemos lo que la lógica y la historia indica que debemos hacer, vendrá en Nicaragua una guerra más sangrienta, una violencia más indiscriminada y feroz que la que dicen querer evitar los que están dispuestos a sentarse por meses en Costa Rica o Estados Unidos dizque para buscar una “salida cívica”, es decir una salida en la cual los dictadores de turno acaben con los dictadores de turno al aceptar elecciones libres, aceptar sus resultados, y recibir voluntariamente las consecuencias. ¿Habrase visto semejante disparate, disparate tan costoso?
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.