Por una transición a la democracia [juntémonos en paro electoral, y contra la trampa del nuevo “diálogo”]

Moisés Hassan
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¿Qué formas de lucha se adoptarán, tanto en el interior del país como en el extranjero?, ¿qué estrategia? Desde luego no es posible dar respuestas precisas a estas cuestiones, que se irán contestando en el camino. Tan sólo se puede externar la seguridad de que, más temprano que tarde, la dictadura será exterminada.

Nos encontramos al presente inmersos en un período de transición, durante el cual se está cerrando una etapa de nuestra historia, mientras, simultáneamente, se inicia y define la siguiente. Un número de cruciales interrogantes surge en este contexto, la primera siendo: el día siete de noviembre, ¿se quedará la población en su casa, absteniéndose masivamente de prestarse a la farsa? Contribuir en lo posible a que la respuesta sea positiva define claramente lo que en estos días es una tarea fundamental de los nicaragüenses dignos, esto es, el llamar al paro electoral. La experiencia de 2016, fortalecida por la reacción ante los monstruosos crímenes perpetrados en los últimos tres y medio años, poco espacio deja a la duda de que este llamado caerá en oídos sumamente receptivos, y de que, además, importantes sectores de la ciudadanía emprenderán y apoyarán acciones adicionales dirigidas a exteriorizar su repudio y proseguir la lucha por la erradicación de la dictadura. La cual, plenamente consciente de ello, ejecuta desesperadas maniobras tales como permitir votar sin cédula vigente, repartir buses, decretar prolongadas vacaciones, congelar los precios de los combustibles, y una tardía y peligrosa campaña de vacunación; como novedad, Ortega aprobó una ley que emanó de un sorpresivo acuerdo con el Presidente de Honduras, cuyos beneficios concretos, si los hay, nadie entiende aún.

Descartada por múltiples razones la organización de un nuevo y limpio proceso: ¿cómo reaccionará esa comunidad frente al pseudo gobierno que pretenderán instalar a partir del actual proceso, al que declara viciado?, ¿lo desconocerá?, ¿o se contradirá a sí misma?, ¿hasta qué punto?

Tras el cierre de las urnas electorales surgirán, de manera natural, nuevas interrogantes: ¿se fortalecerá en el pueblo nicaragüense la convicción de que es crucial la unificación de todas las fuerzas que genuinamente desean erradicar a la dictadura? Para ello, ¿qué formas de lucha se adoptarán, tanto en el interior del país como en el extranjero?, ¿qué estrategia? Desde luego no es posible dar respuestas precisas a estas cuestiones, que se irán contestando en el camino. Tan sólo se puede externar la seguridad de que, más temprano que tarde, la dictadura será exterminada. Y de que ello demanda la unificación de la oposición, por la que es un deber luchar.

En cuanto a la comunidad internacional, ésta ha proclamado con claras y ensordecedoras voces que el proceso electoral -si es que así se le puede llamar- que venimos viviendo está totalmente viciado, lo que simple y correctamente implica que consideran imposible su depuración. Descartada por múltiples razones la organización de un nuevo y limpio proceso: ¿cómo reaccionará esa comunidad frente al pseudo gobierno que pretenderán instalar a partir del actual proceso, al que declara viciado?, ¿lo desconocerá?, ¿o se contradirá a sí misma?, ¿hasta qué punto?

Enfrentado a la angustiosa situación descrita, la mara OrMu, en un desesperado intento de suavizar las reacciones, tanto de la ciudadanía como de la comunidad internacional, y ganar tiempo, planifica iniciar la etapa posterior al 7 de noviembre convocando prontamente a algo que ha llamado “diálogo inclusivo”. En preparación del cual desde ya se aseguró de que quienes eventualmente usurpen la representación del sector privado nacional, pertenezcan al grupo de sus más sumisos y confiables vasallos. Complementariamente, es de presumirse que no tarden en brotar, ansiosos de ser incorporados al “diálogo”, falsos representantes del pueblo evangélico nicaragüense, y grupos politiqueros que aspiran a obtener los beneficios que usualmente otorga Ortega a sus fieles zancudos. 

Tanto la población como la comunidad internacional deben estar conscientes de que dar importancia, y, peor aún participar, en esa clase de diálogos, es caer en una emboscada que está siendo tendida por la dictadura.

Es claro que el dictador tiene muchas cartas que jugar en este macabro juego. Cartas inobjetables, atractivas, nada por una vez que ver con prebendas o beneficios indebidos a personas o grupos privilegiados. Para mencionar algunas: puede jugar la de la libertad de los secuestrados políticos; puede tentar con ofertas de garantías de regreso seguro y apoyo a la reinserción social de los exiliados; o insinuar la derogación o reforma de muchas leyes infames como las del pasado mayo, la de los noventa días, la 840; puede informar que por fin comprendió las necesidades de reglamentar la ley de atención a excombatientes, y de tomar las disposiciones que garanticen la limpieza de futuros procesos electorales. Todo ello, y más…

Tanto la población como la comunidad internacional deben estar conscientes de que dar importancia, y, peor aún participar, en esa clase de diálogos, es caer en una emboscada que está siendo tendida por la dictadura. En consecuencia, es preciso denunciar, por todos los medios posibles, la pérfida maniobra; es imprescindible insistir en que el tal diálogo es, para empezar, un reconocimiento explícito a la legitimidad de las elecciones, a la auto otorgada Presidencia de Ortega, y a las diputaciones de los individuos que para ese fin haya seleccionado. Asimismo, en que los acuerdos a que se llegaría serían aquellos que, por una u otra razón, interesen a Ortega, quien además decidiría cuáles, si alguno, se cumplen, y cuándo. Y, finalmente, en que un objetivo estratégico del tirano es el de ganar tiempo, en espera de que las presiones que actualmente lo acosan decrezcan. Lo anterior nos lleva a las interrogantes finales: ¿habrá sectores de la auténtica oposición que, motivados -en el mejor de los casos- por la resignada búsqueda de algo que acaso juzguen el menor de los males, acepten incorporarse como comparsas a este siguiente acto de la tragicomedia?  ¿Qué impacto sobre las disposición y decisiones de la población y la comunidad internacional tendría la participación de estos comparsas, si la hubiera? En el balance, ¿será este impacto positivo o negativo? Especulaciones aparte, confiemos en que no habrá tal participación.