Prosa de prisa (diario de un nicaragüense en el extranjero)
El mundo contemporáneo está lleno de gente “feliz”. Obscenamente vemos cómo en la era electrónica la felicidad, muy diferente de cómo la plantearon los antiguos pensadores (Séneca, por ejemplo), se vende como diamante cuando en realidad es oropel, o bakelita, a decir de Joaquín Pasos.
Me invade la siguiente pregunta: ¿No han sido los pesimistas -Sócrates, Platón, Montaigne, Cervantes, Beethoven, Tchaikovsky, Darío, etcétera- quienes han transformado el mundo?
La felicidad es buena, pero es agua estancada; no se mueve. En cambio las grandes transformaciones han sido producto del sufrimiento y la angustia. Crecer significa sufrir y hacer lo que no queremos.
Aristóteles lo dijo mejor: “Todos los hombres de genio son melancólicos” («Problemata 131»).