Prosa de prisa (diario de un nicaragüense en el extranjero)
Sobre un poema de Joaquín Pasos
«India caída en el mercado», poema de Joaquín Pasos (1914 – 1947), ha sido, desafortunadamente, mal interpretado y, por ende, tampoco comprendido a plenitud en Nicaragua.
¿La razón? A Joaquín se le ha atribuido, por décadas, centrar parte de su discurso poético en el mestizaje. No es así. Una revisión a fondo de los periódicos de la época expone el horror al que los nicaragüenses hemos sometido a los indios y del que Joaquín se hace eco. Esta india no es una alegoría del mestizo, es una india real.
El poema fue compuesto y publicado en el Segundo cuaderno del Taller San Lucas, específicamente el 17 de marzo de 1943 bajo el título «Se atacó en el mercado».
Nótese, también, la similitud en el tono de esta «elegía» con el de la «Elegía a la muerte de Carlos Félix», de Lope de Vega (1562 – 1635), por su carácter confesional y conversacional.
No hay que olvidar que Joaquín Pasos era un experto en los Siglos de Oro y pudo reparar en la cadencia sencilla y trágica del poema de su maestro español. Sin embargo, Joaquín lleva el carácter conversacional a un punto muy alto sin sacrificar la metáfora.
El examen escrito de Joaquín para graduarse de bachiller del Colegio Centroamérica, en Granada, se tituló «El Siglo de Oro en la literatura castellana» y se llevó a cabo la tarde del 14 de mayo de 1932. El examen fue redactado en tres horas.
India caída en el mercado
Pobre india doblada por el ataque
todo su cuerpo flaco ha quedado quieto
todo su cuerpo sufrido está pequeño, pequeño
todo su cuerpo tronchado es un pajarito muerto.
Su corazón –¡ah corazón despierto!– pájaro libre, pájaro suelto,
Carlos, ha dormido un momento.
Ella se desmayó, la desmayaron.
Al lavarle el estómago los médicos
lo encontraron vacío, lleno de hambre,
de hambre y de misterio.
Muy doloroso cuadro, Carlos.
Muy doloroso y sumamente amado.
Han volteado su cara –¡ah oscura palidez!–. Con el derrame
las yugulares están secas y la sangre
huyó secretamente, ¡ah,
la viera su madre!
Cerca, Carlos, cerca del occipucio
una moña chiquita se desgaja
y deja ver en la nuca una cruz blanca.
Tan cerca de la muerte y tan lejana,
su vida vale mucho, vale nada.
Los lustradores esperaban
obscenidades al levantar la falda
pero ella tiene una desnudez muy médica,
un lunar en la espalda,
y da la impresión de un ave herida
cuando cae su brazo como un ala.
Abran, abran
todas las gentes malas sus entrañas
y no encontrarán nada.
Ella tiene un ataque
que no lo sabe nadie.
Un ataque malo,
Carlos.